Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
(PEDRO ECHEVERRÍA V.)
ENSAYO
INSTITUTO DE CULTURA DE YUCATÁN
PEDRO ECHEVERRÍA V.
Premios Estatales de Literatura
Ensayo
GOBERNADOR CONSTITUCIONAL DEL ESTADO DE YUCATÁN
C. Patricio Patrón Laviada
INSTITUTO DE CULTURA DE YUCATÁN
Arqto. Domingo Rodríguez Semerena
DIRECTOR GENERAL
Lic. Oscar Sauri Bazán
DIRECTOR DE LITERATURA Y PROMOCIÓN EDITORIAL
C. Andrés Silva Piotrowsky
JEFE DEL DEPARTAMENTO DE PROMOCIÓN EDITORIAL
FORMACIÓN Y DISEÑO
Genny G. Ortíz Pool
CORRECCIÓN
Lic. Ena Evia Ricalde
COLABORADORES
Leydi Cetina Cetina
Fernando Casanova Euán
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
*Esta obra obtuvo la Mención de Honor en el Concurso de Ensayo Carlos Echánove
Trujillo, en 1996.
1a. Edición 2005
D. R. © Pedro Echeverría V.
D. R. © Instituto de Cultura de Yucatán
Las imágenes que aparecen en este volumen fueron tomadas del libro Arquitectura de las
Haciendas Henequeneras, editado por la Universidad Autónoma de Yucatán del año 1996,
con la autorización expresa del titular del copyright.
ISBN: 968-7871-41-5
Este libro no puede ser reproducido parcial o totalmente sin autorización escrita del
titular del copyright.
Hecho en México
Las Haciendas Henequeneras
a través de la Historia
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
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Pedro Echeverría V.
INTRODUCCIÓN
Du r a n t e u n s i g l o , c i e n t o s d e
trabajadoresyucatecos vivieron y laboraron
en haciendas henequeneras. En su mejor
época, en el período que abarca el régimen de
Porfirio Díaz, se registraron más de 1200 de
estos centros de producción, ubicándose en
un radio de 80 kms., alrededor de la ciudad de
Mérida.La industria del henequén, durante ese
largo período, fue determinante en el estado;
en torno a ella giraba el resto de las actividades
económicas, teniendo gran influencia en la
política y, en parte, en la cultura. A finales de
los treinta, mediante un decreto de «Reforma
Agraria» instrumentada por el Presidente
Cárdenas, se crearon ejidos en el 75% del
territorio que pertenecía a los hacendados.
Al iniciarse la década de los sesentas, la
conjugación de la corrupción oficial en la
administración del henequén yucateco, la falta
de competitividad en el mercado de las fibras
duras, el surgimiento de las fibras sintéticas
como competidora y la aparición de un modelo
económico más adecuado a los requerimientos
de una economía moderna hegemonizada por
los países poderosos, llevaron a las haciendas
henequeneras a su total paralización. Hoy
sólo queda en aquellos históricos sitios,una
población en condiciones miserables y las
ruinas de los edificios del casco de la hacienda,
en varios casos ni eso.
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
El trabajo que a continuación se
presenta, pretende dar una visión panorámica
del surgimiento, desarrollo y situación actual
de las haciendas henequeneras yucatecas.
El estudio de estos centros de producción
que durante un siglo (1860-1960) tuvieron un
papel relevante en la economía yucateca es
fundamental, pues de las experiencias que
se recojan pueden surgir nuevas reflexiones
acerca de nuestro pasado económico y cultura,
así como de alternativas importantes que
permitan proponer acciones encaminadas a
la creación de fuentes de empleo que pudieran
beneficiar a los centros de población cuya
vida se desarrolla aún en el territorio de esos
«cascos» de lo que fueron haciendas.
En este estudio se presenta una visión
global de la economía, la política y en parte
de la sociedad en que se desarrolló la vida
en las haciendas; no podía ser un estudio
especializado, puesto que las casi 50 haciendas
que aún no están del todo destruidas, abarcan
un vasto campo y su investigación entraña
innumerables dificul-tades, sólo superables en
un período de investigación mucho más largo
y con mayores recursos.
El trabajo se aborda haciendo en primer
lugar una explicación de sus antecedentes
históricos, englobando en él a las encomiendas,
las estancias y a las haciendas
maicero-ganaderas; tales antecedentes cubren
un lapso de tres siglos que van desde mediados
del XVI, con la Conquista y el inicio de la
época colonial, hasta mediados del XIX, con
11
Pedro Echeverría V.
la llamada Guerra de Castas y el surgimiento
de la industria henequenera.
Después entramos al análisis del
desarrollo de la producción henequenera,
el surgimiento del mercado exterior y de
las técnicas de desfibración, para pasar al
análisis de las condiciones que posibilitaron el
surgimiento de las haciendas henequeneras y
las características de su estructura productiva.
Al analizar el régimen porfiriano en Yucatán
se podrá ver el progreso económico logrado
durante la dictadura, teniendo como base la
«paz y el orden», las relaciones de producción
y la situación de los trabajadores.
Luego se explicarán los cambios que
la revolución mexicana introdujo a través del
gobierno de Salvador Alvarado, sobre todo en
lo que se refiere al mercado del henequén, y el
inicio de la caída del sistema de las haciendas.
Posteriormente se presenta un análisis de lo
que representó la Reforma Agraria cardenista y
la creación del sistema ejidal, para concluir con
el decreto de desaparición de «henequeneros
en Yucatán» en el año de 1955.
Por último, se presenta como anexo una
investigación sobre 40 haciendas realizada
en los Archivos Históricos del Gobierno del
Estado, así como en el Registro Público de la
Propiedad. Esta es la primera investigación que
se realiza con estas características de amplitud
panorámica para un periodo histórico tan
amplio; ojalá que contribuya al conocimiento y
aprecio de nuestro pasado. Seguramente otras
investigaciones superarán lo que ahora se está
12
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
presentando. Se atiene a la crítica del paciente
lector.
13
Pedro Echeverría V.
CAPÍTULO I
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
1.1 La herencia española
Según calculan varios historiadores, hace
veinte mil años se inició el poblamiento
del Continente Americano. De una vida
primitiva que se basaba en la caza, la pesca
y la recolección, se pasó, a través de un
larguísimo proceso de siglos, a lo que hoy
conocemos como economía agrícola. El hombre
americano, transitando ya los primeros
siglos del presente milenio considerado en
su conjunto, no había rebasado la cultura
neolítica; en algunas regiones se utilizaron los
metales, pero sin ir más allá de la cultura de
bronce; el descubrimiento del cobre y de su
aleación con el estaño se había realizado en
una época tardía, una decena de siglos después
de Jesucristo.
El caballo, el buey, el cerdo, etc., no se
conocían en América hasta el momento de su
introducción por los europeos (Zavala) Además,
los indios no conocían ni la rueda, ni el torno
alfarero, ni el vidrio, ni el trigo, ni la cebada, ni
el centeno; ignoraban la escritura, excepto en
una región muy limitada de América Central,
donde se hallaba en uso un sistema jeroglífico
muy particular, sin vínculos con el del antiguo
continente (Rivet,1963) Su cultura era distinta,
sus necesidades otras, sus adelantos notables.
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Desconocían la cultura occidental, pero tenían
los mesoamericanos una cultura propia.
Sin instrumentos de metal, sin arado, sin
usar la rueda ni disponer de animales de tiro,
se practicó una agricultura intensiva de alto
rendimiento con el empleo de mano de obra
relativamente reducida. Se aprovecharon los
lagos de la cuenca de México para construir
chinampas cuyo cultivo es de muy alta
productividad; se hicieron grandes obras para
impedir el paso de agua salada a los mantos
de agua dulce; los propios lagos sirvieron
como vías de comunicación que permitían el
transporte fácil de personas y mercaderías entre
muchas localidades ubicadas en la cuenca. En
las laderas de las montañas que circundan el
valle se acondicionaron los terrenos mediante
terrazas y se construyeron canales para
aprovechar mejor el agua (Bonfil,1989) La base
económica de esa superárea cultural llamada
Mesoamérica fue la agricultura.
En la economía agraria del México
prehispánico la propiedad de la tierra no fue
determinante: su uso tenía características
distintas a las actuales. El maíz fue el producto
básico de cultivo que, junto con el frijol, el
chile y la calabaza, hizo surgir una economía
autosuficiente que realizaba al mismo tiempo
la manufactura de sus propios vestidos y útiles
de trabajo y que desarrollaba la pesca y la
recolección de frutos silvestres.
En este tipo de sociedades no parece
haberse vivido la fragilidad permanente del
equilibrio entre las necesidades alimenticias y
15
Pedro Echeverría V.
los medios para satisfacerlas, sino que por el
contrario, su producción fue capaz de saciar
sus necesidades (Clastres,1978) En el caso de
los mayas, no existía la propiedad privada de
la tierra y éstas, para el trabajo se organizaban
mediante milpas de cuatro a cinco hectáreas
en constante renovación (Morley)
En la mentalidad indígena no existió el
concepto de propiedad individual. La tierra
pertenecía a la comunidad; el individuo sólo
tenía un derecho de usufructo sobre ella
si cumplía con los derechos y obligaciones
que le imponía la comunidad. Y aún en este
caso, el concepto de usufructo se reducía a
disponer de la extensión de tierra necesaria
para la subsistencia y el pago de los tributos
individuales y comunales (Florescano, 1986)
Algunos autores han señalado que la llegada
de los españoles significó un corte histórico
en el tipo de evolución propia de los pueblos
precolombinos.
¿Existe una sobre vivencia de la
organización económica indígena después
de esta llegada?; ¿se da por el contrario una
sustitución integral de un modo de producción
por otro, en este caso, el de la producción
indígena, sustituido por aquel existente en la
España del siglo XVI?; o bien, ¿se logra una
«combinación» entre ambos modos, es decir, una
síntesis en los términos usados por Marx?
De lo que sí se puede estar más o menos
seguro es que, como resultado de la conquista
española, la vida de los habitantes de la
región empezó a sufrir un cambio profundo
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
y generalizado. La agricultura se transformó
radicalmente y la ganadería surgió imponente.
Nuevos cultivos aparecieron: además del trigo,
la caña de azúcar, el arroz, la avena y la cebada,
los pobladores se preocuparon por aclimatar
la cebolla, el ajo, el nabo y la coliflor.
Sumando lo anterior, se introdujo
instrumental de labranza, tal como el arado
y la yunta, fertilizantes de origen animal que
mucho contribuyeron a elevar el rendimiento
de la tierra y una tecnología hidráulica que
pudo convertir tierras áridas en tierras
fértiles. Todo esto fue en la parte central de
la República, presentándose con ello una
verdadera revolución en la agricultura. En
Yucatán, este proceso transcurrió de diferente
manera.
1.2 Las encomiendas
Como pago a los servicios de los conquistadores,
la corona española inició la repartición del suelo
de la Nueva España. Se hacía manifiesta una
inspiración real para la obtención inmediata
de riquezas que permitiera el ascenso social y
el goce de privilegio que tanto inquietaba a los
peninsulares recién desembarcados. La corona,
queriendo evitar que en las Indias se desarrollara
una aristocracia rural como en España, intentó
desde un principio frenar las aspiraciones
señoriales de los conquistadores tratando de
implantar la pequeña propiedad. Sólo Cortés
logró obtener un dominio equiparable al que
poseía la nobleza española, pues los demás
17
Pedro Echeverría V.
conquistadores tuvieron que conformarse con
las encomiendas (Wobeser, 1983)
Este sistema, en teoría, tenía como
objeto encomendar indios a españoles para
que se les adoctrinara en la religión católica.
Era un derecho concedido por merced real a
los «beneméritos de las Indias para recibir y
cobrar por sí los tributos de los indios que le
encomendaren». Pero en realidad, de lo que
se trató fue de proporcionar a los españoles
mano de obra barata, trabajadores a quienes
explotar sin medida.
El español que recibía la merced
de una o varias caballerías de tierra, obtenía
al mismo tiempo cierto número de nativos
enco-mendados a su celo religioso a la par
que a su ambición. Y así explotaba al mismo
instante la tierra y el hombre y en poco
tiempo se convertía en personaje acaudalado.
Los episodios posteriores a la Conquista no
hicieron más que avivar el odio que los mayas
sentían por los extranjeros invasores. La
pobreza del suelo determinó que en Yucatán la
Colonia extremara sus crueles procedimientos.
Los españoles vivían más que de la tierra del
trabajo de los indios vencidos. Estos debían
pagar un elevado tributo al encomendero
y, por añadidura, excesivas contribuciones
parroquiales (Benítez, 1985) Los encomenderos
podían servirse de los indios en labranzas y
fábrica de casas; un trabajo de sol a sol con
una hora de descanso al medio día, mediante
una retribución diaria de una libra de pan,
chile, sal o libra y media de camote con sal y
18
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
chile.
L a p r ime r a o b l i g a c i ón d e l o s
encomendadores era enseñar en la mañana
la doctrina cristiana a los indios, obligación
que después cumplieron pagando a un clérigo
que los doctrinase; también deberían construir
un templo y una escuela en cada pueblo.
El encomendero tenía la obligación de
pagar al clérigo dos reales anuales por cada
indio catequizado, suministrar ornamentos a
la iglesia, tener determinadas armas y estar
listos para entrar en campaña en cuanto se
les indicase. El tributo fue junto con el trabajo
forzoso la obligación principal de los indios
encomendados; su pago fue en varias especies:
cera, miel, frijoles, chile, sogas, cántaros, ollas,
comales y tres «piernas» de manta».
Se ha discutido acerca de que si
las encomiendas fueron las que fundaron
las primeras estancias, y también si los
encomenderos fueron los que fundaron las
primeras estancias y demás cuestiones sobre
esta problemática. Algunos han probado, como
lo hizo Silvio Zavala, que la encomienda no
tenía características de propiedad y que no
evolucionó, como se había creído, de manera
que llegara a ser finca rural.
1.3 Las estancias
En Yucatán la encomienda sí tuvo mucho que
ver con la formación de las fincas rurales de los
españoles porque pese a que las encomiendas
no llegaron a ser estancias o haciendas, los
encomenderos sí llegaron a ser estancieros
19
Pedro Echeverría V.
y eventualmente hacendados; esto se puede
explicar por el hecho de que para poblar una
estancia era necesario conseguir capital y
fueron precisamente los encomendadores
quienes tenían mejores posibilidades de
conseguirlo, ya que lo recibían a través del
sistema tributario (González Navarro,1979)
La institución de la encomienda no
representó la propiedad sobre las tierras de
los poblados, tampoco sobre la fuerza de
trabajo indígenas. Lo que se repartió en la
encomienda fue el derecho de la obtención del
tributo a cambio de los servicios prestados a
la Colonia durante y después de la guerra de
conquista. Por ello la encomienda, al ser fuente
de acumulación de riquezas y un mecanismo
de ascenso sobre determinadas porciones de
fuente de trabajo, facilitó la adquisición de
tierra.
El surgimiento de la estancia ganadera,
a donde encauzaban buena parte de los
excedentes provenientes de las encomiendas,
comercio, ventas, ayudas, etc., y su expansión
durante el siglo XVIII, representó el verdadero
inicio de la apropiación privada del suelo; la
acelerada separación del productor directo de
la posesión de la tierra y demás implementos, y
la modelación de nuevas relaciones económicas
con los indígenas al peonaje endeudado (Patch,
1976)
Encomenderos y estancieros llegaron a
tener intereses diversos: a los encomenderos
convenía que se respetaran las tierras de las
comunidades que tenían en encomienda, y así
20
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
garantizar que los indígenas tuvieran suficiente
lugar para sus cultivos, lo que los beneficiaba
con el pago oportuno de los tributos. A los
estancieros en cambio, les interesaba contar
con abundantes tierras donde pudieran
pastar sus animales, adquirir estas de las
comunidades, contar con mano de obra y
con el tiempo, al aumentar sus actividades, ir
absorbiendo a la población de las comunidades
(Millet, 1974)
1.4 Las haciendas maicero-ganaderas
Las estancias ganaderas parecen haber
sido, como ya se ha dicho, los antecedentes
inmediatos de la hacienda ganaderamaicera.
El
ganado se introdujo en la Nueva España con la
llegada de los españoles. Fueron éstos quienes
poseyeron el ganado mayor, también el menor,
en grandes cantidades, pues practicaron la cría
con objetivos comerciales; para ello llegaron a
poseer enormes extensiones de territorios con
fines de pastoreo. Por el contrario, la población
indígena sólo pudo apropiarse del ganado
menor y de aves de corral con miras en una
economía casera. El uso común que antes se
tuvo de las tierras, poco a poco se fue limitando
hasta convertirse en uso privado para los
ganaderos. Se transgredieron derechos de los
pueblos indígenas con la aprobación ilegal de
las tierras.
Resumiendo las ideas de la investigadora
Wobeser acerca de las estancias, tendríamos
que:
21
Pedro Echeverría V.
1. Fue una organización simple que no
requirió de un manejo administrativo;
2. Se observa una casi falta total de
infraestructura;
3. Generalmente la estancia contó con
una pequeña choza rudimentaria que no fue de
mampostería;
4. Tampoco requirió de instalaciones
especiales;
5. No le fue menester albergar trabajadores
o construirles capilla porque se
manejaban con dos o tres vaqueros.
Debido a sus funciones económicas, las
estancias fueron fundadas para que estuvieran
cerca de sus mercados, es decir, alrededor
de las ciudades y a lo largo de las vías de
comunicación. El cabildo de Mérida informó
en 1579 que ya para aquella fecha la ciudad
estaba rodeada por fincas ganaderas, y en 1588
el fraile Ponce también comentó sobre estas
estancias. A finales del siglo XVI se habían
establecido casi todas las fincas que existieron
al principio del siglo XX alrededor de Mérida
(Bracamonte, 1984)
En la década de 1780 se empezaron
a presentar por primera vez quejas por falta
de tierras cultivables. Un gran número de
modestas estancias de los primeros años
se transformó en haciendas, ocupando así
varias leguas cuadradas de territorio, con una
población de residentes, edificios imponentes y
hasta con sus propias iglesias. La mayor parte
de las tierras quedó destinada a cultivos de
22
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
tipo comercial de maíz y azúcar en donde era
adecuado y también a forrajes para el creciente
ganado.
Los hacendados españoles ya no estaban
dispuestos a compartir con las comunidades
mayas la tierra que cada día era más lucrativa.
Pusieron barreras para marcar límites en
propiedades que hasta entonces los habían
tenido mal definidos, sin que se hubiesen
disputado en la práctica (Patch, 1976)
La hacienda o finca rústica era en sí un
establecimiento de regular tamaño, con una
organización administrativa peculiar. Empero,
es de suponerse un aumento en la extensión de
tierras que las mismas ocupaban, pues hasta
mediados del siglo XIX las haciendas ganaderas
no necesitaban grandes exten-siones de tierra
para su ganado, porque no sólo pastaban en
los terrenos propios de las fincas, sino que
también pacía suelto por los caminos y tierras
de dominio público y en tierras comunales.
En ninguna época tuvieron las haciendas
yucatecas las enormes extensiones que tenían
los grandes latifundios de otros estados de la
República. En 1810 la Intendencia de Yucatán,
que entonces abarcaba hasta Tabasco,
tenía el 26.6% de las haciendas y estancias
manifestadas en la Nueva España , o sea, 1,319
contra un total de 4.944 (Farris, 1983)
El surgimiento de las haciendas tuvo
importantes resultados económicos, sociales,
y culturales. Aunque hubo pleitos sobre tierras
entre españoles e indígenas en la época de
las estancias, los ganaderos parecen muy
23
Pedro Echeverría V.
pasivos en comparación con los hombres
verdaderamente agresivos que fueron los
hacendados, a quienes la tierra les fue más
útil y de más valor por dos razones:
1. Las estancias usaron la tierra solamente
para la ganadería (y los productos menores
de colmenas), mientras que las haciendas
las usaron para la agricultura, además de la
ganadería.
2. La economía mixta de las haciendas
exigió más mano de obra, y una manera de
conseguirla fue creando una escasez de tierra
a través de la agregación de ésta a las fincas;
los indígenas, a quienes les faltó tierra, tenían
que trabajar las de los latifundistas.
En 1783 en la parroquia de Umán, que
abarcaba cuatro pueblos, había 46 haciendas y
en ellas vivió el 56.3% de la población indígena
de la parroquia, radicándose en los pueblos
sólo el 43.7%. La hacienda, al iniciar el siglo
XIX, había ganado la batalla a las comunidades
indígenas (Suárez Molina, 1977)
Las haciendas ubicadas en el territorio
del estado de Yucatán, según la investigadora
García Bernal, pueden ser clasificadas por el
número de sus habitantes, de acuerdo al censo
de 1862: Mérida tenía 264 haciendas, Izamal
242, Motul 203, Maxcanú 98, Ticul 76, Tekax
52, Espita 42, Sotuta 34, Valladolid 22, Tizimín
7 y Peto 2. Total 1042. El 84% tenía menos
de 100 habitantes; el 11.5% entre 101 a 200
habitantes; el 2.1% de 301 a 400 y el 2.0%
restante más de 400 habitantes (Bracamonte,
24
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
1993)
CAPÍTULO II
SIGLO XIX
2.1 La primera mitad
Al inicio del siglo XIX, por diversos motivos
políticos y económicos, Yucatán se
hallaba de hecho divido en cuatro regiones o
comarcas entre las que existían discrepancias
25
Pedro Echeverría V.
políticas, económicas y sociales que alentaban
sentimientos localistas en cada región. Mérida
se ufanaba de su posición como capital del
Estado y se sentía alentada por la importancia
de su comercio, fuertemente incrementado
desde la apertura del puerto de Sisal. Valladolid
hacía valer su viejo prestigio y sus blasones de
piedra, testimonio de la elevada alcurnia de sus
antiguos pobladores criollos, prestigio colonial
ya en decadencia y apenas animado de nuevo
por su industria textil algodonera de reciente
creciente.
Campeche, por otro lado, luchaba por sus
fueros como centro comercial y puerto
tradicional de la península y como centro
de presión política estatal, fuerza que había
ejercido desde la época de la dominación
española. Finalmente, la Sierra (Tekax y
Ticul) se apoyaba en su floreciente industria
azucarera, que le había permitido adquirir
preponderancia económica y fuerza política en
las dos últimas décadas, desarrollo que había
acentuado las características de aquella zona
(Patch, 1976) Continuando el análisis en esta
línea, hay que decir que en Mérida se producía
henequén, almidón, algodón, ganado, etc. y que
Campeche contaba con palo de tinte, maderas
de construcción, arroz, caña de azúcar y una
próspera industria naviera. Campeche, por su
condición de puerto marítimo, era la ciudad
más frecuentada por los españoles. Tanto por
esta razón como porque los indios eran pocos,
estos tuvieron que aprender el español. Mérida
por ser capital recibía a los altos funcionarios
26
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
eclesiásticos, civiles y militares; a Campeche, en
cambio, inmigraban marinos y comerciantes,
catalanes en su mayoría. En suma, en Mérida
predominaron los encomenderos; en Campeche
una burguesía comercial e industrial. Allí
hubo aculturación, aunque no mestizaje,
pero no «amalgama social y moral: de un lado
la aristocracia de los descendientes de los
conquistadores, del otro los descendientes de
los conquistados» (Suárez Molina, 1977)
Las tendencias generales de la estructura
social y rural en aquella época dividen a la
península en dos partes distintas: la región
noroeste, dentro de un radio de 80 kilómetros
desde Mérida y el área del Este, Sur, y Sureste.
En la primera parte un porcentaje grande, en
muchos casos más del 50%, era de indígenas
radicados en las haciendas, mientras que en
el resto de Yucatán la gran mayoría de los
indígenas, a veces hasta el 100%, vivían en
sus comunidades agrarias. Es decir, el sistema
agrario tenía dos estructuras: La primera en
el noroeste tenía un régimen señorial, pues en
esta región las haciendas fueron dominantes
y la mayoría de los campesinos eran peones
acasillados que vivían bajo el control y
dominación directos de sus patrones. Más
allá del radio de 80 kilómetros de Mérida, el
tipo predominante de estructura agraria fue la
comunidad indígena, la cual no fue dominada
por las haciendas (González Navarro, 1979)
Al iniciarse el siglo XIX, tanto los estancieros
como los hacendados desem-peñaban un
importante papel económico, al igual que
27
Pedro Echeverría V.
los comerciantes de Mérida y de Campeche,
pero ellos poseían intereses directos en la
tierra y en la población indígena. Eran en su
mayoría criollos al igual que los comerciantes,
porque en realidad los españoles peninsulares
formaban un grupo reducido en Yucatán. En la
juridicción de Mérida había sólo 126 españoles
peninsulares entre 27,829 habitantes en
1794. Los criollos representaban el 11.80%
de la población total de la provincia, los
mestizos el 22%, los mulatos el 12.20% y
la población indígena el 53%... En Yucatán
vivían distribuidos entre la población unos
26,000 negros y mulatos libres en 1803 y sólo
en Mérida habían 3,416 mulatos en 1795
(Bracamonte, 1993)
Hasta 1821, la estructura social derivada del
régimen despótico tributario predominante en
Yucatán negaba a las haciendas la posibilidad
de un ascenso económico acelerado. Entre
1821 y 1847 en cambio, conforme la república
independiente fue desarticulando la estructura
de explotación colonial, el mercado peninsular,
fragmentado y escaso, se fue integrando y
expandiendo y con ello la hacienda encontró
la fórmula de un crecimiento más dinámico,
convirtiéndose entonces en el eje de la estructura
productiva agraria y de las relaciones entre los
señores de la tierra y la población maya.
Pero aún durante estos años la población
indígena de los pueblos y rancherías continuó
siendo abundante, en frecuente pleito con
las haciendas y compartiendo con ellas
abastecimiento de maíz a la población urbana
28
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
(Ibid) Basta observar los datos estadísticos
para encontrar que siendo el de Izamal y el
de Mérida los distritos de menos extensión
territorial, 438 y 516 leguas cuadradas
respectivamente, son sin embargo aquellos
en los que la gran propiedad rural predomina
sobre la pequeña, indicio este de que la
hacienda había ya absorbido a la mayoría
de las tierras comunales. El de Mérida tenía
446 haciendas contra 223 ranchos; Izamal
tenía 438 haciendas contra 245 ranchos; en
cambio el distrito de Valladolid tenía solamente
123 haciendas contra 500 ranchos y el de
Tekax 188 haciendas contra 706 ranchos. Las
extensiones cultivadas en 1845 se calcularon
así: maíz 6.000,159 mecates, tabaco y
henequén 181,572; caña de azúcar 102,081 y
arroz 46,666 mecates (Patch, 1976)
Se ha señalado que en los primeros años del
siglo XIX hubo en Yucatán cuatro hambres a
muy cortos intervalos: en 1805, 1807, 1809
y 1917. Que en 1835 volvió a abatirse sobre
Yucatán la misma espantosa calamidad. Que
en el transcurso de tres siglos, de 1535 a
1835, hubo dieciséis hambres. Al parecer, los
registros sobre estas catástrofes sólo se dan a
partir de la Colonia.
¿Qué se conoce de hambres en el período
prehispánico? Se antoja interesante revisar
este período a fin de entender que pasó con la
implantación del modo de producción que se
instituyó a partir de la Colonia y qué nuevos
problemas surgieron con lo que se conoce como
cultura occidental.
Según se ha visto, la economía yucateca del
29
Pedro Echeverría V.
período era débil. Las crisis se manifestaban
permanentemente y los sectores que más
sufrían eran aquellos cuyos ingresos obtenidos
por producción directa o «salario» eran los
más reducidos; sin embargo la independencia
anunciaba transformaciones relevantes. Las
plantaciones de henequén a mediados del siglo
XIX comenzaron a desplazar al maíz, a la caña
de azúcar, al algodón y a otras actividades
como la apicultura y la ganadería. De acuerdo
con datos de la época, desde 1830 se exportaba
ya por el puerto de Sisal cantidades relativas
de henequén; por ello es importante anotar que
si para 1860 había sembrados 65 mil mecates,
en 1878 se sobrepasó ya a 800 mil.
El henequén era ya conocido desde los
mayas antiguos, quienes lo utilizaron para
sus labores y necesidades domésticas. Hasta
principios del siglo XIX esta fibra no era sino
uno de los muchos productos agrícolas. El
henequén era una de las producciones más
útiles porque suplía muy bien «el cáñamo para
cables, cabrotes, y toda especie de cordelería
para navíos; con el henequén se hacen cuerdas
delgadas para hamacas, chinchorros, redes
de pescar, etc. Se hacen costales, sacos,
enjalmas y cinchas y muchas cosas más que
pudieran hacerse si se trabajara en suavizarlo
y beneficiarlo mejor» (Suárez Molina, 1977)
El henequén, a partir de este período,
se convertiría en el más preciado producto
que daría a Yucatán medio siglo de solidez
económica y durante 50 años sería el centro
30
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
fundamental de la economía yucateca.
2.2 La Guerra de Castas
La llamada Guerra de Castas es un episodio
fundamental en la historia yucateca. Se
ubica en un período difícil de la historia de
México, momento clave para entender la
pugna entre los imperios extranjeros para
afianzar su dominación económica en el
país. Inglaterra, Francia y los Estado Unidos
trazaban sus estrategias entre los diversos
sectores económicos y políticos que en la
República se disputaban la hegemonía.
Esta guerra también forma parte de una
serie de insurrecciones campesinas indígenas,
encabezadas por sus propios líderes: los ópatas
de Sonora (1820); los pápagos también de
Sonora (1840); los juchitecos de Oaxaca (1845
53); los huastecos de Veracruz (1846); los
tarascos de Michoacán (1857) y los chamulas
de Chiapas (1868), para citar solamente las
más conocidas.
Varios investigadores parecen coincidir
en cuanto a sus concepción acerca de esta
«Guerra de Castas» iniciada en 1847. Se
dice que fue más o menos la rebelión de los
campesinos libres de la región del este, sur y
sudeste contra las incursiones súbitas en su
territorio de hacendados y contra el intento
de parte del gobierno y de los hacendados de
restringir el uso de la tierra y ejidos; y desde
luego, contra siglos de explotación racista y
31
Pedro Echeverría V.
colonialista. El éxito inicial de la sublevación
se debió a la falta de control directo sobre
los indígenas, quienes lograron mantener
una guerrilla por meses hasta que pudieron
adquirir los materiales de guerra necesarios
para su campaña de gran escala, la cual
llevaron a cabo en 1848. Pero las semillas
del fracaso también estaban presentes en la
estructura social rural existente entonces.
En 1847, los mayas se negaron a que su
modo de vida comunitario fuese aniquilado por
el progreso de los blancos y la nueva actitud
negativa del clero respecto a ellos. En 1850,
los rebeldes cruzoob se organizaron en función
de su estilo de vida tradicional sometidos al
dominio de «su cruz» esencialmente católica,
que negaba por primera vez la importancia de
los religiosos ladinos puesto que sacerdotes
«indígenas» los reemplazaron. Desde 1860 a
1900, esas comunidades unieron sus esfuerzos
a fin de conservar su modo de vida tradicional;
por otra parte, se hallaban sometidos, a veces
inconscientemente, a veces no, a Honduras
británicas con el fin de evolucionar hacia una
nueva identidad (Lapointe, 1983)
Una tendencia general de la hacienda
durante la primera mitad del siglo XIX, que
acompañó la privatización de tierras, fue la
de prohibir el uso de sus recursos. Expulsó
a los milperos no sirvientes de su interior e
inmediaciones, se apropió y dispuso de las
fuentes naturales de agua, cobrando en trabajo
o maíz por el líquido, expulsó el ganado de los
indígenas de comunidad y de los pequeños
32
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
propietarios de sus dominios y evitó la caza y
el corte de madera de sus montes. Este proceso
originado en la Colonia se acrecentó en el
Yucatán Independiente y fue el escenario de
múltiples conflictos...
Debido a todo ello la hacienda contribuyó
a moldear a la comunidad indígena del siglo
XIX. Fracturó sus normas de vida anteriores e
impuso un nuevo tipo de relaciones sociales. El
pueblo no fue el mismo después de la aparición
de la hacienda. Los rebeldes tuvieron mucho
éxito mientras se quedaron en el este, sur y
sudeste, porque allá la masa campesina los
apoyó: pero cuando entraron a la región de la
otra estructura agraria, la de las haciendas,
no recibieron tanto apoyo de los indígenas,
y esta fue una de las razones por las que
los sublevados no pudieron consumar la
culminación de su éxito inicial con la toma por
asalto de Mérida, la cual era necesaria para
ganar la guerra (Pach) Los pueblos o
rancherías indígenas, de acuerdo a criterios
étnicos y culturales, estuvieron gobernados
entre 1824 y 1847 (salvo de 1841 a 1847),
igual que durante la colonia, por caciques cuya
nobleza se remontaba en muchos casos a la
época prehispánica. La función principal del
cacique era recaudar los tributos fijados por
la administración criolla, que se remitirían
a la presidencia municipal del pueblo al que
se hallaba vinculada su localidad, llamada
«república de indios». La República estaba
sometida al sistema administrativo de los
blancos; pero no podía aspirar a convertirse
33
Pedro Echeverría V.
en municipio o a beneficiarse de los servicios
de un juez de paz. Los ladinos generalmente
eximían al cacique del pago de tributos
(Lapointe, 1983)
La Guerra de Castas sacudió hasta sus
cimientos la estructura económica de la región.
Hacia 1850 la situación de la península era
desoladora, pues la penetración de los mayas
hasta sólo 30 kilómetros de Mérida afectó a
todas las haciendas ubicadas al oriente de la
línea Tecóh-Acancéh-Tixkokob; las haciendas
cañeras, trapiches y alambiques del sur y
el oriente fueron arrasados; las ciudades de
Valladolid, Bacalar, Tekax, Izamal y Ticul
fueron tomadas y la industria manufacturera
de Mérida se vino abajo por falta de brazos y
mercado. Sólo se libró de esta devastación la
porción NW del estado de Yucatán, el camino
real y el puerto de Campeche (Bolio, 1983)
La situación de gobierno yucateco era
desesperada, se había decretado la ley marcial
y todos los varones criollos y mestizos, entre
los 16 y 60 años, habían sido llamados al
servicio de las armas. Pero no había fusiles
para darles a todos y el parque comenzaba
a escasear. No había tampoco víveres para
suministrar a las tropas ni para socorrer a
las familias desvalidas. Del gobierno nacional
no podía esperarse nada en aquellos días,
pues Yucatán se había separado de la nación
desde varios años antes por no haber querido
aceptar la abolición del régimen federal y por
oponerse al centralismo impuesto por Santa
Ana; ahora la guerra con los Estados Unidos
34
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
le imposi-bilitaba al gobierno central socorrer
a Yucatán (Molina Font, 1941) Justo Sierra O’
Reilly pidió en marzo de 1848 la ayuda de los
Estados Unidos, España e Inglaterra, para que
salvaran a la raza blanca de la ferocidad de la
aborigen (González Navarro, 1979)
En pocos meses la insurrección cundió
por todo el territorio del estado. Las fuerzas
gubernamentales se habían visto obligadas a
retroceder hasta Mérida y Campeche, el resto
de la entidad fue abandonado a los mayas
sublevados y en tales circunstancias los
políticos yucatecos, para salvarse, tomaron
la medida extrema de ofrecer la soberanía
de Yucatán simultáneamente a los Estados
Unidos de Norte América, a Inglaterra y a
España, a cambio de proporcionar elementos
para sofocar la insurrección maya. Ninguno
de esos países extranjeros aceptó la oferta
y entonces México, maltrecho como había
quedado, después de perder la guerra con
Estados Unidos, ofreció su ayuda al gobierno
yucateco; como consecuencia el 18 de agosto
de 1848 Yucatán volvió, otra vez para siempre,
al seno de la patria mexicana (Betancourt.
1989)
Fue España el país que con mayor
celeridad proporcionó la ayuda a los criollos
yucatecos, pero fue el Monitor Republicano, en
abril de 1848, y el arzobispado del Ayuntamiento
de México, quien en mayo de ese mismo año
solicitó la ayuda de los particulares y de las
autoridades de los estados en favor de Yucatán.
En total reunieron poco más de 6,000 pesos.
35
Pedro Echeverría V.
Nueva Orleáns y Veracruz enviaron unas
500 cargas de maíz. En junio, después de
celebrarse el tratado con los Estados Unidos,
el gobierno federal destinó 150,000 pesos para
Yucatán. De inmediato entregó 30,000 que
fueron empleados para comprar armamento
a los norteamericanos.
Estas naciones permitieron la recuperación
de los territorios que habían caído en
manos rebeldes. Sin embargo, al parecer, las
causas del retiro de los indígenas había que
buscarlas en la falta de apoyo a su causa, de los
miembros de su propia raza, acostumbrados al
peonaje en las haciendas, a la proximidad de
las lluvias y con ellas de las siembras y a la falta
de municiones para continuar de batalla.
El sector más importante de estos mayas
inconformes se concentró en la parte oriental,
desde Tulum hasta Bacalar, constituyendo el
cacicazgo de Chan Santa Cruz y continuaron
su lucha contra los blancos y mestizos. Otro
grupo se situó al este de Tizimín. Los ataques
esporádicos de los rebeldes y las escaramuzas
continuaron en todo lo largo de la segunda
mitad del siglo XIX hasta su total sometimiento
en 1901.
2.3 Henequén y haciendas
El desarrollo económico, social y político
producido por el henequén en el siglo XIX, y
el consiguiente declive del ganado y la caña
de azúcar como productos primarios de
exportación, se ha atribuido centralmente a tres
36
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
aconteceres: a la llamada Guerra de Castas,
a la invención de la raspadora mecánica para
desfibrar en la década de los sesenta y a la gran
demanda de cordel, derivadas de la invención
de la cosechadora de trigo McCormick en los
Estados Unidos que se puso a funcionar a
partir de 1878.
La guerra destruyó la industria del azúcar
y otros cultivos del oriente y del sur e impuso
la concentración de numerosos sectores de la
población alrededor de Mérida; la raspadora
mecánica, inventada por José Esteban Solís en
1852, desfibró 6,300 pencas en 21 horas y el
invento de la McCormick impulsó el cultivo de
la planta que pasó de 65 mil mecates en 1860,
a 800 mil en 1876 y a 4.5 millones en 1909.
El segundo periodo de la servidumbre
abarcó de 1870 a 1915 e incluye el porfiriato
yucateco. Fue el periodo de desarrollo y
esplendor de la hacienda henequenera y de
la agricultura. El ganado fue sustituido por
el henequén como producto fundamental y
el lunero reemplazado por el peón acasillado
endeudado, sujeto al trabajo forzado del que
Kenneth Turner realizara una descripción
periodística en 1908.
Diversas razones concurrieron para
la transformación de los luneros en peones
acasillados pagados con jornal. Antes que
nada, el cultivo del henequén y en general
el desarrollo agrícola demandó grandes
extensiones de tierra para los planteles y
cultivos. Esto es, se redujeron las tierras
disponibles para el pastoreo del ganado y
también para la asignación de parcelas a
37
Pedro Echeverría V.
los sirvientes, quienes después de 1860-70
aumentaron en número en el interior de cada
finca (Bracamonte,1993)
Según el censo levantado en 1862, de
los 248,156 habitantes del estado de Yucatán
(Campeche se había separado y convertido
en estado independiente) el 58.8% vivía en
poblados, el 24.2% en haciendas, el 13.7% en
ranchos y el 2.2% en sitios. Pero en la región de
concentración de haciendas y de florecimiento
del henequén había un índice mayor de
habitantes en haciendas. En el partido de
Maxcanú el 42.7% de sus pobladores vivían en
haciendas; en el de Mérida el 31.8%; en el de
Izamal, el 30.1%; en Ticul el 29.1% y en Motul
el 23.6%. Sólo las grandes haciendas como
Mucuyché y Temozón pudieron mantener, a
pesar de sus extensas áreas sembradas de
henequén, tierras o montes libres en donde
los sirvientes pudieran realizar sementeras.
Haciendas medias o pequeñas en territorio
quedaron con docenas de hectáreas para su
abastecimiento de leña, carbón o madera
(Ibíd)
La importancia del henequén continuó
de manera extraordinaria; en 1883 ya ocupaba
el 60% de la superficie sembrada en el estado.
El maíz, que en vísperas de la Guerra de Castas
se apoderaba de casi el 95% de la superficie,
pasó a segundo lugar con un 36% del total,
quedando la caña de azúcar en tercer lugar
con apenas el 3.7%. Las haciendas maiceras
y ganaderas del noroeste fueron las primeras
en irse convirtiendo en henequeneras. Según
38
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
datos de mecates sembrados en 1883 por
«partido», en Acancéh habían sembrados 226
mil mecates, en Mérida 224 mil, en Hunucmá
119 mil, en Tixkokob 96 mil y en Maxcanú 81
mil mecates. En cuanto a zonas, era la noroeste
con el 65.8% y la central con el 26% donde se
concentraba el mayor porcentaje de siembra
(Suárez Molina, 1977)
Uno de los grandes problemas que surgió
al aumentar la demanda de fibra de henequén
fue la ausencia de capital para financiar el
largo período de cultivo que dura de 6 a 7 años
antes de entrar a la fase de explotación; entre
los comerciantes y terratenientes del estado
había escasez de circulante, que tuvieron que
conseguirlo en el extranjero vinculándose con
bancos de los Estados Unidos.
En 1852 don Eusebio Escalante fue
el primer yucateco que obtuvo refacción en
una importante casa banquera neoyorquina
quedando como exportador de la fibra de
henequén; la Casa Thebaud Brothers como
intermediaria y la banca norteamericana como
financiadora de operaciones. La Casa Escalante ,
como intermediaria del capital norteamericano
y de los hacendados henequeneros, pronto pudo
ejercer un control regional sobre la explotación
y producción del henequén (Barceló, 1982)
Los hacendados estaban en todas partes,
en el gobierno y la iglesia, en los partidos, y
entre los civiles y militares, porque la propiedad
agraria y la actividad agrícola y ganadera
constituían, aparte del comercio, el único medio
de enriquecimiento. En un documento de 1839
39
Pedro Echeverría V.
habían registrado 217 propietarios, dueños
de 327 haciendas. Muchos de los propietarios
eran mujeres, otros más sacerdotes; varios
de los hacendados eran personeros de curas
liberales, sin faltar desde luego políticos,
funcionarios gubernamentales y tres o cuatro
caciques mayas.
El 75.11% de dichos hacendados contaba
con una finca, el 14.28 dos fincas, el 10.12%
entre 3 y 7 establecimientos y el 0.46% entre
8 y 12 (Bracamonte, 1993)
40
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
CAPÍTULO III
EL PORFIRIATO EN YUCATÁN
3.1 Política y economía
Yucatán fue, durante el gobierno de
Porfirio Díaz (18761911),
uno de los
estados de la República donde se manifestó con
mayor claridad la divisa positiva de «Paz, Orden
y Progreso» (ideología y práctica que predominó
durante esta larga etapa de gobierno) Analizar
este período, tratando permanentemente de
evitar los prejuicios ideológicos que tanto
han deformado los estudios, puede ayudar a
obtener un conocimiento más cercano de la
situación que se vivió en aquellas décadas.
Es importante subrayar que el inicio del
gobierno de Díaz coincidió, precisamente,
con el desarrollo y consolidación económica
de los países industrializados; de tal manera
que al último cuarto del siglo pasado se le ha
conocido como la etapa del surgimiento del
sistema imperial. Por ello se puede explicar
la existencia de capitales sobrantes para ser
exportados a los países que garantizaron
óptimas condiciones para la extracción de
41
Pedro Echeverría V.
plusvalía y la consecuente acumulación de
capital. La economía capitalista demuestra su
prodigioso dinamismo. Tomando como base el
índice de 100 en 1860, la producción industrial
mundial se halla a nivel de 614 en 1913.
Se ha triplicado en Francia, cuadriplicando
en Inglaterra, sextuplicado en Alemania y
aumentado 12 veces en los Estados Unidos.
El conjunto de la economía observó en el
período porfirista una poderosa evolución
en torno a diversas variables que dependen
entre sí. Estaban las actividades de exportación,
estimuladas por el auge mundial y
las actividades internas inducidas por éstas,
por la oleada de inversiones y por la elevación
explosiva del gasto público, así como la
expansión del sistema crediticio y financiero
privado. A lo largo de la década de los años
ochenta las exportaciones se fueron elevando
rápidamente y con ellas el producto interno
de la nación.
El estímulo era formidable, pero en la medida
en que se generaba el crecimiento prioritario de
los sectores exportadores se iba polarizando el
sistema económico a su alrededor. La década de
los noventa corresponde a un período de auge
intenso en el panorama mundial, estimulado
princi-palmente por la explotación de recursos y
mercados coloniales, lo que produjo poderosos
impulsos favorables al intercambio comercial y
al crecimiento industrial (De la Peña , 1975)
El gran mérito de la dictadura porfirista fue
el de haber creado las condiciones necesarias
que garantizarán «la paz y el orden» en
42
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
una nación que había vivido durante más
de medio siglo de su historia una abierta
inestabilidad política y económica, situación
que fue utilizada por otros países poderosos,
para intervenir abiertamente y aprovecharse
de su desorganización y debilidad. Díaz,
mediante una política hábilmente llevada, supo
incorporar a las fuerzas de oposición juarista,
lerdista y conservadora, así como someter
a los caciques que le competían en poder y
amenazar o reprimir a los sectores y grupos
descontentos.
Los cuantiosos capitales extranjeros invertidos
en ferrocarriles, petróleo, henequén, etc.,
iniciaron un amplio desarrollo en varios
estados de la República y en la ciudad
de México, repercutiendo en todo el país.
Los beneficios económicos fueron para los
inversionistas extranjeros principalmente, pero
también para los capitalistas nacionales, en su
mayoría agrupados alrededor del dictador; así
mismo benefició indirectamente al resto de la
población.
Como producto de la gran revolución industrial
el mundo vivió en el último cuarto del siglo
XIX un gran desarrollo en todos los campos.
La extensión de las vías de comunicación fue
determinante en el período; los ferrocarriles
se convirtieron en la columna vertebral
del crecimiento de la producción agrícola,
industrial y comercial; el correo, los telégrafos
y la telefonía apoyaron el desarrollo.
En cuanto a la industria de la construcción hay
que señalar que durante esta fase se introdujo
43
Pedro Echeverría V.
a México el empleo del hierro y el concreto
armado en las estructuras de los edificios;
a principios de los ochentas se importan de
Inglaterra y Bélgica las viguetas de hierro y
las láminas galvanizadas y acanaladas. A fines
del siglo pasado se vendía el cemento inglés;
antes de concluir el XIX dos fábricas producían
este material en México, estableciéndose en los
siguientes años algunas empresas de cemento
que hasta hoy funcionan.
Este acelerado crecimiento, producto de la
revolución industrial, fue aprovechado por
el porfiriato para desarrollar una imponente
obra material en las ciudades: construcción de
cuarteles, prisiones, hospicios, mater-nidades,
gimnasios y toda clase de edificios públicos
construidos con el presupuesto gubernamental;
pero los más imponentes arquitectónicamente
fueron los palacios de gobierno erigidos en las
plazas de armas o «zócalos», con sus fachadas
neoclásicas. La arquitectura civil se manifestó
en los grandes almacenes, comercios, casinos,
círculos y hoteles de la ciudad de México y las
capitales de las provincias; en lo religioso se
construyeron capillas, ermitas, santuarios e
iglesias, la mayor parte, pequeñas iglesias en
las haciendas.
3.2 Henequén y hacienda
En Yucatán este formidable progreso económico
porfiriano se manifestó en las transformaciones
que sufrió la ciudad de Mérida en su aspecto
urbano: avenidas, paseos, edificios públicos,
44
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
residencias privadas, servicios de agua, luz,
etc.; todo tuvo importante presencia, por las
riquezas creadas teniendo como base la gran
producción henequenera surgida a partir de
su comercialización en el mercado norteamericano.
Todo el proceso henequenero se
centró en el sistema productivo desarrollado
en más de un millar de haciendas que habían
logrado aglutinar el sector numérico más
importante de la población trabajadora en
parte noroeste de la península yucateca.
Gracias a que Yucatán disfrutó del monopolio
(primero la Compañía Dondé , Carmona y
Escalante Bates, después Olegario Molina y
finalmente Avelino Montes) como productor
de henequén, los hacendados obtuvieron más
utilidades aún en los años que los precios
fueron más bajos. En efecto, en 1885 la utilidad
media fue de 4% contra costos más impuestos;
aumentó a 170% en 1889, de nuevo disminuyó
a sólo 5% en 1896, para alcanzar el máximo,
185% en 1902 y 50% en 1920, pese a que
los costos se habían duplicado en el período
1885-1910.
Varios estados se esforzaron, sin gran éxito,
por trasplantar el henequén en su territorio;
Yucatán siguió produciendo el 98%, y el resto,
por orden decreciente, a Campeche, Jalisco,
Chiapas, Quintana Roo, Oaxaca, San Luis
Potosí y Veracruz. Cuba, Honduras, Nicaragua
y El Salvador tampoco lograron trasplantar el
henequén a su territorio (González Navarro,
1979) Fue tal la euforia que había provocado el
extraordinario auge henequenero en los años
45
Pedro Echeverría V.
del porfiriato yucateco, que el hacendado Alonso
de Regil publicó en 1902 en el periódico de la
ciudad de México El Imparcial, que la propiedad
de Yucatán reposaba casi exclusivamente en
el cultivo del henequén y que era una riqueza
incomparable de la que había pocos ejemplos
en la historia. Yucatán, señalaba, vende
anualmente en el extranjero henequén por
valor de unos 20 millones de pesos. Cierto
que tiene que importar desde el maíz hasta las
manufacturas; para el movimiento de puertos
indica muy claramente que todos los años
queda un saldo cuantioso en favor del estado.
Este saldo se ha ido acumulando año tras año
hasta dar por resultado una sobra de capitales
que ha hecho abaratar el dinero y buscar todos
los medios posibles de inversión.
Para ilustrar la realidad de la segunda
mitad del siglo XIX, se presenta un cuadro
estadístico del número de haciendas, los
municipios a que pertenecen y las zonas en
que se ubican; totaliza el número en 1,265
haciendas en 1845, 1049 en 1862 y 1,235 en
1889. Siguiendo el último año, Motul llegó a
tener 225 haciendas, Izamal 150, Acancéh 132,
Temax 118, Hunucmá 81 y Mérida, después de
registrar en 1862, 269 haciendas, se redujo a
79. Además en la zona sur aparece 115, en la
oriente 141 y en «Las Islas» 18 (Suárez Molina,
1977)
Haciendo una breve descripción de los
componentes del llamado «casco» de las grandes
haciendas henequeneras, se puede señalar que
la casa principal, que gene-ralmente era un
46
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
edificio imponente y bello para el gusto de la
época, permanecía sin ser habitada; en pocas
ocasiones del año era ocupada por el dueño de
la finca, sus familiares y amigos.
E l a u g e e c o n ómi c o p e rmi t i ó
la reconstrucción, ampliación y acondicionamiento
de los edificios. Al parecer, la
mayoría de ellos habían funcionado como
estancias y haciendas maicero ganaderas.
Fueron dotadas de mayores comodidades y
servicios sanitarios completos; casi siempre
llegaron a tener una función social de
esparcimiento. Contaba con huertas y muchas
veces con amplios y cuidados jardines. Cerca
estaba la capilla, que era generalmente un
importante edificio, la casa del encargado y
el despacho u oficina de éste; el dispensario
médico y la bodega de útiles de trabajo. En
torno de la casa principal se encontraban los
corrales para el ganado vacuno, caballar y
mular y los patios para las gallinas. Allí estaba
también la casa de máquinas, casi siempre
edificio grande, a veces más imponente que la
casa principal, en la que se encontraba montado
un tren de raspa y la prensa empacadora, y
junto a este edificio o cerca de él estaban las
bodegas para almacenar pacas de henequén.
No faltaba el calabozo y menos las norias de
donde salían cañerías que transportaban agua
para el estanque, las huertas, los bebederos
para corrales y las pilas exteriores; los aljibes
eran utilizados como depósitos para agua de
lluvia. Estaban también, en torno al casco,
las casas de los acasillados con solar o patio y
47
Pedro Echeverría V.
techos de paja y más tarde de tejas o lámina
(Ibid)
La insaciable engavilladora McCormick
devoraba millones de metros de hilo «binder
twine». Los productores yucatecos desesperados
buscaban los medios para satisfacer
este renovado apetito de producción consumo
de un sistema en acelerado proceso de
desarrollo. Se introdujeron las rieles portátiles
de «Decauville» al interior del plantel.
Estos rieles, verdaderas correas de
transmisión que se tenderían junto al plantel
que estuviera en turno para el corte de hojas,
sustituyeron a las mulas que llevaban la penca
hasta la casa de máquinas para su raspa.
Sobre estas rieles, la plataforma tirada por
mulas llevaba las pencas, también sacaba
el sosquil húmedo recién raspado rumbo al
tendedero; mientras, una bagacera se deslizaba
sobre rieles para tirar los desperdicios de
la raspa, otros rieles iban al tendedero a la
prensa de empacar, y otros iban de la bodega
de la hacienda con pacas hasta la estación
del ferrocarril o su paradero más cercana. En
1905 se habían tendido 1.746,150 kilómetros
de vías en 304 haciendas (García Quintanilla,
1985) Además de las vías de Decauville,
los hacendados apoyaron con fuerza la
introducción del ferrocarril.
El último cuarto de siglo XIX fue de
gran expansión de capitales en el mundo,
es el período de la formación de las fuerzas
imperiales que se enfrentarían en la I y II
guerras mundiales. En 1830 se construyó
48
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
la primera locomotora y 32 años después,
en Estados Unidos se construyeron para su
exportación. Bajo este panorama se promueve
la construcción del ferrocarril en Yucatán y su
posterior extensión en la zona henequenera.
Para 1875, cuando se clava el primer
riel de ferrocarril en la península, ante la
intensa propaganda sobre el «bienestar», la
«civilización» y el «progreso», pero sobre todo
de los negocios, la mente de muchos yucatecos
estaba ocupada en las vías férreas, muchos
hombres de negocios tenían puesta toda su
atención en la construcción de los ferrocarriles
y la manera de allegarse fondos para ella.
Luego que se inauguró el ferrocarril de Mérida
a Progreso, en 1881, el camino de hierro hizo
que se olvidase la carretera, y cada nuevo
tramo de rieles que se inauguraba marcaba
el abandono de ésta y su tráfico. Los grandes
trenes con carros de tracción de sangre, que
comunicaban la capital con el sur y el oriente,
fueron desapareciendo ante los avances de los
trenes de vapor (Echeverría, 1999)
El auge del henequén hizo que hacendados
y comerciantes lograran reunir la cantidad de
150 mil pesos para poder obtener la concesión
del FFCC de Mérida a Progreso. A diferencia
de los ferrocarriles del resto del país, los de
Yucatán fueron construidos con capitales
locales y administrados por yucatecos. Citando
a Miguel de Castro, fundador del Puerto de
Progreso, se dan cifras que indican cómo estaba
aumentando la exportación: 4,811 pacas del
año de 1856 a 1858; 9,670 de 1863 a 1865 y
49
Pedro Echeverría V.
33,810 de 1866 a 1868 (Barceló, 81)
La demanda siempre creciente de la fibra
de henequén y la relativa escasez de ésta, que
sólo se producía en Yucatán y en cantidad
limitada, hizo subir su precio en proporción
considerable de 1880 a 1900. En 1878 se
cotizaba la fibra en 2 centavos y cuarto, en
1888 había subido a 6 centavos y fracción y
en 1892 a casi diez centavos. Varias firmas
norteamericanas disputaban la fibra para
consumo interno o para exportarlo a países
que ya usaban la máquina engavilladora.
En Yucatán había varias casas comerciales;
las principales y más antiguas eran las de
E. Escalante y M. Dondé, que operaban en
conexión con la firma de Thebaud Brothers de
New York. En 1905 se fundó la casa O. Molina y
Cía. Además operaban otras cinco o seis casas
compradoras.
Se planteó, desde entonces, la oposición
de intereses entre los manufactureros
norteamericanos y sus clientes, los cosechadores
de trigo, por una parte, y los productores de
henequén yucateco, por la otra. Los primeros
se quejaban del precio cada vez más alto de
la fibra que obligaba a encarecer el hilo de
engavillar; y cuando las circunstancias lo
permitían, trataban de deprimir el precio.
De aquí surgían los conflictos (Molina Font,
1941)
En 1883 la cuarta parte (843) de las
fincas del estado (4,139) se dedicaban al cultivo
del henequén. La totalidad de las fincas de los
partidos de Mérida (162) y de Hunucmá (219)
50
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
cultivaban exclusivamente henequén, las dos
terceras partes (4) de las fincas de Progreso,
una tercera parte (67) de las de Acancéh, el
27% (62) de las de Tixkokob, el 23% (39) de
las de Maxcanú, el 21% (81) de las de Motul,
etc. En cambio, sólo el 1% (3) de las de Espita
y 2% de las de Tizimín (4) y Peto(1) cultivaban
henequén (González Navarro, 1979)
En 1900, mediante un acuerdo de
las más poderosas firmas norteamericanas,
surgió la Internacional Harvester Corporation,
que desde entonces fue el «trust» principal
consumidor de la fibra yucateca. Este fue
representado en Yucatán por la casa de O.
Molina y Cía. Sucesores, ejerciendo hasta 1911
una verdadera hegemonía sobre el comercio
de la fibra yucateca. Su política comercial
tendía, naturalmente, a bajar la cotización de
la fibra yucateca en beneficio de sus intereses
y de los cosechadores de trigo. Sin embargo,
el hecho fue que bajo el monopolio comercial
de la Harvester , las plantaciones de henequén
crecieron en progresión no interrumpida hasta
el año de 1911; y comenzaron a decretar en
1912, que fue precisamente cuando el Gobierno
de Yucatán creó el primer organismo oficial
para intervenir en el comercio del henequén
(Ibid)
Los hacendados yucatecos no conforman
un grupo económico e ideológico sólido, por el
contrario existían diferencias serias entre ellos
por orígenes e intereses que representaban.
Muchas familias poderosas tales como los
Cámara, Regil y Peón, cuyos antepasados
51
Pedro Echeverría V.
jugaron un importante papel en la sociedad
colonial yucateca, solidificaron sus posiciones
durante el auge y de hecho aumentaron sus
riquezas en conjunto, tenencias de tierra y
poder político.
Al analizar la actuación de los Molina y
los Peón en el Yucatán porfiriano, se considera
que los segundos provenían de tradicionales
familias latifundistas cuyos prestigios e
influencia datan de la época colonial y que
demostraron una misteriosa habilidad para
adaptarse al cambiante orden económico,
y que los Molina surgieron de un grupo de
familias cuya principal fuente de riqueza
provenía del creciente comercio de importación
y exportación en lugar de la tenencia de
tierras, quienes usaron poderosas conexiones
extranjeras para asegurarse el control del
comercio del henequén (Allen Wels, 1980)
Olegario Molina pudo ir adquiriendo plantaciones
henequeneras y haciendas dedicadas
a la producción de caña de azucar. En 1910
contaba con 17 haciendas y más de 21 mil
hectáreas siendo el productor más importante
de azucar, mieles, mascabado y alcohol en el
estado (Betancourt, 1989)
Los hacendados en cuanto a la propiedad
de las tierras, la explotación del trabajo,
las relaciones de producción, estaban en
posiciones similares por lo cual, en su
conjunto, constituían una clase social. Sin
embargo, en su seno se manifestaban fracciones
diversas, entre las cuales dos eran relevantes y
polarizaban en su derredor a las demás. Una
52
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
era la fracción de los grandes hacendados
ligados a la esfera del poder político, e incluso
dentro de ella y ligados estrechamente con la
burguesía exportadora hasta el punto de lograr
beneficios económicos y de prioridad en la venta
de su henequén. Su situación les permitía irse
haciendo de cada vez mayor cantidad de tierra,
de utilidad la más rentable dejando las otras de
reserva, obteniendo de esa manera una renta
diferencial considerable, beneficiándose a la
vez de la agricultura extensiva que estaba en
posibilidades de practicar.
Contrastaba la situación de los grandes
hacendados con la de la fracción que constituía
la mayoría, que impasible veía venir la
ruina mientras intensificaba sus medios de
explotación de la mano de obra como único
recurso para hacer frente a la crisis. Dentro
de esta mayoría existían gradaciones diversas,
desde los que tenían hipotecadas sus haciendas
o ya las habían perdido hasta los que logran
obtener utilidades (Montalvo, 1976) Mientras
tanto, la producción y venta del henequén a
los Estados Unidos se ampliaba cada vez más;
en el año de 1860 se exportaron 1,793 pacas;
en 1870 ascendió a 19,893; en 1880 llegó a
la cantidad de 112,911 y así progresivamente
hasta ascender a 1,191,433 pacas en 1916. Los
precios a que se cotizaba el henequén sufrían
diferentes oscilaciones; en 1880 se cotizaba a
2.22 oro americano la libra; en 1887 a 3.68;
en 1889 a 5.72. En los años siguientes sufrió
bajas sucesivas hasta llegar al precio de 2.25
53
Pedro Echeverría V.
en 1895; luego fue subiendo hasta registrar
en 1902, con motivo de la guerra hispano
americana, el precio de 9.84; en 1910 se
cotizaba a 4.25 y en 1915 a 5.89 (Betancourt,
1953)
Durante el período comprendido de
1870 a 1910 se registraron trascendentales
transformaciones en el comercio exterior de
México, que tienen su origen en el desarrollo de
las comunicaciones ferroviarias y marítimas:
las inversiones de capital extranjero que
estimularon casi todos los sectores de la
economía nacional; el aumento constante de la
población; el auge de la minería al incorporar
nuevos métodos de beneficio y la energía
eléctrica; la creación de nuevas industrias de
transformación, etc.
Considerando los dos extremos del período,
1870 y 1910, la cifra final resulta diez veces
mayor que la inicial, lo que significa que el
comercio exterior de México se incrementó en
ese lapso. El oro y la plata representaron el
65% y los productos vegetales como el café, el
algodón y el henequén representaron el 20%
(López Rosado, 1963)
3.3 Condición de los trabajadores
La mayoría de los trabajos escritos acerca de
la situación de las haciendas parecen coincidir
en las críticas y los argumentos que explican la
realidad porfiriana y también en las limitaciones
a que llevan la dificultad para la obtención de
datos de archivo que permita enriquecer las
54
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
investigaciones. Se ha señalado con claridad
que, puesto que los hacendados eran el blanco
del ataque del gobierno revolucionario, no
había razón para que pusieran sus archivos
a disposición de los historiadores mientras
estuvieran en posesión de ellos. En tanto los
libros de las haciendas particulares no estén a
disposición de los investigadores, sólo se puede
contar con cuatro fuentes:
1. Relatos de periodistas y reformadores
sociales de la época;
2. Debates en las cámaras en el período
de Díaz y sobre todo en el de Madero;
3. Investigaciones históricas y antropológicas
de carácter local, y
4. Informes diplomáticos extranjeros
(Katz, 1980)
Después de la revisión de más de una
veintena de ensayos acerca de la situación
de los trabajadores de las haciendas henequeneras
en el período porfirista, se puede
llegar a la conclusión de que la mayoría de
los autores coinciden, de manera general,
con lo señalado por el escritor Molina Font en
1937. En una apretada síntesis se
pueden presentar las siguientes ideas:
1. La población estuvo de manera
permanente al servicio de las haciendas;
2. Para arraigarla más se procuró hacerles
contraer deudas que significaban sacrificio de
55
Pedro Echeverría V.
su libertad de por vida;
3. Este régimen perduró hasta 1914;
4. Para los campesinos avecinados en las
haciendas no existía la libertad de trabajo.
5. La condición de los sirvientes acasillados
en las haciendas era muy semejante a la de los
campesinos de la Europa Medieval (servidumbre
de la gleba), no estaba vinculado al dueño sino
a la tierra;
6. Los sirvientes no eran esclavos,
conservaban sus derechos civiles; tampoco eran
libres, estaban arraigados y obligados a prestar
servicio sin su voluntad;
7. Sus derechos políticos hasta hoy son
ficticios;
8. No podían separarse de la hacienda,
eran reintegrados por la autoridad;
9. El salario no era libremente estipulado
por él;
10. A cambio de casa y parcela se les
exigía injustamente una jornada semanal de
trabajo sin remuneración.
Hablando de algunos derechos de los
trabajadores se señala:
1. Eran propietarios de diversas clases
de animales domésticos y, algunos, hasta de
unas cuantas cabezas de ganado;
2. Tenían derecho de hacer milpa y la
cosecha les pertenecía íntegramente;
3. Sus deudas generalmente se originaban
de préstamos para casamientos,
bautizos, velorios, fiestas;
4. La servidumbre rural era ya un régimen
bondadoso y necesario. Era ilegítimo, injusto,
56
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
lesivo y abusivo;
5. Los sirvientes gozaban de relativo
bienestar, no tanto por humanidad, sino por
propio interés o por egoísmo del hacendado.
6. Había escasez de braceros por lo que
hicieron venir a Yucatán, a gran costo, millares
de trabajadores contratados en China, Corea y
las Indias Canarias;
7. El jornal era considerablemente superior
al de los campesinos de otros estados;
8. Aquel régimen no fue creación de los
hacendados,sino herencia de épocas ante-riores
y resultado de una situación social en que
intervinieron factores ajenos a su voluntad;
9. Ante una economía yucateca destrozada
se hizo uso del sistema de trabajo y de los
medios de acción que encontraron establecidos
y sancionados por una costumbre tres veces
centenaria.
Veamos ahora algunas divergencias:
1. La situación del trabajador perma-neció
inalterable en medio de cambios; posiblemente
desde la época colonial se estableció el sistema
de que todo peón debería permanecer en las
haciendas hasta que su deuda fuera saldada
(Benítez, 1985)
2. El ausentismo del dueño hacía quedar
la hacienda en manos del mayordomo (González
Navarro, 1979)
3. Se azota a los peones si salen de la
hacienda sin permiso (Baerlein, 1980)
4. Era en la tienda de raya donde se
endeudaban los peones y a la vez producían
57
Pedro Echeverría V.
un alto ingreso complementario al hacendado
(Katz, 1983)
5. Los peones nunca reciben dinero, se
encuentran medio muertos de hambre, trabajan
casi hasta morir, son azotados, un porcentaje
de ellos es encerrado todas las noches en una
casa que parece prisión; la comida consistía
en dos grandes tortillas de maíz, una taza
de frijoles cocidos y un plato de pescado
rancio que despedía un gran hedor (Kennett
Turner,1978)
6. A los llamados criados o sirvientes se
les arraigaba a través del crédito, el patrón les
proporciona de 100 a 200 pesos para instalar
su hogar al casarse, se les da una casita, la
cantidad de tierra que pueden laborar, 50
centavos por día de trabajo, comida diaria
hasta por valor de 25 centavos, además de
vestimenta, pues cada miembro adulto recibe al
año 16 varas de tela que cuesta en el mercado
50 centavos la vara; también tiene derecho a
asistencia médica y medicinas (Kaerger,1980)
¿Quién tiene la razón? ¿Cómo llegar a la
verdad?
CAPÍTULO IV
LA REVOLUCIÓN MEXICANA
4.1 Las interpretaciones de un hecho
La r e v o luc i ón me x i c ana ha s i d o
interpretada desde distintos puntos de
58
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
vista y se han dado suficientes elementos para
fundamentar las concepciones. Se argumenta
que el régimen de Díaz no fue derrocado
únicamente por la oposición interna, sino
también por la oposición de importantes grupos
en los Estados Unidos, pues Díaz invitó a
inversionistas europeos con el fin de desafiar la
supremacía norteamericana. «Los Científicos»,
al tener ligas tradicionales más estrechas con
los círculos financieros europeos, no veían con
buenos ojos el predominio norteamericano;
además que éstos, a diferencia de los europeos,
no aceptaban a ningún «científico» como socio.
Por otro lado, y esto es lo más importante, el
predominio norteamericano era incompatible
con el concepto que tenían los «científicos» de
lo que debía ser el desarrollo económico de
México (Katz,1983)
Varias interpretaciones más se han hecho sobre
este acontecimiento. Desde el lado oficial se le
ha definido como «revolución social mexicana»,
pretendiendo con ello exhibirla:
1. como representativa de los intereses
nacionales salvaguardados por la «familia
revolucionaria» en el poder y su partido político;
también ha sido caracterizada
2. como «interrumpida» en su conti-nuidad,
aunque no dispersada, aplastada o vencida,
es decir, la revolución no concluyó con el triunfo
del capitalismo, quedó apresada en un lazo
colocado en el cuello de la burguesía, del que
las masas mexicanas están jalando cada vez
con mayor fuerza (Gilly, 1982)
59
Pedro Echeverría V.
3. como una revolución que no fue más allá de
los intereses de las clases medias mexicanas,
en la que las reformas se hicieron a costa de
las antiguas clases, pero sin modificar en
lo fundamental la estructura clasista de la
sociedad (Córdova, 1973)
4. como revolución burguesa que plantea el
desarrollo del capitalismo sobre un mar feudal
y atrasado (Semo,1979)
La revolución mexicana se puede definir a
partir de cualquiera de sus momentos:
1. El gran movimiento armado, iniciado con
el Plan de San Luis, que derrocó en 1911 a la
dictadura porfiriana;
2. La lucha abierta que se desarrolló a partir del
Plan de Guadalupe y que acabó en 1914 con la
usurpación huertista;
3. El enfrentamiento ideológico y armado entre
caudillos militares que pretendían imponer su
hegemonía en 1914;
4. La lucha de ideas y la proclamación de la
Constitución que dio un nuevo orden jurídico
político al país en 1917 y;
5. La toma del poder, en 1920, por el grupo
sonorense con características jacobino
bonapartistas.
Todas las revoluciones conocidas hasta hoy
(francesa, rusa, cubana, mexicana), cuando
atraviesan por su fase de destrucción del orden
establecido, parecen ser los más radicales y
honestos. Durante meses, por algunos años, las
ilusiones, la alegría, la entrega a la causa, tanto
60
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de las masas como de los jefes, parece no tener
fin; sin embargo, según se ha visto, después
de un período aproximado de seis años, una
vez que la nueva clase política ha consolidado
su poder, después de eliminar a sus enemigos
«de clase» e ideológicos, entra en un proceso de
conservadurismo y reaccionarización.
Sin embargo es innegable que todas las
revoluciones, aunque no transforman de
manera radical la marcha natural, continua y
evolutiva de las cosas, ayudan a romper muchas
trabas, a despertar muchas conciencias y a
acelerar el desarrollo social. No hay duda de
que México necesitaba una revolución, así
como también fue necesaria en los países con
dictaduras de regímenes totalitarios, civiles
o militares, en los que la población no tiene
libertad para manifestarse, pero también es
necesario medir lo que las grandes mayorías
ganan y lo que pierden, analizar si lo que se
sacrifica u obtiene en lo material y espiritual
es mayor o menor de lo que se tenía.
Con base en las proclamas y actitudes de los
dirigentes revolucionarios que ocuparon el
poder a lo largo del período de la revolución
mexicana, se puede anotar tres momentos:
la etapa maderista que pretendió reformar el
antiguo régimen; la carrancista que por medio
del orden constitucional quiso crear un país
moderno, y la que correspondió al grupo de
Agua Prieta que utilizó el radicalismo antifeudal
y jacobino como política de mediatización
y control de masas. Depen-diendo de estos
momentos se desarrollaron en muchos estados
61
Pedro Echeverría V.
de la República políticas similares.
Señalan los investigadores Aguilar Camín y
Meyer que los nuevos gobernantes eran gente
práctica y modernizante, pequeños propietarios
y empresarios del norte ansiosos de echar
a andar la máquina económica en beneficio
propio y del país. Querían acabar con algunas
trabas del crecimiento surgidos durante el
Porfiriato para llevar a México por el camino de
un pleno desarrollo capitalista y nacionalista.
Querían acabar con el latifundio, pero sólo
con el improductivo y aceptaban la idea de
desarrollar el ejido, pero sólo como forma
marginal y transitoria de propiedad, ya que
en su opinión el mejor productor agrícola era
el mediano propietario: el ranchero de cuyas
filas había salido tantos jefes revolucionarios.
Anhelaban erradicar el monopolio del capital
extranjero sobre la explotación de los recursos
naturales mineros y petroleros, pero invitaban
al inversionista externo a meterse en la áreas
que interesaban al nuevo grupo en el poder.
Deseaban, en fin, modernizar a México, y para
ello no podían sino seguir con ciertas variantes,
el único modelo exitoso que habían visto de
cerca, el norteamericano (Aguilar Camín-
Meyer, 1992)
4.2 La revolución en Yucatán
La revolución llegó a Yucatán hasta el 19 de
Marzo de 1915, cuando por orden del Primer
jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano
Carranza, Salvador Alvarado recibió el encargo
62
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de tomar la entidad. Hizo su entrada triunfal
después de infringir al ejército que estaba
al servicio del gobierno yucateco y de los
hacendados, causándoles 540 bajas, así como
622 prisioneros en las batallas de Blanca Flor,
Pocboc y Halachó. Tomó entonces posesión del
estado como gobernador y comandante militar;
es evidente que fue el personaje que por su
actuación y pensamiento jugó el papel más
importante durante el período de la revolución
en Yucatán.
Una de sus actividades principales fue la
de intervenir en la Comisión Reguladora
del Mercado de Henequén (CRMH) que
había sido fundada en 1912 por algunos
organismos privados, con el objetivo de
destruir o aminorar el dominio comercial de la
Internacional Harvester, que a la vez había sido
creada en 1900 y se había convertido en un
monopolio norteamericano comprando fibra.
En un principio, la Reguladora , discretamente
manejada, produjo resultados benéficos,
pues la competencia hizo subir la cotización
del henequén en rama hasta siete centavos
por fibra, moneda americana, en 1913. De
las ganancias surgieron contribu-ciones y
empréstitos, primero para el gobierno de
Huerta y después para el de Carranza, que
nunca fueron restituidos a las arcas de la
entidad. Al hacerse cargo de la Reguladora ,
el gobierno de Alvarado expulsó del territorio
de Yucatán a los representantes de las casas
compradoras de fibra, convirtiéndose la
CRMH en el conducto único y necesario para
63
Pedro Echeverría V.
negociar el producto, quedando así establecido
el monopolio oficial del comercio del henequén
(Molina Font, 1941)
La I Guerra Mundial (1914 18) produjo una
gran demanda de materias primas y una
extraordinaria inflación en sus precios. En
los Estados Unidos y en el Canadá se habían
sembrado enormes extensiones de trigo
previniendo una posible prolongación de
la guerra; ello produjo una gran demanda,
una necesidad extraordinaria de parte de los
productores de trigo, de hilo de engavillar
yucateco. Los años 1916, 1917 y 1918 fueron
extremadamente beneficiosos para la economía
yucateca, pues el henequén se cotizó de 7.34
la libra en 1914 a 19.25 en 1918.
Era natural que las circunstancias producidas
hayan sido aprovechadas por la Comisión
Reguladora para hacer presión en el alza del
precio. Después de concluida la contienda,
indica Cámara Zavala, no había razón para
seguir pretendiendo mantener los precios altos.
La Reguladora los impuso cuando eso fue
posible, pero esto le envaneció, y desconociendo
la verdadera causa del fenómeno que la guerra
produjo, y que la institución atribuyó a su
habilidad y competencia mercantil, resultó
que los consumidores cesaron en sus compras
de henequén y comenzó a formarse el stock,
que pesó años sobre las espaldas del pueblo
yucateco y perturbó hondamente el sistema
económico del Estado (Cámara Zavala, 1977)
Desde 1916 en el senado nortea-mericano
64
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
se presentó una iniciativa para investigar las
causas del alto precio de la fibra valorada
entonces a 6 centavos la libra. Al siguiente año
el precio medio llegó a 13.5 centavos, por lo
que «el diputado nortea-mericano Cox calificó
la actividad de la «Comisión Reguladora»
como «el Trust más inhumano». Y se formó
una comisión de senadores que declaró que
«el pueblo americano ha sido forzado a pagar
por una de las necesidades de la vida muchos
millones más de su justo valor» y recomendaba
a los agricultores americanos hacer todos los
esfuerzos posibles para encontrar un sustituto
de la fibra del sisal mexicano (Asquinasy,
1936)
A principios de 1919, la cantidad de henequén
acumulado en las bodegas de la Reguladora
ascendía a 800 mil pacas.
Mientras los ingresos se reducían al limitarse
severamente las exportaciones, las deudas
aumentaban hasta formar una montaña de
proporciones gigantescas. Al desaparecer
las ventas desaparecieron también las
contribuciones de la fibra que sostenían los
gastos y servicios del Estado. Alvarado, ya
fuera del gobierno, aconsejó que se redujeran
los presupuestos y los gastos del Estado
como única posibilidad a afrontar la crisis,
pero el nuevo gobernador, Castro Morales,
con el apoyo de Carrillo Puerto, como era de
esperarse, mantuvo la elevación de los salarios
y la cotización de la fibra (Benítez, 1985) El
Partido Socialista del Sureste estaba en su
mejor momento después de los congresos de
65
Pedro Echeverría V.
Motul (1918) y de Izamal, al año siguiente.
De hecho, materiales en los archivos de la
Internacional Harvester, de la Peabody y en el
Archivo Nacional de los EE.UU., documentan
la influencia que los cordeleros norteamericanos
tenían en Washington y la presión
que el gobierno de los EE. UU. ejercía sobre
los gobiernos de Carranza y más tarde sobre
Obregón, para impedir cualquier acción que
pudiera arriesgar o retrasar la provisión de
fibra. El ultimátum del presidente Carranza al
Gral. Alvarado durante la I Guerra Mundial, de
poner fin inmediatamente a su modesta reforma
agraria, sugiere que Obregón, igualmente
sensible a la presión nortea-mericana, tampoco
había apoyado los planes de Carrillo Puerto
para la expropiación radical de las haciendas
henequeneras, a pesar de su reputación agraria
(Gilbert Joseph, 1977)
La mala administración comercial, el
surgimiento de la competencia internacional
de la fibra y la liberación del peonaje,
fueron factores importantes en la caída de
la producción henequenera y del sistema de
trabajo de las haciendas. Se ha señalado que
en 1920, Kenya y Tangañika produjeron poco
más de 10 mil toneladas de fibra. En 1930
produjeron 65 mil y en 1937, 123,000. Los
hacendados de Java y Sumatra produjeron
en 1923, 14 mil toneladas, 65 mil en 1930 y
en 1937, 86 mil. En cambio Yucatán, que en
1916, había producido 200 mil toneladas y
en 1920, 160 mil, en 1937 no llegó a 100 mil,
y en 1939 produjo apenas 80 mil. Pero ya en
66
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
estos períodos otros factores contribuyeron a
precipitar la ruina de la industria henequenera
yucateca (Molina Font, 1941)
Para 1917 y para 1927, señala Mesa Andraca,
o sea, una década después, funcionaban un
total de 658 haciendas en Yucatán, en las
cuales no habían sido afectadas de manera
definitiva las extensiones de tierras con que
ingresaron a la etapa postrevolucionaria. Para
el momento clave de la I Guerra Mundial, la
ley que abolía el peonaje por deudas tuvo un
carácter liberalizador a la vez que conflictivo,
pues así como permitió el abandono voluntario
de las haciendas les creaba a los hacendados
un conflicto en cuanto a la fuente de valor
de sus unidades: la fuerza laboral. No pocos
hacendados vieron con disgusto la retirada
de los peones a sus pueblos de origen o hacia
pueblos cercanos, pues además de que perdían
al elemento clave de la hacienda henequenera,
como apuntamos, preveían que esa masa tan
numerosa de habitantes podía convertirse,
como de hecho lo fue, en la fuerza justificante
de las mismas prédicas agrarias del nuevo
régimen.
Sin embargo, en su naturaleza, el gobierno
alvaradista traía como mácula imborrable
el carisma de la conciliación clasista y
pronto apoyó la ejecución de una política
inmigracionista de trabajadores de otras partes
del país a Yucatán, canalizándolos desde luego
a las labores de las haciendas henequeneras.
Se supone que fueron entre 15 mil y... 19 mil
el total de inmigrantes que trajeron en aquellos
67
Pedro Echeverría V.
años a la península; en sí ellos representan un
porcentaje de alrededor del 30 al 33 por ciento
de trabajadores que sustituyeron parcialmente
al total de expeones que abandonaron las
haciendas y cuyo número asciende para el año
de 1921, según el censo de ese mismo año, a
57 mil (Franco, 1990)
En el presente siglo se podrían bien señalar tres
momentos claves que explican la decadencia
de la producción henequenera y de las mismas
haciendas:
1. El triunfo de la Revolución Mexicana cuyo
objetivo fue la destrucción de las relaciones de
producción de tipo semifeudal y la consecuente
instauración de relaciones de trabajo más
modernas con características capitalistas;
2. La Reforma Agraria cardenista en la década
de los treintas, que culminó con la creación del
sistema ejidal, a partir de la expropiación de
las propiedades de los hacendados, y el control
gubernamental con la intermediación del Banco
Nacional de Crédito Ejidal; y
3. El surgimiento de un nuevo giro en la economía
yucateca a partir de la década de los sesenta. El
henequén, tanto en rama como industrializado,
al no poder competir pierde mercado; la
producción de la fibra bajó rápidamente y
las haciendas fueron abandonadas por sus
propietarios. En turismo, la pequeña industria,
el comercio y las finanzas empezaron a tomar
auge en la ciudad; se inició el crecimiento rápido
de Mérida y de Cancún.
En este último periodo se inició un proceso de
68
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
diversificación de las actividades productivas
que propició el rápido crecimiento del producto
interno bruto, al incrementarse de 4,380
millones de pesos en 1970 a 10,029 millones en
1980, a precios constantes, lo que representó
un crecimiento medio anual de 8.6% que casi
duplica al registrado en el decenio anterior
de 46% anual. Paralelamente se acentuó
la tendencia decreciente de la producción
agroindustrial del henequén, que disminuyó
su peso específico en la composición del PIB de
13.4% en 1970 hasta 5.9% en 1980 (PRHDIY,
1984)
La revolución, como se ha señalado, surgió
precisamente porque las estructuras económicas
y políticas del Porfiriato, ya caducas, estaban
impidiendo el desarrollo de nuevas relaciones
de producción, de métodos de hacer política,
más acordes con los requerimientos del país,
influenciados evidentemente por los cambios
de la situación internacional. A nivel mundial
los trabajadores habían logrado importantes
reivindicaciones, obligando a que las formas
de producción que la nueva clase dominante
venía ejerciendo fueran más modernas.
La Constitución Mexicana del 17 y el artículo
123, que plasman reivindicaciones de los
trabajadores, son claras muestras de esos
cambios radicales. Ante esta situación, los
hacendados con menor visión política y limitadas
posibilidades de modernizarse, comenzaron a
vender sus fincas o a abandonarlas, y por ende
también a dejar de sembrar henequén. Las
estadísticas indican que en 1916 se alcanzó
69
Pedro Echeverría V.
la máxima cifra de producción: 1.191, 433
pacas con un peso de 201,990,440 kilos.
Sin embargo, pese a los acontecimientos,
en la década de los veinte las haciendas
henequeneras continuarían funcionando
con cierta normalidad. El censo general de
habitantes de 1921 informa de la existencia
de 868 haciendas, de éstas 593 se localizaban
en la zona henequenera. Mérida contaba con
67, Motul con 45, Izamal con 33 y Tixkokob
con 31, siendo estos los municipios con mayor
número de fincas.
En cuanto al número de habitantes por
hacienda, Uayalceh, del municipio de Abalá
tenía 738 habitantes; Xcanchakán, Tecoh,
710; San Francisco, Dzidzantún, 638; Tekik,
Timucuy, 625; San Antonio Sihó, Halachó,
582; Yaxcopoil, Abalá 538; Sacapuc, Motul
477; Chacmay, Temax, 466; Lepán, Tecoh, 459;
Mukuiché, Abalá, 456 y Tedzidz, Samahil, 454.
Entre las haciendas del municipio de Mérida,
destacaban por su número de habitantes: San
Nicolás Yaxnic, San Pedro Chimay, Xcanatún,
Sacnicté, Tzacalá, Noh Ac y Chichí.
La revolución no fue capaz de tomar medida
alguna contra sus propietarios, como el
mismo Salvador Alvarado tuvo que reconocer
años después. Alvarado había buscado
la cooperación y la comprensión de los
hacendados porque consideraba que era
necesario el equilibrio entre el capital y el
trabajo, sin la cual, según creía, la industria
y la producción eran imposibles, trayendo
como consecuencia inmediata la desolación y
70
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
la ruina. Debían aceptar nuevos sistemas de
trabajo, invertir sus capitales en empresas de
utilidad social y a cambio él se comprometía
a cooperar dándoles mayores facilidades. Los
hacendados oyeron esta mezcla de lección
moral y de buenos propósitos económicos
con injustificado asombro. Unos eran los
aristócratas vencidos, que se encogieron de
hombros. Otros, los jóvenes, lo entendieron
y trataron de adaptarse a los nuevos tiempos
(Benítez, 1985)
4.3 Los violentos veinte
Al no poder continuar Alvarado en la
gubernatura, porque la Constitución del 17
se lo impedía, apoyó el arribo de Carlos Castro
Morales al gobierno (1918-1922), en cuyo
cuatrienio se agudizó la crisis henequenera
provocada por los precios y el gigante stock.
Durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto
tampoco se pudieron dar pasos importantes
para impulsar la economía henequenera. La
actitud de Alvarado era congruente con su
oposición al ejido, pues seguía la corriente que
predominó en la Revolución Mexicana y que
durante años siguió el pensamiento agrario
de Luis Cabrera.
Para Carrillo Puerto el henequén era una
cadena del eslabón de la esclavitud del indio;
por esa razón era preciso acabar con este
agave. Se redujo la producción anual del
henequén en un 15% a los hacendados que
produjeran de 115,001 kilos a 230,000, y
71
Pedro Echeverría V.
así, proporcionalmente, hasta la mitad de las
haciendas que tuvieran un rendimiento de
690,001 kilos en adelante.
La ley anterior procuraba salvar la industria
henequenera afectada por una crisis
internacional. Dos años después, en cambio,
la ley del 28 de noviembre de 1923 intentó
afectar directamente la tendencia de la tierra,
pues sentía del hecho de que existían muchas
haciendas abandonadas por la imposibilidad de
continuar cultivándolas respetando la libertad
de sus trabajadores. Por ello decretó que las
haciendas de henequén, caña de azúcar y de
ganado vacuno que estuvieran abandonadas
podrían ser incautadas y expropiadas por
el gobierno, a pedimento de las ligas de
resistencia o asociaciones de trabajadores del
campo, con objeto de continuar cultivándolas
o repoblándolas (González Navarro, 1979)
A las pocas semanas de estos acuerdos,
Carrillo Puerto fue aprehendido y fusilado por
las fuerzas delahuertistas, pues con antelación
su gobierno se había declarado abiertamente
contra Adolfo de la Huerta y en apoyo a la
candidatura oficial de Plutarco Elías Calles
para la presidencia de la República. Así que el
sistema no sufrió cambios importantes, sino
que se pospondrán para la siguiente década.
72
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
73
Pedro Echeverría V.
CAPÍTULO V
EL DECLIVE DE LAS HACIENDAS
5.1 Cal l i smo y «Reforma Agrar ia»
cardenista
Durante la década que va de1920 a 1930,
bajo los períodos presidenciales de
Obregón y de Calles, la Comisión Nacional
Agraria dictó más de doscientas resoluciones
dotarias de tierras a pueblos de Yucatán,
de las cuales, noventa y seis se referían a la
zona henequenera; estas dotaciones fueron
pocas para que el ejidatario las sembrara de
maíz, fijándose en veinticuatro hectáreas la
extensión de la parcela tipo. La extensión de
las plantaciones de henequén afectadas para
dotaciones de ejidos era de 35,000 hectáreas
y representaba el 25% aproximadamente de
la superficie de henequenales en cultivo y
explotación en Yucatán. Ello provocó una serie
de reacciones de ira entre los hacendados,
pues consideraron que las afectaciones de
henequén en las haciendas henequeneras
tendrán forzosamente el resultado de romper
el equilibrio y proporción entre el número y
extensión de sus plantíos, sin el cual no podría
74
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
económicamente subsistir (61)
Surgieron otras proposiciones y acuerdos
para dotar a los campesinos con terrenos no
sembrados de henequén, con terrenos en la zona
maicera o con una acción tendiente a asegurar
el salario mínimo en la zona henequenera. Fue
hasta 1933 cuando, como producto del amplio
descontento generado por la crisis mundial de
la economía, de los movimientos de agitación
obrera en la ciudad de México y por las agudas
contradicciones en el aparato de gobierno, que
el panorama político del estado de Yucatán
también se convulsionó.
Bartolomé García Correa, que representó el
maximato callista en la entidad, fue el político
más destacado desde 1926, pues con el poder
que le dió la presidencia del Partido Socialista
del Sureste ocupó el cargo de gobernador del
estado (1930 34) y de senador de la República
en dos ocasiones, además de haber sido
directivo fundador, en el comité creado por
Calles, del Partido Nacional Revolucionario
en 1929. Sin embargo, a partir de 1933, su
poder empezó a declinar aceleradamente;
todavía pudo imponer a Alayola Barrera como
su sucesor en la gubernatura, pero no le fue
posible impedir que fuera desconocido éste a
menos de año y medio de estar ejerciendo el
gobierno.
A raíz de la llegada de Lázaro Cárdenas al
poder, los choques entre callistas y cardenistas
se agudizaron. Elías Calles había manipulado
a los tres presidentes anteriores y comenzó a
hacer lo mismo con Cárdenas, sin embargo
75
Pedro Echeverría V.
las cosas habían cambiando mucho y la
correlación de fuerzas entre diversos sectores,
particularmente entre las direcciones obreras,
favorecía ampliamente al nuevo presidente. En
Yucatán, al parecer se presentaba la misma
situación; el «bartolismo» y el Partido Socialista
del Sureste eran sinónimos de corrupción y
perseguían encarnizadamente a sus opositores.
Dos gobernadores fueron derribados como
producto de las contradicciones entre la clase
gobernante y con la participación de varias
manifestaciones obreras y campesinas en
1935 y 1936. En la base de estos movimientos
jugaban un papel fundamental el problema
henequenero, y los hacendados no fueron
ajenos a estos conflictos.
Debido a la crítica situación de la industria
henequenera, los jornaleros perciben salarios
de hambre, señaló en 1935 el investigador
ruso Asquinasy. En los momentos actuales,
el problema de Yucatán consiste no tanto en
la injusta distribución de la riqueza, como en
la falta de trabajo. La industria henequenera
se ha reducido en los últimos veinte años a la
tercera parte: 480 mil pacas de fibra exportadas
en 1934, en vez de 1.200,000 en 1916. Esta
industria se encuentra en un período de aguda
y peligrosa crisis cuyo desenlace puede ser
una irreparable catástrofe económica para
todo el estado de Yucatán, y cuyas primeras
víctimas serían los más desamparados: los
campesinos.
Si la socialización de las haciendas se hubiera
realizado en 1901, o en 1916, en la época
del auge, los trabajadores hubieran recibido
76
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
una inmensa riqueza; en las condiciones
actuales se le entrega una empresa en plena
bancarrota, y el reparto ejidal representa una
seria amenaza para los propios ejidatarios
(Asquinasy, 1936) El 3 de agosto llegó a Mérida
el Presidente Cárdenas y esa misma tarde,
en un discurso que pronunció, declaró su
propósito de expropiar las propiedades de los
hacendados para entregarlas a los campesinos.
Cinco días después expidió el acuerdo en el
que los hacendados fueron afectados con
292,000 hectáreas, de las cuales 120,000
estaban sembradas, respetándoseles de éstas
40,000 que pasaron a constituir la pequeña
propiedad.
Otra versión indica que se repartieron 360,436
hectáreas de las cuales 91 mil estaban
sembradas con henequén y el resto incultas,
en beneficio de 22,992 personas agrupadas en
380 poblados (González Navarro, 1979) Y otra
más señala que el 75% de los plantíos pasó a la
administración ejidal, que en 1937 existían 354
plantas desfibradoras y después de tomarlas
al banco, y posteriormente Henequeneros en
1940, se redujeron a 160 (Casares,1946)
El mal del ejido henequenero es de origen;
al realizar la Reforma Agraria de 1937 se
cometieron errores capitales: desintegración de
las unidades agrícolas e inclusión en los censos
ejidales de millares de personas que nunca
antes habían trabajado en el henequén. Para
corregir algunas fallas iniciales, el Presidente
Cárdenas permitió en 1938 que el gobierno
del estado asumiese la responsabilidad de
controlar la institución rectora de la industria
77
Pedro Echeverría V.
básica de la economía yucateca. Así nació el
gran ejido, o sea, Henequeneros de Yucatán
que con mucho trabajo pudo reorganizar
la producción agrícola y fomentar nuevas
plantaciones. Hubo un período de auge que
aprovechó la oligarquía local para enriquecerse
ostentosamente. A la sombra del poder público
surgieron las fortunas de los Novelo Torres, los
Erosa Cámara, los Iturralde, los Martín, los
Gáber, etc., (Betancourt,1976)
En los primeros años de «Henequeneros» la crisis
del agave continuó e incluso se profundizó; con
la coyuntura que propició la II Guerra Mundial,
aumentaron las exportaciones y los precios en
el mercado internacional se vieron favorecidos,
lo que se manifestó como un pequeño auge
en la economía henequenera. Sin embargo, al
iniciarse la década de los 50 los precios y la
producción del henequén disminuyeron y la
crisis hizo nuevamente su aparición. Ya los
hacendados no necesitaban ejercer el control
económico y político directamente para seguir
obteniendo ganancias; fue el Estado, a través
de Henequeneros de Yucatán, el que asumió
este papel. Tanto los ejidatarios como los
pequeños parcelarios eran sometidos mediante
la estructura de «Henequeneros» y de la CNC
(Villanueva, 1980)
El Censo General de Habitantes de 1940 informa
de la existencia de 721 haciendas; de estas, 466
se localizaban en la zona henequera, siendo
poco más de un centenar las deshabitadas.
Mérida contaba con 74 haciendas, Motul con
39, Izamal con 26, Dzidzantún 26, Maxcanú
24, Homún 24, Umán 21, Tixkokob 20, Temax
78
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
18 y Tecoh 17, siendo éstos los municipios que
contaban con mayor número de fincas. En
cuanto al número de habitantes por hacienda
Xcanchakán, del municipio de Tecoh, tenía 763
habitantes, Texán, Hunucmá 742; Uayalceh,
Abalá 740; Sacapuc, Motul 602; Sihó, Halachó
546; San Francisco, Dzidzantún 539; Ticopó,
Acancéh 522; Tekit de Regil, Timucuy 452;
Mukuyché, Abalá 445 y Tedzidz, Samahil 439.
Entre las haciendas de Mérida más habitadas,
se anotan: Xcanatún, Tzacalá, Sodzil, Yaxnic,
Tanlum y San Pedro Chimay.
5.2 Disolución de «Henequeneros de
Yucatán»
Un acontecimiento de t rascendental
importancia fue la disolución de la institución
«Henequeneros de Yucatán» en 1955 por
órdenes del gobierno federal. Desde el año
anterior se había denunciado que en el ejercicio
social de 1953, Henequeneros había sufrido
pérdidas de varios millones de pesos; que
al siguiente año había tenido que enfrentar
conflictos con sus empleados, mismos que
llegaron a estallar un movimiento de huelga;
quizá por ello desde mediados de enero arribó
a Mérida el Secretario de Agricultura, Gilberto
Flores Muñoz, con la consigna de tomar una
decisión radical.
A los pocos días de haber arribado
declaró que según datos oficiales recabados,
los campesinos estaban recibiendo de
Henequeneros de Yucatán un anticipo de $1.35
79
Pedro Echeverría V.
por kilo de henequén, reservándose la propia
institución 0.25 para el pago de impuestos
locales y gastos generales de administración;
pero que como los impuestos locales eran de
0.14 y los gastos generales de administración
de Henequeneros eran de 0.28 por kilogramo
producido, lo que arrojaba un total de 0.42 por
kilo, con el propósito de no mermar el ingreso
del ejidatario. Tomando en cuenta que el kilo de
henequén, señala el Secretario de Agricultura,
Gilberto Flores Muñoz, se está vendiendo a
1.60 el promedio de salario que percibe el
ejidatario en la zona henequenera es de $25.00
a la semana, es obvio que «Henequeneros de
Yucatán» es una institución muy onerosa
(Echeverría, 1984)
En junio de ese año, desde el día 6 hasta
el 18, el Secretario de Agricultura visitó: Mérida,
Motul, Izamal, Umán, Valladolid, Tizimín y
Ticul. Con base en estas visitas dejó liquidado
Henequeneros de Yucatán, resolviendo,
según dijo, tres problemas fundamentales:
libre tránsito y comercio de henequén, libre
contratación de los servicios de desfibración
y un comité de ventas para la exportación.
Hasta la desaparición de esta institución, los
ejidatarios aportaron alrededor del 70% de la
producción anual y recibieron sólo el 20% del
valor de la misma; los propietarios aportaron
el 20% de la producción y recibieron el 36%
por ser dueños de los equipos de desfibración;
los parcelarios aportaron el 10% y percibieron
sólo el 2%. El resto del importe anual (42%)
fue absorbido por Henequeneros de Yucatán
80
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
(Soberón,1959) A partir de entonces la
administración del henequén regresa al
gobierno federal.
Las relaciones que Henequeneros de
Yucatán estableció entre los hacendados,
los parcelarios y los ejidatarios, señala Jorge
Fernández, fueron enormemente desventajosas
para estos últimos. Los ejidos, al no
contar con la maquinaria de desfibración
(ya que desde que se efectuó el reparto los
hacendados realizaron una eficiente defensa
de sus desfibradoras) estaban obligados a
desfibrar su producción de hojas en las fincas
particulares. Los acuerdos para la maquila de
la penca ejidal en las plantas desfibradoras de
las antiguas haciendas quedaron establecidos
en marzo de 1942 sobre la base de que el 52%
de la fibra obtenida de las hojas ejidales sería
para los propietarios de las desfibradoras,
mientras que el 48% sería para los ejidatarios;
además se estableció que las cantidades
correspondientes al precio de la fibra las
entregarían Henequeneros de Yucatán a
base de anticipos «después de verificados los
descuentos usuales» (Fernández,1990)
5 . 3 Ab a n d o n o d e l a s h a c i e n d a s
henequeneras
Los problemas con el funcionamiento de
Henequeneros de Yucatán, sobre todo en
su relación con los ejidatarios, dieron paso
a la estructura que funcionaría de 1955 a
81
Pedro Echeverría V.
1964. Durante este periodo se inició la era
de los bancos y aparecieron las tres formas
de propiedad y unidades de producción
agrícolas que funcionarían hasta el presente.
El Banco de Crédito Ejidal, nuevo gestor de
la producción, tomó bajo su administración
un número importante de desfibradoras,
modificando con esto las condiciones de la
maquila de la fibra ejidal. Hasta 1955 fueron
prácticamente los propietarios privados
quienes se encargaban de la desfibración de
toda la fibra producida en Yucatán. A partir
de este momento los ejidatarios entregaban
sus hojas a las desfibradoras del Banco y a
los propietarios privados, quienes además
maquilaban sus propias hojas. A su vez la
fibra producida era vendida a las cordelerías
privadas y una parte importante continuaba
exportándose (Villanueva, 1990)
La organización ejidal conducida hasta
1961 por el Banco de Crédito Ejidal, y a partir
de este año por el Banco Agrario de Yucatán,
no solo no terminó con las situaciones
viciadas que había generado la administración
de Henequeneros de Yucatán, sino que en
alguna medida las agravó. De esta manera las
300 sociedades locales de crédito ejidal que
existían como sujetos de crédito, con 47,249
miembros hacia 1958, se transformaron en 243
sociedades, 93 grupos solidarios y 72 núcleos
ejidales con 55,098 ejidatarios en 1962; en
204 sociedades, 325 grupos solidarios y 11
núcleos ejidales con 59,367 ejidatarios en
1965; en 159 sociedades, 300 grupos solidarios
82
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
y 60 núcleos ejidales con un total de 64, 923
ejidatarios en 1967; y en 231 sociedades, 248
grupos solidarios y 37 núcleos ejidales con
69,342 ejidatarios en 1968 (Fernández, Ibid)
En esta nueva etapa de la reforma agraria
integral se pueden distinguir tres subetapas:
la primera de 1938 a 1955 en que impera «El
Gran Ejido» con una política de administración
de la tierra y producción ejidal francamente
patronal; en la segunda, de 1955 a 1966, en
que se reorganizan nuevamente las sociedades
locales de crédito y se inplementa una política
de apoyo al «crédito» para todos los asociados;
en el tercero, de 1966 hasta el presente, en
respuesta al incremento de derechohabientes
del crédito, más pauperizados que nunca,
pues no aumentaron proporcionalmente
la producción, ni la productividad o sus
ingresos; surgen las movilizaciones políticas
demandando mejores condiciones de pago por
sus labores y reivindicaciones económicas en
general (Baños, 1989)
Desde a década de los sesenta la
economía del estado y la actividad henequenera
siguieron rumbos distintos. En esa época se
inició un proceso de diversificación de las
actividades productivas que propició el rápido
crecimiento del PIB, al incrementarse de 4,380
millones de pesos en 1970 a 10,029 millones
en 1980 a precios constantes, lo que representó
un crecimiento medio anual de 8.6%, que casi
duplica al registrado en el decenio anterior
de 4.6% anual. Paralelamente se acentuó
83
Pedro Echeverría V.
la tendencia decreciente de la producción
agroindustrial del henequén, que disminuyó
su peso específico en la composición del PIB
de 13.4% en 1970 hasta 5.9% en 1980.
Documentos publicados por el gobierno
del estado en 1984 dan cuenta que los sectores
de la economía que registraron mayores índices
de crecimiento a partir de los sesenta fueron:
construcción (14.1%), comercio y los demás
servicios (11.3%), y electricidad (8.9%). Las
actividades agropecuarias y las industriales
mantuvieron un crecimiento de 3.4% y 3.9%
respectivamente. Como resultado de esta
dinámica, de 1970 a 1980, los servicios
aumentaron su participación en la composición
del producto de 56% a 67%, mientras que el
sector industrial disminuyó su contribución de
31% a 25%., y el sector agropecuario de 13%
a 8%. (PRHDIY, 1984)
La Población Económicamente Activa
(PEA) evolucionó de acuerdo con estas
tendencias sectoriales dentro de un proceso
de migración rural urbana que transformó
la estructura ocupacional. De 1970 a 1980
la participación en el total de la PEA de la
población ocupada en el comercio y los demás
servicios, aumentó de 30.5% a 52.4%, mientras
que la población dedicada a actividades
agropecuarias disminuyó de 55% a 31%. La
participación de la población industrial se
incrementó ligeramente de 14.4% a 16.2%
(ibid)
Los datos anteriores muestran claramente
84
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
la caída de la agricultura, el abandono del campo
por el desastre henequenero, la migración de
trabajadores a la ciudad en busca desesperada
de empleo, el crecimiento atropellado del sector
comercial -el sector informal, particularmentey
de los servicios y el avance moderado del
sector industrial. El campo, particularmente
la zona henequenera, inició un proceso de
desastre por falta de trabajo, y la ciudad,
por no tener capacidad para asimilar a los
migrantes, también ha sufrido un proceso de
desbarajuste.
Y continúa el documento oficial antes
citado explicando: Este comportamiento
económico se apoyó en el flujo creciente de
la inversión pública y en la filtración del
subsidio henequenero a diferentes ramas de
la economía. La inversión pública aumentó de
289 millones de pesos en 1971 a casi 10 mil
millones de pesos en 1983, lo que representa un
crecimiento medio anual de 8.4% en términos
reales, equivalente al ritmo de expansión del
PIB. En el periodo 1971-1976 la inversión en la
entidad fue de 3,870 millones de pesos y en el
periodo 1977-1983 llegó a 33,801 millones.
Por su parte, el subsidio del henequén en
su fase agrícola se incrementó de 158 millones
de pesos en 1971 a 4,430.8 millones en 1983,
con un crecimiento medio anual estimado en
5.8% en términos reales. De este último total,
3,019.2 millones de pesos se canalizaron a
inversiones financieras; 724.5 millones se
destinaron a apoyar el gasto corriente del
85
Pedro Echeverría V.
Fideicomiso Henequenero y 687.1 millones
a la amortización de la deuda de la propia
institución. En la fase industrial el monto del
subsidio de 1983 se elevó a 2 mil millones de
pesos.
En los hechos, aunque al parecer
la inversión pública aumentó en números
absolutos, la realidad es que a partir de la
devaluación que se inició en 1981 todos los
presupuestos se hicieron añicos. Además los
subsidios al henequén no fueron orientados
y aprovechados adecuadamente porque el
desastre se había hecho evidente entre los
ejidatarios y funcionarios. El desastre fue
irrefrenable, siendo 1992 el año de la liquidación
total de los mismos trabajadores. Así se cerró
el un capítulo mas de la historia yucateca con
una derrota de los trabajadores.
5.4 Las cordelerías
El mismo año de 1955, cuando se anunció
la disolución de Henequeneros de Yucatán,
la Asociación de Cordeleros de México
jubilosamente había anunciado que en su
primer año de gestión y operaciones estableció
metas jamás antes alcanzadas en la historia
de la industria cordelera yucateca. Informó
que ésta se había incrementado en un 40%,
pues del primero de enero al 31 de diciembre
86
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de 1954, se habían exportado al extranjero
45.148,543 kgs. de manufactura de henequén
y que al mercado nacional habían sido enviadas
15.047,253 kgs. entre hilos, jarcias, telas y
sacos. Las primeras cordelerías aparecieron
a finales del siglo pasado, sin embargo sólo
comenzaron a consolidarse a partir de los años
treintas en la ciudad de Mérida. La industria
llegó a controlar contar hasta con 70 fábricas
de administración privada; sus propietarios
pertenecían a una clase ligada al comercio y
a la política tales como los Macari, los Gáber,
Erosa Cámara y Novelo Torres.
La industria cordelera consumió en 1925
tan sólo 5 mil pacas de fibra de henequén, pero
su crecimiento le llevó a emplear 270 mil pacas
en 1946 y 345 mil en 1954. Henequeneros de
Yucatán tenía en marzo de 1955 sólo 61 mil
pacas, por lo que se disponía a traer de Brasil
50 a 100 mil pacas para que los cordeleros
pudieran cumplir con sus compromisos. En
1954 apenas se produjo medio millón de
pacas (Echeverría,1984). Según datos oficiales
entregados a la prensa por el apoderado de
Cordeleros de México, 1958 y 1959 fueron
los mejores años de producción cordelera,
sin embargo al concluir el año de 1960 la
industria atravesaba una situación económica
crítica que se agudizó con la rivalidad entre
sus propietarios que llegaban a cerca de 60 en
número.
De éstos un grupo había propuesto, en
junio de 1961, la venta de todas las cordelerías
al gobierno federal; a partir de noviembre
87
Pedro Echeverría V.
gestionaron un crédito de más de 90 millones
de pesos ante el Royal Bank of Canada, con el
aval de los activos de las cordelerías, a lo que
se opuso el gobierno federal auspiciando en
cambio una forma de apoyo a esa industria
mediante la asociación de los empresarios
privados y el gobierno. En diciembre de ese
año surgió la empresa de participación estatal
Cordemex, S.A. de C.V. (Menéndez, 1965)
En mayo de 1964, el periódico Excélsior
de la Ciudad de México informó que había sido
plenamente confirmada la noticia relativa a
las compras de las cordelerías yucatecas por
el gobierno federal en 200 millones de pesos.
El 12 de junio el gobierno federal, previo pago
de las cordelerías, recibió Cordemex, S.A. de
C.V., dos fueron los argumentos del gobierno
federal para justificar la compra:
1. Una industria que obtiene utilidades
durante los primeros tres meses de 1964 por
cerca de 22 millones de pesos, bien vale el precio
pagado;
2. La estabilidad en el mercado
internacional y el prestigio obtenido por los
industriales yucatecos. Esta compra se hizo
en nombre de los ejidatarios con el objetivo
de integrar las tres fases de la industria
henequenera; la agrícola, la de desfibración
y la cordelera; también se señaló que apenas
Cordemex liquidara sus adeudos, se entregaría
a los ejidatarios.
Así como el gobierno apresu radamente
compró Cordemex sin estudiar suficien-temente
sus perspectivas, también decidió hacer un
proyecto grande con gigantescas inversiones,
88
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
en el que las anteriores fábricas fueron
sustituidas por siete modernas factorías con
un equipo de técnicos y funcionarios «de alto
nivel». No se estudió el mercado o se obtuvieron
resultados equivocados en las investigaciones;
las consecuencias las tenemos a la vista: desde
1968, exceptuando los ejercicios sociales que
concluyeron en los años de 1974 y 1975, en
los que la empresa obtuvo utilidades de 131
y 118 millones respecti-vamente, Cordemex
ha sufrido pérdidas en 17 ejercicios sociales
sumando éstas decenas de miles de millones
de pesos.
Al parecer, la causa básica de las
pérdidas que año tras año ha sufrido la
empresa estatal cordelera, se encuentra en
las bajas de los precios del producto en el
mercado internacional en el que casi toda
se puede hacer, pues los precios los fijan los
monopolios internacionales denominados por
fuerzas mucho más poderosas que Cordemex;
sin embargo otras empresas cordeleras no
pierden, como las cordelerías privadas actuales
llamadas «piratas» y también las cordelerías
privadas anteriores a Cordemex ¿No acaso
sus antiguos propietarios se convirtieron en
multimillonarios?
Las Haciendas, la cordelería, el henequén,
entre algunos años sólo serán historia. A
partir de 1960 la economía yucateca inició su
transformación y hoy en la ciudad de Mérida
se concentra el 50% de la población. El censo
de Población de 1970 informa de la existencia
de 337 haciendas, siendo 316 las de la zona
89
Pedro Echeverría V.
henequenera. Indica que en Mérida hay 52,
en Motul 18, en Izamal 16, en Umán 16, en
Maxcanú 15, en Tecoh 11 y Seyé 10.
Las más pobladas: Texán, Hunucmá
1094, Xcanchakán, Tecoh 1087, Uayalceh,
Abalá 1045; Tedzidz, Samahil 862; Sacapuc,
Motul 747, Ticopó, Acancéh 734; Sihó, Halachó
731; Yaxcopoil, Umán, 715; Xcuyún, Conkal
706 y Lepán, Tecoh 704. Entre las haciendas
más pobladas de Mérida se encuentran:
Xcanantún, Chichí, Tzacalá, Tahdzibichén,
Mulsay, San Pedro Chimay, Xmatkuil, Yaxnic,
Sodzil y Oncán. De aquellas 1,300 haciendas
henequeneras de fines del siglo XIX, hoy sólo se
encuentran en actividad de desfibración unas
80.
90
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
A MANERA DE CONCLUSIÓN
La hacienda ganadero-maicera es resultado
de la gran concentración de poder territorial
y económico en manos de unas cuantas familias
en la época colonial. Con el surgimiento y
posterior agrandamiento de esas propiedades
se concretó la destrucción de la economía
tradicional indígena basada en el cultivo del
maíz.
La hacienda henequenera nació en segunda
mitad del siglo XIX por impulso de las
mismas familias que ya poseían las grandes
propiedades territoriales, por la participación
91
Pedro Echeverría V.
de sus herederos, así como de nuevos grupos
de ricos que se habían desarrollado en el
comercio. La gran acumulación de riquezas
de esas familias se sustentó en la más aguda
explotación del trabajo humano, así como en
la habilidad de los hacendados para controlar
la situación.
Al triunfar la revolución y plantear
un modelo económico y político en el que
las formas de explotación del trabajo, y la
estructura de las haciendas eran objetivamente
caducas e ineficientes, los viejos hacendados
comenzaron a ver que se les había acabado ya
su sistema y que había que retirarse. Aunque
todavía hasta la década de los cincuenta
siguieron funcionanando muchas haciendas,
objetivamente estaban ya de retirada.
La revolución política destruyó el viejo
orden pero no creó un Estado democrático; la
revolución social atacó la antigua estructura
de la sociedad pero no produjo, ni en lo social
ni en lo económico, una sociedad nueva; la
revolución económica aceleró y llevó a un alto
nivel la industrialización pero no logró un
desarrollo económico ni creó un vasto mercado
interno (Wilkie, 1976).
El sistema económico y social de las
haciendas forma hoy parte de la historia. La
hacienda henequera, que durante 100 años
representó la base de la economía de Yucatán,
debe estudiarse con más detenimiento. Con
este trabajo sólo he pretendido presentar
un panorama de las haciendas. A otros les
corresponde realizar nuevas investigaciones.
92
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
ANEXO
CUARENTA EX HACIENDAS
HENEQUENERAS
L a s c u a r e n t a h a c i e n d a s q u e a
continuación se presentan no son precisamente
las mejor conservadas o las de más rica
arquitectura o historia. Son las veinte ex
haciendas, de una lista de ochenta, que en
la Facultad de Arquitectura seleccionamos
para ser investigadas. Para no repetir en cada
texto las características comunes a cada uno
de los sitios, se adelantan algunos elementos
al respecto:
1) Casi todas dejaron de desfibrar y de
cultivar henequén a principios de la década
década de los setenta;
2) Sólo en Yaxché sigue funcionando,
93
Pedro Echeverría V.
uno o dos días de la semana, la máquina de
desfibrar.
3) La mayoría de los habitantes que en
esas poblaciones están en edad de trabajar
labora en la ciudad de Mérida, en Cancún o en
los Estados Unidos;
4) Algunos edificios del casco de las ex
haciendas con el fin de que fueran aprovecharlos
por alguna empresa están siendo restaurados;
otros están en ruinas;
5) Un porcentaje importante de niños
de la calle, de desempleados, de limosneros,
de prostitutas y de vendedores ambulantes
proceden de las ex haciendas henequeneras.
6) Se carece de proyectos adecuados que
tiendan a solucionar el desempleo y las urgentes
necesidades económicas de los habitantes de
esos lugares;
7) Las poblaciones en donde están
ubicadas cuentan con servicio eléctrico y se
puede llegar en automóvil, pero esos centros de
población tienen grandes carencias.
8) La religión católica sigue estando
presente en sus fiestas anuales al «santo
patrono» e influye en la visión conformista de
la comunidad.
9) Se requiere profundizar la investigación
integral y participativa en esos centros
de población que hoy son ex haciendas
henequeneras.
10) Los centros de educación superior
deberían orientar sus investigaciones,
servicio social y el mayor porcentaje de sus
esfuerzos, hacia el conocimiento, difusión y
94
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
elaboración de propuestas que beneficien a
ese sector mayoritario y más necesitado de
la población.
1. XCANATÚN, MÉRIDA
Xcanatún es una población y ex hacienda
henequenera de cierta importancia. Posee
algunos elementos históricos interesantes,
pero quizá su cercanía a la ciudad de Mérida
-a unos 15 kilómetros del centro de la ciudadla
ha obligado a integrarse cada vez más a la
gran urbe, convirtiéndose en un asentamiento
notable.
Hasta ahora se conoce poco de la historia
de esa población que a mediados del siglo
pasado surgió como hacienda henequenera.
Hay publicaciones que registran protestas y
demandas de sus propietarios contra medidas
expropiatorias del gobierno local a mediados
de los años treinta, en los momentos en que
se preparaba la llamada Reforma Agraria
cardenista en Yucatán.
Xcanatún es el nombre de una hacienda
henequenera ubicada a unos 15 kilómetros
de la carretera Mérida-Progreso y con una
población aproximada de 700 habitantes.
No se cuenta aún con datos acerca de su
asentamiento original, sin embargo se sabe
que su territorio llegaba hasta lo que hoy es el
periférico en su entronque con la carretera de
Progreso. Se ha apuntado que su propietario,
en 1917, era el Sr. Manuel Zapata Martínez
y poseía entonces una extensión de 2,532
95
Pedro Echeverría V.
Has.
Xcanatún tiene los límites territoriales
siguientes: al norte solares de Komchén, la Hda.
Santa María Yaxché y la Hda. Dzibichaltún ; al
oriente colinda con los terrenos de la Hda.
Temozón Norte, al sur con Xcumpich y Sodzil
y al poniente con San Antonio Ool, Chun Oxil
y la carretera de Progreso.
Xcanatún no tiene antecedentes de
hacienda maicero-ganadera en la época
colonial; surgió a mediados de siglo a raíz de que
la fibra del henequén comenzó a convertirse en
producto exportable. En 1851 las siembras de
henequén comenzaron a sustituir de manera
acelerada al maíz. En Mérida se destinaban ese
año 3,935 mecates, 32 años después se habían
sembrado 224,103 mecates y, en tanto en
1885 en Mérida se utilizaban a 4,250 peones,
en 1900 se registraban 8,297. En esos cinco
años el número de peones en la entidad pasó
de 26,553 a 80,216.
El largo período de gobierno de Porfirio
Díaz (1876-1911) coincidió con el gran auge
de la producción henequenera. Pero no sólo
coincidió, sino que el porfiriato otorgó las
garantías y el apoyo a la economía basada en
las haciendas que descansaba en la intensa
explotación de mano de obra cuasi esclava.
Xcanatún fue, como puede demostrarse
con datos de producción henequenera
exportada, una de las haciendas privilegiadas
por encontrarse precisamente en la ruta del
ferrocarril hacia el puerto de exportación.
Además Xcanatún se encontraba en el círculo
96
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de las lujosas haciendas henequeneras
también con buena cría de ganado vacuno
cercanas de Sodzil de Olegario Molina, visitada
fastuosamente por el dictador Porfirio Díaz en
1906.
La revolución, aunque tarde, vino a
romper el modelo de explotación viejo que aun
predominaba en las haciendas y que hacía
posible su subsistencia y, al mismo tiempo,
impuso otro que «modernizó» las relaciones
de producción, pero creó una clase social
privilegiada.
La radical Reforma Agraria cardenista,
impuesta en Yucatán en agosto de 1937,
expropió las dos terceras partes de las grandes
haciendas en beneficio de decenas de miles de
trabajadores. Convirtió la gran propiedad en
ejidos colectivos y fundó un banco de gobierno
para otorgar créditos a los ejidatarios. Antes de
1935 Xkanatún tenía 438 Has. Ese año sólo
registró 190 Has y cuatro años después sólo
le quedaban 9. La Reforma Agraria pudo tener
éxito, pero fracasó porque se transformó en
un proyecto político de control y manipulación
de los ejidatarios en beneficio del propio
gobierno. Con ello se confirmó que tanto la
propiedad privada, predominante hasta 1937,
como la pública sirvieron sólo para enriquecer
a unas cuantas familias y para hacer más
miserables a las decenas de miles de familias
de trabajadores.
En 1956, el presidente Ruiz Cortines
puso en función en Xcanatún una gran
planta desfibradora, conocida como Krupp,
97
Pedro Echeverría V.
que maquilaba 35,000 hojas de henequén por
hora, 200,000 en una cuantas horas del día.
La sola presencia de esa desfibradora con una
máquina alemana Krupp, hacía pensar que
las haciendas se modernizarían y la economía
dependiente de éllas entraría a una nueva fase
de progreso.
¿Por qué desaparecería aquella Krupp
si desde los primeros días demostró su gran
capacidad desfibradora? Se ha dicho que su
capacidad se redujo y dejó de ser costeable,
pero también que se deseaba una de menor
capacidad que redujera los costos. En los
setenta la sustituye otra planta que desfibraba
por hora la mitad de lo que hacía la Krup.
En el Registro Público de la Propiedad
se encuentran los siguientes propietarios: Don
Manuel Zapata M. aparece como el primero y
sólo hasta 1922 se registra a doña Mercedes
Castellanos Vda. de Zapata. En 1942 pasa
a manos de Esther Zapata Castellanos de
Castellanos. En 1945 aparece en el registro el
nombre de Jorge Luis Palomeque Hermida y
en 1985 los de Rosario Dalia de Palomeque y
María Cristina Palomeque de Erosa.
Con el desplome de la producción
henequenera en el estado, provocada por
varios factores, de los cuales el más importante
es el alto costo de producción que llevó a
la pérdida de competencia en el mercado,
grandes masas de ex ejidatarios tuvieron que
trasladarse a Cancún, a EE.UU. o a Mérida
en busca de trabajo y de ingresos. Si este
fenómeno migratorio del campo a la ciudad
98
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
ha sido común en todo el mundo y si también
en nuestra país es determinante, Yucatán no
podría ser la excepción. Sin embargo lo grave
reside en que este fue bárbaramente provocado
por políticas productivas irresponsables que
pudieron evitarse.
Xcanatún perdió su carácter rural
y ahora sus habitantes están plenamente
integrados a la economía e ideología urbana.
No pudo resistir el embate de la modernidad
porque sus defensas habían sido destruidas.
2. TEYA, KANASÍN
Teya fue una hacienda henequenera ubicada
a la orilla de la carretera Mérida-Valladolid, a
12 kilómetros de la ciudad capital. Hasta los
primeros años de la década de los sesenta,
durante las horas en que la máquina trabajaba
-se recuerda en el pueblo- se podía escuchar,
particularmente, el fuerte sonido de la volanta
y ver el andar continuo de bagaceras, así como
de las plataformas llenas de henequén.
Teya pertenece al poblado de Kanasín
(nombre que significa «leguminosas de flores
rojizas»). Este pueblo se localiza en la región
metropolitana, desde hace unos veinte
años es un municipio conurbado con la
ciudad de Mérida, a unos 7 kilómetros en
dirección sureste. Pertenecen a Kanasín cuatro
localidades: Mulchechén, San Antonio Tehuitz,
San Pedro Nohpat, Teya, San Antonio Xioly.
Hasta los años veinte, cuando su
propietario era Alfredo Medina, la hacienda
99
Pedro Echeverría V.
Teya poseía una extensión territorial de
932 hectáreas, pero en 1936 previendo la
Reforma Agraria los terrenos de la hacienda
fueron divididos en tablajes quedando sólo
190 hectáreas a Teya. En 1943, en la fase de
retroceso de la Reforma Agraria cardenistas,
los tablajes vuelven a anexarse.
Propietarios de Teya han sido: Alfredo
Medina en los veinte; en 1945 Olda Medina de
Lizarraga; cinco años después aparece como
propietario el Banco del Sureste, junto con
Olda Medina, Haroldo y Amira Elidé Canto
Palma. En 1979 está registrado Haroldo
Canto Palma, pero ese año ya figuran como
propietarios: Mario Menéndez Ortuno, Teresita
del Niño Jesús Sosa Monsreal de Cámara y
Jorge Cárdenas.
La Hacienda Teya, hoy con aproximadamente
300 habitantes, dejó de desfibrar
henequén, como otras haciendas, a finales de
los sesenta. Se convirtió en fábrica de muebles
y más adelante en un lujoso restaurant y en
sala para fiestas. En tanto los trabajadores y
acasillados de aquella hacienda henequenera
continúan su vida al borde de la que fue un
transitadísima carretera y que hoy sólo es un
vía de segunda, pues la modernidad obligó a
construir un desvío.
3. SAN BERNARDO, KOPOMÁ
La ex hacienda San Bernardo pertenece al
municipio de Kopomá. Está a 2 kilómetros de
la carretera Mérida-Campeche, en el tramo
100
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Kopomá-Maxcanú. Fue hacienda importante,
pero hace más de 20 años que dejó de activar su
desfibradora; hoy funciona como una especie
de museo y suele recibir visitas turísticas.
Kopomá («Agua hondonada») es un
municipio limitado: al norte por Chocholá;
al sur por Opichén; al oriente por Abalá, y al
poniente con Chocholá. Hasta 1935 Kopomá
dependía jurídicamente del municipio de
Maxcanú. Cuenta actualmente con unos 1,000
habitantes y está a 45 kilómetros hacia el
suroeste de la ciudad de Mérida.
San Bernardo fue propiedad de Miguel
Peón y en 1905 tenía una extensión de 6,698
hectáreas de terreno; ese enorme latifundio
se redujo posteriormente a 2,633 Has. y en
1938, con la Reforma Agraria cardenista y la
dotación de ejidos, se le dejó 300 Has. En 1940
San Bernardo dejó de pertenecer al poblado de
Maxcanú y pasó al municipio de Kopomá.
San Bernardo colinda al norte con San
Matías y las haciendas Amtum y Altamira;
al oriente con Chablé y Kopomá; al sur con
Maxcanú y la hacienda Santa Cruz y al
poniente con la hacienda Santana, Chan
Sabacché y Chencóh.
Sus propietarios fueron: Miguel Peón;
en 1924 Pedro Castellanos Peón; en 1938
Henequeneros de Yucatán; en 1943 Gustavo
Heredia Medina; en 1946 Enrique y Gustavo
Cámara Heredia; en 1956 los Cámara y los
Palma y en 1975 y 1983 Fernando Palma
Cámara.
101
Pedro Echeverría V.
4. NOC AC, MÉRIDA
De aquella próspera hacienda henequenera que
fue Noc ac no quedan más que los recuerdos.
Perteneciente antes al municipio de Caucel, hoy
Noc ac es una pequeña población donde viven
unas 500 personas integradas a la economía
meridana. Llegó a contar con una extensión
2,633 hectáreas y en 1918 con 1,400 Has; pero
en 1991, por la reforma cardenista de 1937,
su territorio se había reducido a 8 Has. Entre
sus propietarios se han registrado: en 1918
a Joaquina Peón y Peón; en 1928 a Joaquín
Peón; en 1934 a Jorge Peón Bolio; en 1953 a
Pedro Peón de Regil y Raúl H. Bolio Vales y en
1991 a Fernando José Rodríguez Peón. Noc
ac es hoy una población urbanizada; de la
antigua hacienda poco queda. Sus habitantes
festejan cada 15 de mayo al santo patrono San
Isidro.
A la ex hacienda, situada a 20 kilómetros
al noroeste de Mérida, se puede llegar por la
carretera de Progreso -vía Komchén-, o por
Caucel. Tiene al norte a Suitunchén, al pueblo
de San Matías y a Chun-Oxil; al oriente San
Antonio Ool; sur Cheumán y al poniente
a Yaxché y Hobonyá. Según los planos de
1918 en la hacienda funcionaba un tranvía
que la conectaba con San Ignacio, Cheumán
y Yaxché. En 1978, durante el gobierno de
Francisco Luna Kan (1976-1982) -quien según
se ha publicado nació en este lugar- se puso
en servicio la primera planta de energía solar
para abastecer de agua el lugar.
102
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
5. SAN ANTONIO YAXCHÉ, UCÚ
Yaxché, por su extensión territorial y por
la cantidad de hojas que desfibró durante
varias décadas, puede considerarse como una
de las grandes haciendas henequeneras de
Yucatán. Según datos del Registro Público de
la Propiedad la extensión de esa hacienda era
de 6,092 hectáreas ; en 1933 eran de 5,686 y
en 1963 se había reducido drásticamente a
sólo 19 Has.
La hacienda Yaxché, que ha pertenecido
al municipio de Ucú, pueblo que llegó a formar
parte del partido de Mérida y más tarde del
partido de Hunucmá, tuvo como propietarios
a los siguientes: en 1903 a Augusto L. Peón;
en 1919 a Alonso, Luis, Elda, Lía y Nely
Peón Bolio; en 1936 estaban registradas las
hermanas Peón Bolio de Molina, Peón Bolio
de Mata y Peón Bolio de Larrea. En 1956 sólo
figuraba Elda Peón Bolio de Mata.
El municipio de Ucú (Paloma torcaza)
es uno de los más pequeños y de menor
cantidad de habitantes, apenas 2,072 en 1990;
sin embargo cuenta con servicios de salud,
educación, así como otros servicios urbanos.
De hecho se localiza en la región metropolitana,
pues está sólo a unos 16 kilómetros de
Mérida.
La hacienda Yaxché tiene al norte a la
Hda. de Hobonyá, al oriente Noc ac, al sur la
Hda. Chel, la Hda Chalmuch y ejidos de Ucú,
y al poniente la Hda. Ulila.
103
Pedro Echeverría V.
Cuenta actualmente con unos 500
habitantes. Se desfibra de 30 a 40 mil hojas
de henequén una vez por semana. La Hda.
Chac desfibra diariamente y la Hda. Chel está
abandonada. Cada año, el 13 de junio, se
festeja al santo patrono San Antonio de Padua.
Yaxché fue comprada por el Banco Ejidal y
ahora está en manos de los ejidatarios. Los
ya muy deteriorados edificios y las casas se
le quedaron a los trabajadores. Dicen que el
gobernador Franco Aguilar regaló una motora
para regar plantas de horticultura, pero que
ya no funciona.
6. SOTUTA, TECOH
La ex hacienda Sotuta, perteneciente al
municipio de Tecoh, ha venido registrando una
importante restauración en los últimos tres
años. Sobre todo a partir de la construcción y
ampliación de una carretera que libra el paso
por la zona poblada del centro de Acanceh, de
las haciendas Petectunich, Tepich, Tehuitz, así
como de Kanasín.
El municipio de Tecoh, con unos 9,000
habitantes, está localizado a 28 kilómetros de
Mérida, en la región centro norte del estado.
Limita al norte con los municipios de Cuzamá,
Mérida y Timucuy; al sur con Sacalum y
Chapap; al oriente con Cuzamá, Homún y Tekit
y al poniente con Abalá. Pertenecen al municipio
las Hdas. Oxtapacab, Itzincab, Sotuta, Lepán,
Xcanchakán, Santa Rita, Pixián, Sabacché y
Chiquila; así como los pueblos Telchaquillo y
104
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Mahzucil.
La ex hacienda Sotuta tiene como
límites al norte la Hda. Tekik y el municipio de
Timucuy; al sur la Hda. Uayalceh ; al oriente la
Hda. Itzincab y al poniente las Hdas. de Yaxnik
y Dzoyaxché. Se ubica a unos 30 kilómetros
al sur de Mérida saliendo por la carretera que
se que va a Kanasín y Tecoh.
En 1916, según puede verse en el Registro
Público de la Propiedad , los propietarios de la
hacienda Sotuta, con 848 Has. de extensión,
eran Catalina Baker y María Beatriz de Regil
y Baker. Diez años después la propiedad pasó
a nombre de Augusto Peón y Catalina Baker.
En 1934 aparece en el registro sólo el nombre
de Augusto Peón Bolio y dos años después,
cuando la Reforma Agraria cardenista reduce
la propiedad a 206 Has., la hacienda Sotuta es
propiedad de Augusto Lorenzo Peón Acevedo.
A partir del gobierno de Manuel Ávila
Camacho, en Yucatán se registra una política
de devolución de plantas desfibradoras, así
como de tierras a los hacendados, por eso
en 1944 Sotuta registra 878 Has., siendo
propietario Augusto Peón Bolio.
En los últimos años, a partir de 1981, la
hacienda registra 398 y 174 Has. de extensión
y tiene ya como propietario al Sr. Adolfo Lubcke
Flores; sin embargo, desde el inicio de los
setenta, había dejado de desfibrar henequén.
Actualmente Sotuta cuenta con unos
300 habitantes que viven en parte del cultivo
de henequén que se lleva a raspar a Uayalceh
y Lepán, de un poco de milpa de maíz y frijol,
105
Pedro Echeverría V.
de trabajos de restauración de la ex hacienda,
de ocupación que se logra en Mérida, así como
de jornales en el rancho ganadero del patrón
Alfredo Lubcke.
El Sr. Lubcke, de acuerdo a los vecinos,
está muy ligado a la hacienda y ha desarrollado
buenas relaciones con sus pobladores. Está
reconstruyendo los edificios de su propiedad,
así como la desfibradora. Organiza y participa
en «fajinas», en convivencias y obsequia
juguetes para los niños de Sotuta.
7. TAMANCHÉ, MÉRIDA
La hoy ex hacienda de Tamanché se ubica a
unos 12 kilómetros al norte de Mérida, por la
carretera que va al puerto de Progreso. Dejó
de funcionar como hacienda hace unos 25
años y hoy es solamente una población de
unos 400 habitantes integrados a la economía
meridana. Los edificios de lo que fue hacienda
están aislados del poblado y a punto de
derrumbarse.
Según trabajo de May, Medina y Muñoz,
la hacienda surgió en los setenta del siglo
pasado. Fue construida por el Sr. Antonio
Bolio, mismo que se la dejó como herencia a
sus hijos Fernando y Alfonso Bolio; su tercer
hijo, Gustavo Bolio, recibió como herencia
una hacienda recién comprada por él: San
ignacio.
Durante el porfiriato, el período de
más alta producción henequenera, la finca
llegó a contar con 2,925 Has. de propiedad,
106
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
misma que se redujo a 2,000 Has. en 1918.
La hacienda Tamanché tiene al norte a la Hda.
San Ignacio, al oriente a Dzibichaltún, al sur la
Hda. Xkanatún y al poniente a las haciendas
Komchén, Dzidzilché y Kikteil. Hasta el año
de 1925 sus propietarios eran: Alonso y
Fernando Bolio Manzanilla, pero en ese año
sólo aparece en el registro público Fernando
Bolio Manzanilla; en 1933 está inscrito como
propietario Hernán Pedro Berzunza Espinosa.
En 1941 fue afectada por dotación de ejidos
ordenada por la Ley de Reforma Agraria,
subdividiéndose para formar tablajes.
En 1983 la hacienda pasa a nombre de
María Teresa Berzunza de G. Cantón, por ello
conserva hasta hoy en uno de sus edificios el
apellido de aquella familia: «Los Berzunza».
8. SAN LORENZO MUKUICHÉ, ABALÁ
Una de las anécdotas más conocidas sobre
la hacienda Mukuiché es la que cuenta que
en su cenote se bañó la emperatriz Carlota
cuando concluía en 1865 su fastuosa visita a
Yucatán. Otro dato importante es que el pintor
inglés Catherwood, compañero del historiador
Stephens, tiene un dibujo de aquel cenote
destacando su bella entrada adornada con
escalones de piedra.
Mukuiché pertenece al municipio de
Abalá (que significa «ciruela de agua»). Este
municipio está ubicado a unos 49 kilómetros
al sur de la ciudad de Mérida y se puede llegar
por la carretera Mérida-Muna. Además de
107
Pedro Echeverría V.
Mukuiché, pertenecen a Abalá las haciendas de
Cacao, Uayalceh, Pebá, Sihunchén y Temozón
sur.
Mukuiché registró una superficie total
de 6,117 Has., pero en 1997 sólo aparece con
304 Has. Tiene al norte a la Hda. Uayalceh ,
al oriente a Xcanchakán, al sur a Yunkú y
Chankín y al poniente al municipio de Abalá
(partido de Acancéh) en 1916. Entre los
propietarios de la hacienda están registrados
Antonio Manuel Peón Méndez y en 1997 a la
Sra. Ma. Josefina Mediz Bolio Cuartas Vda. de
Peón.
9. SINHUNCHÉN, ABALÁ
La ex hacienda Sinhunchén, del municipio de
Abalá, es hoy un centro de población de unos
350 habitantes en el que no queda casi nada
de los edificios del casco de la hacienda o de la
antigua maquinaria que servía para el trabajo
diario de desfibración en ese lugar, pues hace
más de 15 años que dejó de funcionar por falta
de suficientes hojas para la raspa.
Sinhunchén, situada a 5 kilómetros de
la carretera Mérida-Muna, así como a unos 35
kilómetros al sur de la ciudad capital, tiene
como límites al norte y oriente a Pebá; al oriente
a la Hda. Temozón ; al sur a Ochil y al poniente
a la Hda. Cacao.
Los propietarios de la finca henequenera
fueron: Alicia Ferráez de Rendón, Humberto
Ferráez Espinosa, Graciela Ferráez de
108
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Arredondo, Flora Ferráez de Hernández; don
Néstor Espinosa e hijos: Alfredo, José Rafael,
Diego José y María Espinosa Pasos. En 1959
tenía 40 Has.
La población de Sinhunchén vive
actualmente de trabajo que proporciona una
granje de cerdos y del cultivo de un poco de
henequén que se lleva a desfibrar a las vecinas
haciendas de Uayalceh o Tebec. Es poca la
gente que viaja a Mérida en busca de ingresos.
Cada año, el 13 de junio, realizan animadas
fiestas en honor de San Antonio Padua que es
su santo patrono.
10. TEKIK, TIMUCUY
La hacienda Tekik, que perteneció al municipio
de Acancéh y hoy al de Timucuy, está ubicada
a unos 20 kilómetros al sur de la ciudad de
Mérida. Fue una de las haciendas construídas
en la segunda década de este siglo para el
cultivo y la desfibración del henequén. Sus
planos fueron elaborados en 1917 y figura
como propietario Eduardo Perfecto Bolio
Pinzón.
El municipio de Timucuy (que significa
«lugar de la tórtola») tiene dos haciendas:
Subincancab y Tekik, sin embargo el número
de sus habitantes apenas rebasa los 3,000 y
su economía es hoy de las más pobres de la
entidad.
La Hda. Tekik tiene al norte ejidos
de Acancéh y la carretera hacia Mérida; al
oriente ejidos de Acancéh, Timucuy y la Hda.
109
Pedro Echeverría V.
Oxtapacab; al sur se ubican las haciendas
Yaxcopoíl, Santa Rita y San Lorenzó Pelé y por
el poniente la Hda. Kankirixché.
Los propietarios de Tekik después de
Bolio Pinzón fueron José Pilar Martínez en
1922 y Ramona Martínez Rejón de Trejo en
1927, pero a partir de 1935, cuando pasa la
propiedad a manos de Álvaro Regil de Peón,
como puede verse en los archivos del Registro
Público de la Propiedad , los propietarios de
Tekik dividieron en partes la hacienda entre
familiares para evitar que la Reforma Agraria
cardenista los afectara. Ese año se formaron
las fincas: San Francisco, San Alonso, Santa
Donata, San Álvaro, Xpelecuil, Xcocmil y Ma.
Cristina.
Esta última finca, con 194 Has., se puso
a nombre de Álvaro Regil Peón en 1935 y de
Fausta Peón de Regil al siguiente año. En la
de San Alonso, con 208 Has., se puso como
propietario en 1935 a Álvaro de Regil Peón y al
siguiente año a Pedro Manuel de Regil Casares.
San Francisco Tekik poseía 3,352 Has., por lo
que antes de subdividirse la hacienda tenía
una extensión superior a 4,000 Has.
En 1936 aparece como propietario José
Concepción Loeza, pero en 1945 ya figura
como dueña María Cristina de Regil de Peón.
En 1953, siendo propietaria Adriana Cervera
Gómez, se ratifican las afectaciones agrarias
y sólo le quedan a la hacienda 199 Has. En
1973 aparece como propietario Eulogio Salazar
Ramírez, en 1985 Eulogio Salazar Mendoza,
así como Ma. Cristina de Regil Peón Vda. de
110
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
P., Cristina, Fausta Ma., Alonso, Agustín,
Álvaro y Francisco Peón de Regil y Enrique
de la Cámara Lara. En 1994 Felipe de Jesús
Salazar Mendoza y en 1996 David Joel Esquivel
Pérez.
No se han logrado datos acerca del
volumen de su producción, empero es fácil
deducir que Tekik no tuvo una importante
actividad en la siembra y la desfibración de
henequén por los continuos cambios en sus
propietarios.
11. CANICAB, ACANCÉH
Canicab es una de las ex haciendas
henequeneras pertenecientes al municipio de
Acancéh, otras ex haciendas de este municipio,
que en tiempos pasados fue un gran centro
de producción henequenera, son Sacchich y
Ticopó. Está ubicada a unos 25 kilómetros al
oriente de la ciudad de Mérida. Se puede entrar
por Acancéh o por Ticopó, en la carretera de
Valladolid.
Acancéh («Bramido del venado»),
perteneció al partido de la sierra Baja cuya
cabecera era el pueblo de Mama. Más adelante
fue del partido de Mérida y después de Tecóh,
hasta que en 1976 Acancéh se convirtió en
municipio independiente con la categoría de
Villa. Colinda al norte con Kanasín y Tixpehual,
al sur con Tecóh, al oriente con Seyé y al
poniente con Timucuy. Actualmente tiene poco
más de 8,000 habitantes.
Canicab, en 1915, era propiedad de
3,090 Has. del Sr. Liborio y Rafael Cervera
111
Pedro Echeverría V.
Lara. Al norte y poniente colinda con Ticopó de
Ricardo Molina; al oriente con terrenos de Seyé;
al sur con Huitza de Ricardo Molina, Sacchich
de Emilio Seijo y Sahcatzin de M. Casares.
En 1935 Canicab registra ya a muchos
propietarios: Liborio, Arminda Cervera Boyancé,
Irma Cervera de Boyancé, Orlando Cervera
Marín, Wanda Cervera de C., Rafael Cervera
F., Ligia Cervera de C., Adela Cervera de V.,
Gilda Cervera de A. En 1962 pasa a manos
de Nacional Financiera, S.A. Ese mismo año,
al formarse Yunkul, le quedó a Canicab 995
Has.
El propietario actual de la ex hacienda es
el Sr. Enrique Kantún Garrido. Esta persona
nació en la hacienda lo mismo el resto de su
familia. Ha levantado un taller de ropa en
ese lugar. Esta lleva 11 años sin desfibrar
henequén y lo poco que se cultiva se lleva a
Chunkanán. El santo patrono es San Isidro y
es festejado el 15 de mayo. La hacienda tiene
unos 1000 habitantes, aunque buena parte de
esos trabajan en Mérida.
12. SAN ANTONIO SACCHICH, ACANCÉH
La ex hacienda Sacchich lleva poco más de 20
años de no desfibrar henequén. Desde 1979,
cuando se hizo de la propiedad el Sr. Jorge
Manuel Díaz Barrera, la finca fue sometida a
una intensa restauración con el fin de recuperar
con trabajo la inversión. Dos años después, al
pasar la ex hacienda a nombre de la Sra. Rosa
María López de Díaz, comenzó a funcionar
112
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
como centro naturista y vivero especializado
en plantas ornamentales provenientes de
diferentes entidades y países.
La ex hacienda pertenece al municipio
de Acancéh y se puede llegar a ella pasando
por la cabecera municipal o por las haciendas
de Ticopó y Canicab. En cuanto a su extensión
territorial, Sacchich registra 439 Has.en
los primeros años de este siglo, después se
extiende a 604 Has.; en 1933 posee 696 Has.,
en 1937 se informa que su propiedad es de 610
Has., pero en 1990 se ha reducido a 42 Has.
Entre sus propietarios se pueden citar a
los siguientes: J. Gómez en la primera década
del siglo, en 1914 a María Gómez de Seijo, Gilda
Seijo de Cámara, Jorge Alberto Seijo Gómez y
Margarita Seijo de Bolio. A partir de 1949 está
registrada como dueña la Sra. María Rosa Seijo
de Losa; en 1960 Jorge Alberto Seijo Gómez y
María Rosa Seijo de L. y por último aparecen
ya las dos personas antes mencionadas: en
1979 Jorge Manuel Díaz Barrera y en 1981
Rosa María López de Díaz.
La población de Sacchich t iene
aproximadamente 300 habitantes que
viven de algunas labores agrícolas, pero
fundamentalmente de los que los mayores
pueden obtener trabajando en Mérida. Festejan
cada 13 de junio a San Antonio Padua, que es
su santo patrono.
13. TEKAT, MOCOCHÁ
Tekat, construída a mediados del siglo XIX,
fue una gran hacienda, según algunos viejos
113
Pedro Echeverría V.
habitantes de las poblaciones de Conkal
y Mocochá. Perteneciente a este último
municipio, al que también pertenecen las ex
haciendas Carolina y Toóh, la ex hacienda
Tekat conserva en el recuerdo el prestigio que
obtuvo por sus fiestas en honor de San Antonio
el 13 de junio, de las corridas de toros, de
la cantidad de visitantes que durante 3 días
comían y bebían a cuenta de los dueños y del
pueblo.
Mocochá («agua del agujero») está a
21 kilómetros de la ciudad de Mérida por la
dirección noreste. Formó parte del partido de
Izamal y años después al partido de Tixkokob,
hasta que en 1918 se convirtió en municipio
libre. Actualmente tiene aproximadamente
3,000 habitantes.
La ex hacienda Tekat tiene al norte
Yaxché, Santa Cruz, Mocochá, Santa Isabel; al
oriente tiene a Sinitún y San Juan; al sur a la
Hda. Xcuyún y al poniente a las haciendas San
Lorenzo y Santa María. El primer propietario
de Tekat fue el Sr. Manuel Zapata Martínez y
entonces la extensión de la hacienda era de
2,005 Has. Los siguientes propietarios fueron
Alfredo Molina y su esposa Adolfina Zapata.
Hace unos 25 que no se raspa ni se
cultiva henequén, sus aproximadamente
500 habitantes viven de trabajos agrícolas
que realizan en la propia ex hacienda, en
Mocochá, Conkal y Mérida. Hay primaria,
kinder, INEA. Hay dos chimeneas y dos casas
de máquina, pues en una estalló la caldera y
la otra se construyó en 1927. También dicen
114
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
que había un hotelito de de madera para recibir
a visitantes. Fue comprada por el Banco y
Nacional Financiera.
14. SAN ANTONIO XCUCUL, MÉRIDA
Al norte de la ciudad de Mérida, en plena
zona residencial, se ubica la ex hacienda de
Xcucul. Ha sido ampliamente restaurada con
fines turísticos y se ha convertido en centro de
reuniones, eventos y fiestas privadas. Según se
informa se realizan al mes en este lugar unos
diez eventos.
Xcucul poseía en 1923 una superficie de
438 Has., pero en 1945, por la Reforma Agraria ,
se reduce a 125 Has. En 1962 fue dividida
en tablajes quedándole 41 Has., para luego
reducirse a 3 Has. en 1963. Colinda al norte
con los terrenos de Copó; al oriente se ubica
la finca Cinta; al sur el colegio Chapingo de
Agricultura y al poniente la finca Buenavista.
Sus propietarios han sido los siguientes:
En 1931 Alonso G. Cantón; en 1945 Fernando
Gutiérrez Solís; en 1953 Banco del Sureste; en
1957 Francisco Gutiérrez Solís; en 1963, ya con
3 Has., Xcucul se convierte en propiedad de
la Sra. María Luisa Barthel de Rubio; en 1967
pasa a manos del Banco de Campeche, pero dos
años después es adquirida por Luisa Barthel
Escudero de Rubio. En 1977 la propiedad se
otorga a Rodrigo, José Luis, Miguel, María
Luisa y Erick Luis Rubio Barthell.
15. SAN JUAN KOOP, MUXUPIP
115
Pedro Echeverría V.
San Juan Koop es una ex hacienda que
pertenece al municipio de Muxupip y se puede
llegar a ella recorriendo los 7 kilómetros que
la separan del poblado de Tixkokob o por los 9
distantes de Motul. Es una hacienda cuyo casco
ocupa una amplia extensión con dos plazas
circundadas por viejas casas construidas para
sus acasillados.
Muxupip, a unos 30 kilómetros de la
ciudad de Mérida y con unos 2,500 habitantes,
limita al norte con la ciudad de Motul; al sur con
el pueblo de Cacalchén, al oriente con Motul
y al poniente con los municipios de Yaxkukul
y Tixkokob. Además de la ex hacienda de San
Juan koop, Muxupip posee otras localidades:
San José Cholul, San José Grande, Catzin,
Sac-Citán y la ex hacienda Ixim.
San Juan koop, que en 1917 fue
propiedad de Felipe G. Cantón, tiene al norte a
Muxupip; al oriente Dziná, San José Cholul y
a Euán; al sur las Ruinas de Aké y Kanichén,
y al poniente Humpicdziu y Sac-Citán.
Antes de 1917 poseía 2,474 Has., pero
ese año se rectificó su extensión y le quedó
1,723 Has. En 1925 se dividió en tablajes y se
redujo a 1,399 Has., pero en 1939 - al aplicarse
la Reforma Agraria cardenista- se quedó con
una propiedad de sólo 2 Has.
Después de don Felipe G. Cantón aparece
como propietaria la Sra. Martiniana Campos de
C. En 1944 pasa a nombre de Elba G. Cantón
Vda. de Ponce, en 1946 las escrituras indican
que su propietario es Alfonso Capetillo Cirerol.
116
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
En los últimos años aparecen como dueños
José Antonio Cabrera Patrón en 1989 y Ofelia
Canluni Briceño de Cabrera, en 1990.
San Juan Koop lleva 25 años sin
desfibrar henequén. La penca de henequén que
se cultiva se lleva a Muxupip a la desfibradora
del banco. Se cultiva además lechuga y tomate
en la tierra repartida en parcelas de 4 Has.
Hoy día cuenta con 180 habitantes y tiene
servicios de Kinder,Conafe y primaria. Festeja
anualmente a tres santos patronos: San Juan,
del 24 de junio; Santa Cruz, del 3 de mayo
y San Isidro, del 15 de mayo. La penca se la
llevan a Muxupip que es del banco. Se cultiva
lechuga, tomate, la tierra está repartida en
parcelas de 4 Has.
16. SUBINKANCAB, TIMUCUY
La ex hacienda Subinkancab, del municipio de
Timucuy, se encuentra a unos 25 kilómetros
al sureste de la ciudad de Mérida y tiene
actualmente unos 600 habitantes. Con base
en estudios publicados, Timucuy es uno de
los tres municipios más pobres de la entidad
y Subinkancab es una de las poblaciones
de donde proceden más «niños de la calle»
contabilizados en Mérida.
El pueblo de Timucuy, con aproximadamente
3,200 habitantes, limita al norte
con los municipios de Kanasín y Acancéh;
al sur con Tecóh; al oriente con Acancéh y
al poniente con Umán. Entre su municipio
están dos haciendas: Tekik y Subinkancab. Su
distancia de Mérida es de unos 30 kilómetros .
117
Pedro Echeverría V.
Subinkancab cuenta con una gran explanada
que le sirve de plaza principal. En 1916 su
propietaria era la Sra. Virginia Castillo Vda.
de Carrillo y poseía una extensión territorial
de 1,677 Has. Los límites son: al norte la
hacienda Tehuitz; al sur Timucuy, Tekik, San
Mateo y Canchakán; al oriente las haciendas
Tepich y Petectunich y al poniente Chimay y
Hunxectamán.
Al dejar de ser propietaria de la hacienda
la Sra. Virginia Castillo Vda. de Carrillo, en
1926 esta finca pasa a nombre de Julián
Carrillo Castillo; al siguiente año aparece como
propietario Álvaro Medina Ayora; pero en 1936,
adelantándose a la Reforma Agraria cardenista,
los terrenos de la hacienda son fraccionados y
pasan como titulares ese mismo año la Sra. Ma.
Luisa Carrillo de Medina y el Sr. Álvaro Medina
Ayora. En 1937 sólo aparece como propietaria
María Luisa Carrillo de Medina, pero en 1974
en el registro está Álvaro José Medina Peniche.
Por último en 1980, con sólo 5 Has. es vendida
a Cirilo Pech Can.
Hace 20 años, a raíz de la caída de la
producción henequera y de la quema de parte
de la desfibradora, dejó de raspar. Hoy el poco
henequén que se cosecha se transporta a la
vecina y cercana hacienda Tehuitz. La mayor
parte de sus habitantes mayores trabaja en
Mérida, pero cada 15 de abril se festeja con
gran entusiasmo al santo patrono Jesús de
Nazareth.
17. CHOCHÓH, TIXPÉHUAL
118
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
La ex hacienda Chochóh pertenece hoy al
municipio de Tixpéhual. Fue una de las
grandes haciendas del poderoso plutócrata y
gobernador del estado, Olegario Molina. En
1913 aparece con 6,455 Has. de terreno, pero
ya en 1929, cuando la revolución mexicana
venía afectando las grandes propiedades ese
gran latifundio aparece con una importante
reducción: se queda con 2,207 Has. Ese mismo
año Chochóh deja de pernecer a Nolo y pasa
al municipio de Tixpéhual.
Tixpéhual, con unos 5,000 habitantes,
se ubica a unos 17 kilómetros al oriente de
Mérida y en su municipio están las haciendas:
Techóh, Kilinch, Cucá, Sahé y Chochó, esta
última finca con unos 700 pobladores.
Chochóh está limitado por el norte por
Santa María Chí y los ejidos de Nolo. Al oriente
se ubican las Hdas. San Nicolás y San Marcos
Nolo, D. Rodríguez y Pantaleón Burgos; al
sur las Hdas. Oncán, Santo Navarrete y San
Antonio y al poniente las Hdas. Xcuyún, Chichí
y Techóh.
Se estableció una dest i ler ía de
experimentación comercial a cuyo frente
estuvo un notable químico francés, para
extraer alcohol del bagazo del henequén.
En 1922 Olegario Molina le vende o le
da como herencia a su hija y a su yerno R.
Suárez, pues aparecen ya como dueños; en
1942 Víctor M. Suárez Molina, el nieto de
Don Olegario, aparece ya como propietario;
en 1946 en el registro figura como propietaria
Ana María Eljure de Xacur y en 1978 Roberto
119
Pedro Echeverría V.
José Xacur Eljure.
Aunque la mayoría de la gente mayor
acude en busca de empleo a la ciudad de
Mérida, no de festejar a su santo patrono San
Francisco de Asis cada 4 de octubre. Hace por lo
menos 20 años que no se desfibra en Chochóh,
pero se ha instalado un corral para ganado
que rinde dividendos al Sr. Roberto Xacur, su
actual propietario. Está a 3 kilómetros de la
carretera Mérida-Tixkokob, después de cruzar
las desviaciones de Techoh y Oncán.
18. CUCÁ, TIXPÉHUAL
La ex hacienda Cucá se ubica dentro del
municipio de Tixpéhual, aunque en 1920
se registraba como parte del pueblo y ex
departamento de Tixkokob. En 1903 según
el Registro Público de la Propiedad posee
una extensión territorial de 1,858 Has., y
su propietaria es Aurora Casares de Guerra.
En 1920 la extensión del terreno se redujo
a 1,493 Has., y se puso a nombre de Rosa
Guerra de Escalante y de Rosa Fitzmaurice
Vda. de Guerra, por un lado, y de José Ma. y
Desideria Guerra, así como de Aurora Guerra
C. de Rendón.
En 1938 aparece como propietaria
Aurora Guerra de Rendón y en 1946, después
de que se rectifican medidas por la Reforma
Agraria quedando para la finca 300 Has. y de
que la hacienda pasa de Tixkokob a Tixpehual
la finca pasa a ser de Manuel Guerra Casares
y de Gustavo y Elia Heredia Escalante.
120
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
La ex hacienda Cucá tiene los siguientes
límites: al norte San Antonio de Peón y ejidos
de Tixkokob; al oriente San Antonio Peón y
Katanchel; al sur Ticopó y anexas y al poniente
las haciendas: Sahé, Boy-bec de Oncan,
vecinos de Tixpehual.
El actual propietario es Gustavo Heredia.
Sólo se siembran vástagos y el henequén se
lleva a la Ruinas de Aké para su desfibración. Se
dejó de raspar hace 10 años. La santa patrona
es la Virgen de Santana que se festeja el 26 de
julio. Se hace jaripeo. Está a seis kilómetros
de Tixpehual por camino malo. La mayoría
trabaja en Mérida. Hay escuela primaria y 5
casas para funcionarios de la hacienda.
19. GRANADA, MAXCANÚ
La ex hacienda Granada, me comenta
ampliamente el Profr. Juan Durán Castillo,
quien durante muchos años fue director de la
escuela primaria de aquella finca, pertenece
al municipio de Maxcanú; fue un centro de
población conocido como Tuchicaan («límite
del cielo») antes de la llegada de los españoles.
Apenas está a cuatro kilómetros del municipio
y a escasos cuatrocientos metros de la
carretera Mérida-Halachó-Campeche. Se ubica
al pie de la baja cerranía del rumbo. Maxcanú
(«el mono Canul»), ubicado a 53 kilómetros al
suroeste de Mérida, perteneció al partido de
Hunucmá, pero en 1900 adquirió el título de
121
Pedro Echeverría V.
Villa y cabecera del pueblo de Kopomá; aún
más, en 1914 adquirió la categoría de Ciudad,
aunque al poco tiempo la perdió. En 1935 se
le independizó Kopomá.
Durante el porfiriato, señala el profesor,
la Hda. Granada contaba con una estación de
ferrocarril, para ascenso y descenso de carga
y pasajeros de las importantes haciendas
integrantes de la red: Santa Rosa, Santo
Domingo, Kochol, San Fernando, Dzidzibachí,
Chunchucmil y Granada. Esta estación fue
suprimida en 1956 al crearse la vía ancha y
desviar la línea.
Granada tuvo una extensión de 2,500
hectáreas, pero en 1936 sufrió la afectación
cardenista que la redujo a 200 Has. En 1920
figuran como propietarios José Domínguez
Peón y Josefina García Fajardo de Domínguez,
pero a los dos años la hacienda cambió de
dueño al pasar a la familia Vales García. En
1936 además de los Vales García aparece ya
Castillo Vales; ocho años después Castillo
Vales y Monforte de Vales son los propietarios,
mismos que en 1956 le venden a los Vales
Loret de Mola. En 1960 la adquirió el gobierno
e instaló el Banco Agrario.
Hace más de 20 años que no se desfibra
henequén en Granada. Sus 346 habitantes
viven en condiciones de extrema pobreza con
lo poco que logran en Maxcanú y en Mérida.
Pero todos los años festejan a la Virgen de la
Concepción que es su santa patrona.
20. SAN ANTONIO OOL, MÉRIDA
122
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
La ex hacienda San Antonio Ool pertenece
al municipio de Mérida. Está ubicada hacia
el noroeste de la ciudad y a no más de 12
kilómetros del centro de la misma. A pesar
de ser parte de la ciudad el sitio se ve muy
abandonado porque hace ya más de 20 años
que no se desfibra henequén y sus habitantes
dependen económicamente, podría decirse que
de manera total, de lo que consiguen fuera de
esa pequeña población.
En cuanto a sus límites, San Antonio
Ool tiene al norte, segun planos de 1917, los
terrenos de Chun Oxil y, más allá, la Hda.
de San Ignacio; al sur la Hda. Concepción y
Chencú, así como el moderno anillo periférico;
al oriente la carretera de Progreso y la Hda.
Xcanatún y al poniente la Hda. Noc ac, Dzityá
y el pueblo de Cheumán, así como los terrenos
del municipio de Ucú.
Según trabajo de Alcocer Ávila y
Gamboa León, los edificios de San Antonio Ool
comenzaron a levantarse en 1892 y concluyó
su construcción ocho años después. El año
1909, el nombre de la hacienda, así como del
propietario, D. Manuel Casellas Rivas, están
labrados en la campana de lo que fue la capilla.
De Casellas la propiedad pasó a nombre de
Dña. Lía Palomeque de Ponce. En 1917 tenía
una extensión territorial de 855 Has. y su
propietario entonces era Fernando Palomeque
y Lía Peón.
Al iniciarse la década de los setenta la
propietaria es la Sra. Ana María Aguiar de
123
Pedro Echeverría V.
Peniche, quien la tuvo en propiedad casi veinte
años, hasta que se la vendió al Sr. Manuel
Loría Gamboa quien, según se ha dicho, trató
de levantar un internado secundaria de tipo
militar. Aunque aún no hay iglesia, festejan
cada 13 de junio a San Antonio de Padua
por ser el patrón de la población. El actual
propietario es Fernando Mantecón Rojo,
dedicado al negocio de la construcción.
21. POXILÁ, UMÁN
Poxilá fue una de las haciendas importantes
de Yucatán, por las dimensiones edificadas y
por la alta producción que llegó a registrar.
Pertenece al municipio de Umán y se ubica
a 6 kilómetros hacia el sur de ese municipio,
al costado de la carretera «corta», conocida
como «camino real», que va a la ciudad de
Campeche.
Umán es una de las poblaciones que
más ha crecido en las últimas décadas.
Según el censo de 1970 Umán registró 14,125
habitantes, diez años después subió a 17,278,
pero en 1990 se situó en 38,993 pobladores,
es decir, registró en esta última década un
crecimiento de 125%. Umán está ubicado a
17 kilómetros al sur de Mérida y la autopista
que une esos municipios forma parte de un
eje o corredor de empresas productivas y
comerciales.
Poxilá ha sufrido despoblamiento: en
el censo de 1900 la hacienda registraba 198
habitantes, 21 años después tenía 180 y en
124
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
1940 registró 145 habitantes. En la actualidad
Poxilá se ha mantenido en aproximadamente
150 personas, pero casi todos los trabajadores
laboran en Mérida o en Umán.
Según el Registro Público de la Propiedad
a principios de los años veinte del presente
siglo la hacienda Poxilá tenía una extensión de
3,284 Has., y los propietarios eran, en 1923,
Emilia Lara de Lara, así como Isabel y Juan
Lara y Lara. Cinco años después la hacienda
pasó a nombre de Flavia G. Cantón y de Juan
Lara y Lara. En 1935 se hicieron cargo de
ella, como propietarios, los señores Manuel
Martínez de Arredondo y Juan Lara.
En año 1937, cuando Lázaro Cárdenas
decretó la expropiación de las tierras para
convertirlas en ejido, figuraban ya como
propietarios de la hacienda los señores Juan
Lara y Lara y Alberto García Cantón. Diez años
después Poxilá cambió de dueños y pasó a
manos de Elda Margarita Layde de Ongay y Elia
Lara Zorrilla. En 1951 José Hernando Pérez y
Antonina Martínez de Pérez se convirtieron en
los nuevos propietarios.
Los últimos propietarios han sido: en
1953 Julio Laviada Cirerol y en 1989 Josefina
Heredia Gutiérrez de Laviada y Alejandro José
Patrón Laviada.
22. TEHUITZ, KANASÍN
La ex hacienda San Antonio Tehuitz está
situada a unos 7 kilómetros al oriente de su
cabecera municipal, Kanasín. Se encuentra en
el centro de varias haciendas de la región: al
125
Pedro Echeverría V.
norte se ubica San Pedro Nohpat y Teya; al sur
Subinkancab; al oriente Tepich y Petectunich
y al poniente el municipio de Kanasín y la ex
hacienda San Antonio Kaua.
Kanasín (que significa «leguminosa
de flores rojizas») se localiza en la región
metropolitana, es decir, desde hace unos
20 años es un municipio conurbado con la
ciudad de Mérida, sólo distante 7 kilómetros
en dirección sureste. En 1970 Kanasín contaba
con 6,280 habitantes, diez años después
registró 7,111 pobladores, pero en 1990 el
número de sus pobladores creció enormemente
pues reportó a 25,145 habitantes.
Según datos históricos recabados, en
1574 una señora llamada Benita Durán solicitó
un terreno para establecer una estancia de
ganado mayor. En 1600 esa Sra. Durán le
vendió la propiedad al Pbro. Andrés Rodríguez.
Después de casi tres siglos, en 1888 don Higinio
Castellanos introdujo henequén en la hacienda,
aunque esta planta se había extendido
ampliamente en el estado. A principios del
presente siglo aparece ya como dueño el Sr.
Álvaro Medina Ayora; pero en 1918 ha pasado
ya a nombre de quien fuera su esposa, la Sra.
María Luisa Carrillo de Medina; en ese periodo
se fundió con Santa Rita y le perteneció la Hda.
Ticimul. En 1920 las propiedades, que en 1922
tenían una extensión de 479 Has., pasaron
nuevamente a manos de Álvaro Medina Ayora
quien, en 1923, dividió la priopiedad entre sus
hijos: Virginia, María Luisa y Álvaro. En 1933
la hacienda perdió terrenos para dotar de ejidos
126
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
al pueblo de Kanasín.
En 1969 Álvaro Medina Carrillo, hijo de
Medina Ayora, cedió su tercera parte a José
Medina Peniche y al año siguiente este último
obtuvo las dos terceras partes de Virginia y
María Luisa. En 1972 se dividió la hacienda
en tres inmuebles: tablaje Santa Rita, tablaje
Virginia y finca San Antonio Tehuitz. En 1976
pasó a propiedad del Banrural Peninsular.
La hacienda Tehuitz, siguiendo a su
municipio, ha crecido rápidamente en cuanto
al número de sus pobladores: en 1900 tenía
apenas 54 habitantes, 21 años después registró
163 y en 1940 se contabilizó a 254 personas.
En 1987, según registro de estudiantes de la
FAUADY, tuvo 532 habitantes que año tras
año festejan a San Antonio Padua como santo
patrono.
23. PEBÁ, ABALÁ
La ex hacienda Pebá pertenece al municipio
de Abalá (que significa «ciruela de agua»).
Este municipio de apenas 5,000 habitantes
está ubicado a unos 40 kilómetros al sur de
Mérida por la carretera a Campeche vía Uxmal.
Abalá, además de contar con la hacienda Pebá,
es municipio de las importantes haciendas
coloniales: Uayalceh y Mukuiché, así como de
otras que llegaron a tener mucha presencia:
Cacao, Sihunchén y Temozón Sur. Yaxcopoíl
perteneció a Abalá a principios del presente
siglo.
La hacienda Pebá decreció en el presente
127
Pedro Echeverría V.
siglo en lo que a número de habitantes se refiere:
de acuerdo al censo de 1900 en la hacienda
vivían 243 personas, 21 años después 224 y
en 1940 se habían reducido a 158. De acuerdo
con las anotaciones del Registro Público de la
Propiedad, en el año de 1922 los propietarios
de Pebá eran Rafael, Carmen, Miguel y Adolfo
Rivero Trava; un año después los dueños son
Mercedes Rivero Rivas y Carmela Rivero Rivas
de Peón. En 1930, con ligeros cambios, vuelven
a aparecer los mismos dueños. En 1943 Pebá
pasa a nombre de Soledad Rendón de Goff.
Quince años después doña Soledad registra
como propietarios de la hacienda a sus hijos:
Carlos, Jorge y David Goff Rendón. A partir
de 1982 están inscritos Jorge y David Goff, y
un nieto: Ricardo Goff Rodríguez. Seis años
después los dueños son: Pamela Rodríguez de
Goff y Alejandro Goff Rodríguez.
24. TICOPÓ, ACANCÉH
La ex hacienda Ticopó está a 21 kilómetros
hacia el oriente de la ciudad de Mérida. Hasta
los años sesenta cuando aun no se construía
el desvío los automotores que circulaban por
la carretera Mérida-Chichén Itzá, se detenían
en la hacienda, o bajaban la velocidad de
su vehículo, para admirar el tendido de la
fibra, ver las chimeneas o mirar el proceso de
desfibración.
Ticopó es parte del municipio de Acancéh.
Este municipio está rodeado por decenas de ex
128
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
haciendas que hasta los sesenta desfibraban
millones de hojas de henequén y -con el
concurso del Banco Ejidal- proporcionaban
empleo a varios miles de ejidatarios. Acancéh,
según el censo de 1990, registró a 11,279
habitantes; veinte años antes sólo tenía
6,977.
Rodeando a Ticopó se pueden ubicar a las
siguientes ex haciendas: al norte las haciendas
Hubilá, Cucá y Katanchel; al sur se ubican
Canicab, Sacchich y el municipio de Acancéh;
al oriente San Bernardino y Holactún, y al
poniente Teya, San Pedro Nohpat y la ciudad
de Mérida.
Ticopó es y ha sido una finca con alta
población: en 1900 tenía 418 habitantes, 21
años después disminuyó a 342, pero en 1940
ya registraba a 522 pobladores. Desde aquel
año la población se ha conservado más o menos
en el mismo número, aunque la mayoría de sus
trabajadores se emplea en Mérida o haciendas
cercanas.
Su primer propietario fue Lorenzo Peón
en 1871. Este la dejó a su sobrino Francisco
Casasús Molina quien vivía en Veracruz. En
1929, según el Registro Público, el propietario
era Ricardo Molina Hubbe, pero ese año pasó
a manos de Teresa Molina de Casasús; en
1935 ya figuran como propietarios los señores
Joaquín y Francisco Casasús Molina. En 1945,
según habitantes del lugar, estalló la caldera y
puede decirse que se inició la decadencia. De
1977 a 1989 se encuentran registrados como
129
Pedro Echeverría V.
propietarios a Jorge Arcila Negroe y Gonzalo
Iván Arcila González.
En 1916 Ticopó tenía un territorio de
3,593 hectáreas, pero después del decreto
presidencial cardenista de 1937, que creó
los ejidos colectivos en beneficio de miles de
ejidatarios, aquella gran extensión en manos de
los Casasús Molina se redujo a 46 hectáreas .
Radican en Ticopó unas 500 personas y cada 8
de agosto y 8 de diciembre festejan a la Virgen
de la Concepción.
25. UAYALCEH, ABALÁ
Por lo que se sabe y se puede ver esta hacienda
fue quizá la más importante de Yucatán. Es
de origen colonial, estuvo catalogada entre las
de más alta producción, sus edificios fueron
imponentes y, además, a partir del sexenio
cardenista, funcionó como escuela rural para
formar profesores de primaria.
Pertenece al municipio de Abalá y se
puede llegar a esta hacienda por 4 rutas:
tomando la carretera que pasa por la ex
hacienda Sinhunchén; por la carretera Mérida-
Muna entrando por Abalá y pasando por
Mukuiché; saliendo por la calle 42 de Mérida
pasando por la Hda. Tekik , y por la malísima
carretera de 10 kilómetros que se inicia en la
Hda. Sotuta.
En 1653 se autorizaron las escrituras de
Uayalceh a nombre del Gral. Iñigo de Mendoza.
En 1678 Andrés de Mendoza, hijo del anterior,
compra la hacienda y un año después se
130
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
convirtió en Nuestra Señora de la Asunción de
Uayalceh. En 1753 la adquirió Alonso Peón con
450 Has., pero diez años después la hacienda
tenía en propiedad 10,000 Has., mismas que
se mantuvieron hasta 1935.
En 1911 Uayalceh registraba una
superficie de 9,152 Has. y estaba limitada hacia
el norte Stohil, Chanloc, Itzincab, Kamuchil y
Lepán; al sur Mukuiché; al oriente Xkanchakán
y al poniente Temozón y Tebacal. Uayalceh
quizá fue la hacienda más poblada. Según el
censo de población levantado en 1900 vivían
en la hacienda 778 personas, 21 años después
registró leve decrecimiento y se informó de 743
habitantes; en 1940 tenía 740 personas y en
los últimos años se ha mantenido más o menos
con el mismo número de pobladores.
En 1986 el casco de la hacienda
pertenecía a Alonso Peón Martínez. En
1993 el Banco de Crédito Rural Peninsular
compró la planta desfibradora que trabajaba
independiente al resto de la hacienda desde
1938. Lo ejidal tenía una extensión de 93,000
Has. y lo privado de 200 Has.
26. XKANCHAKÁN, TECOH
La ex hacienda Xkanchakán, ubicada dentro
del municipio de Tecoh, fue con Uayalceh de
las más importantes del estado de Yucatán.
Construida en la época colonial para funcionar
como hacienda ganadera, fue transformada en
el último tercio del XIX para ponerla al servicio
de la producción henequenera.
131
Pedro Echeverría V.
Tecoh es un municipio que, de acuerdo
al censo de 1990, posee 11,562 habitantes;
está a 28 kilómetros al sureste de la ciudad
de Mérida. Bajo su jurisdicción están las ex
haciendas: Oxtapacab, Itzincab, Sotuta, Lepán,
Santa Rita, Pixián, Sabacché, Chiquilá y
Xkanchakán; así como los pueblos Telchaquillo
y Mahzucil.
Xkanchakán al concluir el siglo XIX
sólo tenía 455 habitantes, sin embargo, 21
años después, registró un rápido crecimiento
de población hasta llegar a 710 personas y
para 1940 Xkanchakán había crecido a 763
habitantes. Esta hacienda, como puede verse,
era de las más pobladas de la entidad.
Xkanchakán está limitada al norte por
Lepán, Tecoh y Acanceh; al sur por Hunabchén
y la ciudad de Ticul; al oriente por Telchaquillo
y Pixyá; al poniente por Mucuyché y Abalá.
El ferrocarril Mérida-Ticul atravesaba por
las haciendas del rumbo, entre ellas por
Xkanchakán, para recoger las pacas de fibra de
henequén y llevarlas al puerto de Progreso.
En 1986 tenía 400 habitantes. Su
propietario era Fernando Solís Cámara y el
anterior dueño, su padre Vicente Solís León.
En aquel año el Banco Ejidal era el que se
encargaba de su administración. Su extensión
es de 18,459 Has.
27. DZINÁ, MOTUL
Dziná, hasta 1995, era un ex casco de hacienda
totalmente destruido; tres años después está
132
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
irreconocible por la enorme restauración y
reconstrucción que sufrieron sus edificios,
jardines y muros divisorios. Se puede llegar a
la ex hacienda Dziná por dos vías: desde Motul
a 4 kilómetros saliendo por la carretera que va
a Cacalchén, y desde Muxupip recorriendo 8
kilómetros.
La hacienda Dziná, perteneciente al
municipio de Motul, fue en 1917 de la sociedad
Villamor Sucres y tenía una superficie de 2,224
Has. Comenzó a ser abandonada en los años
treinta. Los censos de población realizados
en 1900, 1921 y 1940 muestran un rápido
abandono de esa finca que a fines del S.XIX
registraba 172 habitantes, en 1921 bajó a 165,
pero 19 años después se redujo drásticamente
a 71 pobladores.
En 1970 aproximadamente, la hacienda
fue abandonada por las cinco familias que
aún la habitaban y que laboraban en la planta
desfibradora y en los planteles cercanos que
también ese año fueron abandonados. A partir
de entonces los edificios de la ex hacienda se
deterioraron aceleradamente hasta que en
1995 pasó la finca de Álvaro Pacheco a José
Palomeque quien la restauró totalmente y la
convirtió en una bella casa de campo.
Motul es un municipio de grandes y
numerosas haciendas. En 1921 el municipio
registra: 1 ciudad, 4 pueblos, 1 colonia, 45
haciendas, 15 ranchos, 4 parajes y 1 quinta. En
el censo de 1940 aún destacan las siguientes
haciendas por el número de sus pobladores:
133
Pedro Echeverría V.
Sacapuc, Timul, Hilí, Dzununcán, Chacabal y
Kambul.
Dziná tiene como límites al norte las
fincas Te-haas, Santa Cruz, San José, Chemal
y Xibiltunchén; al sur Kancabchén, San José,
San Rafael y terrenos de Cholul; al oriente
terrenos de Huitzil, Dzemul, Chichimilá y
Cacalchén; al poniente terrenos de Luciana
Gutiérrez y terrenos de Felipe Cantón. La
carretera Motul-Cacalchén atraviesa los
terrenos de Dziná; al suroeste, a 8 kilómetros ,
se encuentra el pueblo de Muxupip.
28. CHUNCHUCMIL, MAXCANÚ
Esta ex hacienda pertenece al municipio de
Maxcanú y se ubica a 80 kilómetros de Mérida,
fue escogida por el gobernador Olegario Molina
para ser visitada en 1906 por el presidente
Porfirio Díaz. También a fines de los años
setenta, durante el gobierno de López Portillo,
su hermana Margarita estuvo a punto de
convertirla en centro turístico y de culminar
la construcción de una carretera que uniría a
Cunchucmil con el puerto de Celestún.
Para llegar a Chunchucmil, saliendo del
municipio de Maxcanú, se requiere pasar por
las ex haciendas: Granada, Santo Domingo,
Santa Rosa y Kochol; es la población final
en esa ruta de edificaciones que durante un
siglo estuvieron al servicio de la desfibración,
almacenado y administración de fibra de
henequén.
Maxcanú, cuyo nombre parece originarse
134
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de un cacique de apellido Canul, es una de las
poblaciones interesantes de Yucatán. Según
censos de 1921 Maxcanú era una villa que tenía
bajo su jurisdicción a 2 pueblos, 22 haciendas,
5 ranchos, 2 estaciones de FF.CC. y 7 parajes;
contaba entonces con 8,807 habitantes.
Situada a 80 kilómetros de Mérida, la
hacienda fue fundada por Rafaél Peón Losa.
A principios de los ochenta fue propiedad de
Luis Gutiérrez Muñoz, Ramón Charles, Hugo
Expósitos y Margarita López Portillo. Querían
convertirla en parada turística conectada con
los puertos de Celestún y Yaxhá, pero fue
suspendido el proyecto. Posee actualmente
600 Has. (400 del ejido y 200 de la pequeña
propiedad). Cuenta con 1,300 habitantes. Se
desfibraba hasta el año de 1970 unas 300,000
hojas semanales.
Chunchucmil tuvo en 1915 a Sinkehuel
como anexa y poseía una extensión territorial
de 45,000 Has. En aquel año se dividió y se
formaron las fincas San Rafael, San Simón,
Sinkehuel, Tzalam y Venecia.
Según el registro público, en 1926 los
propietarios eran Rafael Peón Losa, María
Cristina Peón de Olilloud, Berta Peón de
Manero y Rafael Peón Orana. En 1928 aparecen
como dueños Cristina Peón y Bertha Peón, así
como Enrique Manero. En 1958 figuran Juan
Castillo, Socorro González de Castillo y María
Cristina Peón Arana; un año después éstos se
la venden a Manuel Villanueva y Fausta Leal de
V. En 1971 Ramón Charles Perles la adquiere
135
Pedro Echeverría V.
como propiedad y luego es dividida para formar
las fincas: Villa Fausta, Don Manuel, Villa
Pilar, Don Nicolás, Villa Beatriz, Don Luis y
Villa Leonor.
29. EKNACÁN, CUZAMÁ
Eknacán es una población atravesada por
la carretera que va de Acanceh a Cuzamá.
Pertenece a este último municipio y lo más
notable de la población es la iglesia neogótica
que la domina. Hasta 1916 contaba con una
extensión territorial de 2,227 Has., mismas que
fueron convertidas en ejidos colectivos en 1937
durante la administración cardenista.
Cuzamá (que significa «agua de
golondrinas») se encuentra a unos 45
kilómetros en dirección sureste de Mérida.
Cuzamá, hoy municipio libre con poco más
de 3,000 habitantes, perteneció hasta 1846 al
municipio de Homún. Dentro de su jurisdicción
están Eknacán, Nohchakán, Chunkanán y
Yaxkucul.
Con las anexas: Dzitná, Cubá y Chan
y siendo propietaria la Sra. Luisa Hubbe de
Molina, Eknacán tuvo en 1908 una extensión
de 3,895 Has. Su ubicación geográfica era:
al norte, la Hda. Chanyabucú de Casares
Escudero y la Hda. Bacoc de Leopoldo Molina;
al sur, Bolompich de José María Espinosa,
Nohyabucú de Liborio Cervera; al oriente,
la finca Tohbichén de José Valladares y los
136
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
ejidos de Cuzamá; y al poniente, Santa Rita
Acambalam de Pedro Peón y socios y la finca
Zuu de Eusebio Acevedo.
Sus propietarios fueron: Luisa Hubbe de
Molina en 1916, pero a partir de 1949 aparecen
como dueños los Sres. Dolores Fitzmaurice de
Molina, Luisa Álvarez de Molina, Ermilo Rafael
Molina, Berta Molina de Castilla, Margarita
Llovera de Molina, María Luisa, Armando y
Ernesto Molina García. En 1956 se registró a
casi los mismos propietarios; en 1961 repiten
los Molina García y en 1989 aparecen Ernesto
Molina García, Eduardo Miguel y Gerardo
Molina Llovera, Amira Álvarez de Molina, etc.
30. OXTAPACAB, TECOH
La ex hacienda Oxtapacab pertenece a la
población de Tecoh. Se ubica en el centro de
un núcleo de poblaciones que también fueron
haciendas hasta hace 30 años. Al norte está
el pueblo de Timucuy y las ex haciendas
Subinkancab, y Tehuitz; al sur están Lepán
y Xkanchakán; al oriente se ubican Eknakán
y Nohchakán y al suroeste Izincab, Sotuta y
Uayalceh.
Tecoh es un municipio ubicado a
unos 30 kilómetros al sureste de Mérida.
Además de Oxtapacab, entre su jurisdicción
están otras ex haciendas: Izincab, Sotuta,
Lepán, Xkanchakán, Santa Rita, Mahzucil,
Pixián, Sabacché, Chiquilá y el pueblo de
Telchaquillo. En 1980, según el censo, tenía
8,888 habitantes.
137
Pedro Echeverría V.
Construida en 1887. Los primeros
dueños fueron los Hnos. Berzunza. Quedó
como propietario Hernán Berzunza. le siguió
Consuelo Gutiérrez de Berzunza (1952-76),
quien antes de morir se la dejó a su sobrino
Eduardo Gutiérrez Espinosa (1976-80).
La hacienda Oxtapacab, en cuanto al
número de sus habitantes, fue una hacienda
media que poco a poco fue despoblándose.
En 1900 registró 244 habitantes; veintiún
años después el censo de población informó
que tenía 246, pero en 1940 Oxtapacab sólo
registró 152 habitantes.
En 1980 pasó a manos de Jesús Rivero
quien tres años después se la vendió al Arqto.
Jorge Martell. Actualmente está a nombre de
María Eugenia Delbouis de Martell. Tiene una
extensión de 198 Has. y aún se dedica a la
producción y maquila de henequén. Raspa 30
mil hojas diarias.
31. SANTA MARÍA ACÚ, HALACHÓ
Situada a 13 kilómetros al poniente de Halachó,
su municipio. Según el Sr. Edgar Lizama -quien
durante muchos años fue profesor del lugarsus
fundadores fueron José García Morales y
la Sra. Sofía Fajardo. Actualmente pertenece
a un norteamericano, Erick Noren, quien se la
compró en 1971 a Álvaro Cámara Peón.
Santa María Acú contaba en 1916 con
5358 Has. Estuvo limitada por el norte por
Kochol y Dzidzibachí; por el sur: Sihó, San
Nicolás y Komchén; por el oriente lo ejidos
138
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
de Cepeda; por el poniente: San Mateo y
Tankuché y por el sureste: San Diego, Cepeda
y Halachó.
Halachó, que significa «carrizo de los
ratones», está a 78 kilómetros al suroeste de
Mérida y es la última población de Yucatán en
la carretera Mérida-Campeche, vía «carretera
corta» o ruta del «camino real». En 1921, según
el censo de población, tenía la categoría de
«Villa» y contaba con 8,520 habitantes. Bajo
su jurisdicción tenía a dos pueblos (Cepeda
y Cucholoch) y cinco haciendas (Dzidzibaché,
Dzidzilché, Kankabchén, San Antonio Sihó y
Santa María Acú).
Entre los propietarios de Santa María
Acú están registrados: en 1916 Sofía Fajardo
de García y Ana García de Fernández. Tres
años después José García Fajardo, así como
los hijos de Ofelia García de Fajardo: Genovevo,
Celia, Ana, Elvira, Margarita, Lucy y Carlos
Fernández García. En 1921 Arturo Zavala
Castillo y los hijos de Fernández García. En
1925 sigue la misma familia.
A partir de 1932 aparecen ya otros
apellidos: los hermanos Vales Millet y Alberto
Vales Millet. En 1933 siguen los Vales Millet
pero aparece Víctor Vales Guerra. En 1936 la
propietaria es María Vales Vda. de Casares.
En 1943 desaparecen los Vales y se registra
como propietario Álvaro Vallado García. En
1967 compra la hacienda Fernando Uribe Pérez
quien, dos años después se la vende a José
Enrique Millet Espinosa; en 1972 la adquiere
Arturo Novelo Colomé, pero en 1981 se la vende
139
Pedro Echeverría V.
a Karl Erick Noren Erickson.
32. XCUMYÁ, MÉRIDA
Xcumyá es una ex hacienda situada a unos 19
kilómetros al norte de Mérida, desviándose en
el kilómetro 15 de la carretera que va hacia el
puerto de Progreso. En su tiempo fue una de
las 70 haciendas que circundaban a la ciudad
capital y que durante la dictadura porfirista
representaban un símbolo de progreso y de
admiración para visitantes.
En 1900 Xcumyá tenía 183 habitantes
y mantuvo un lento crecimiento poblacional,
pues en los 40 años siguientes sólo registró a
37 personas más. Mientras Xcumyá produjo
henequén, mantuvo un permanente crecimiento
poblacional; a partir de los setenta,
cuando la producción se vino abajo, el número
de sus pobladores se mantuvo estable, aunque
se han visto obligados a buscar trabajo en la
ciudad.
En 1872, según planos de Archivo
Histórico del Estado de Yucatán, Xcumyá tenía
una extensión territorial de 9,194 hectáreas y
el propietrio era el Lic. Miguel Carvajal; muchos
años después aparece ya como propietaria la
Sra. Concepción Carvajal, pero la extensión se
ha reducido a 618 Has.
Los límites de Xcumyá eran: al norte:
San Diego y Misnebalam; al sur: Dzibichaltún
y Sacnicté; al oriente: Sacnicté (antes de 1872
Santa Úrsula) y al poniente: Dzibichaltún.
140
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
33. PETECTUNICH, ACANCÉH
Petectunich, que en maya significa piedra lisa,
es una ex hacienda situada a 20 kilómetros
hacia el sureste de Mérida; Petectunich es
atravesada por la carretera que va de aquella
capital al municipio de Acancéh, pasando antes
por la población de Kanasín y por las haciendas
Tehuitz y Tepich. En medio de la hacienda
pasaban -sin detenerse a recoger pasaje- dos
trenes: el que iba a Peto y el que se dirigía a
Sotuta; pero al regresar recogían vagones de
carga llenos con pacas de fibra de henequén.
En 1912, cuando la hacienda poseía una
extensión de 2,293 hectáreas , los propietarios
fueron Manuel Cirerol y sus hermanos; sin
embargo un año después aquella extensión,
inexplicablemente, se redujo a 605 Has.
Los siguientes propietarios fueron: en 1916
Sebastiana Sansores Vda. de Cirerol; en
1922 aparecen como dueños Manuel Cirerol
y Amada Villamil de Cirerol; un año después
aquella propiedad pasa a nombre de Manuel
y Arturo Cirerol.
En 1933 Petectunich pasó a manos de
los Hnos. Delfín y Quintín Canto Lara. En 1950
estos la vendieron a Enrique Canto Barbachano.
A mediados de los ochenta la ex hacienda tenía
unos 400 habitantes y el dueño de lo que
quedaba del casco era Fernando Barbachano
Gómez Rul quien, según algunos habitantes
de Petectunich, quizo sembrar sábila pero por
141
Pedro Echeverría V.
falta de riego el proyecto fracasó.
34. YAXCOPOÍL, UMÁN
Cuando se viaja por la carretera Mérida-
Uxmal-Campeche, aproximadamente por el
kilómetro 30, después de cruzar por la villa
de Umán y por la hacienda Xtepen, se puede
ver al frente una de las haciendas coloniales
más importantes de la entidad: Yaxcopoíl o
«lugar de álamos verdes».Yaxcopoíl perteneció
al municipio de Abalá hasta los años treinta,
pero desde hace más de seis décadas es parte
de Umán. Según algunas fuentes históricas,
fue fundada en 1600 como un sitio agroganadero,
pero a mediados del siglo pasado,
cuando en 1864 el Sr. Donaciano García Rejón
se convirtió en su propietario, la hacienda
comenzó a transformarse para adecuarla a la
producción henequenera.
La villa de Umán, según el censo de 1921,
tenía en su jurisdicción a un pueblo (Bolón), a
20 haciendas (entre las más pobladas estaban:
Oxcum, Dzibikak, Tebec, Hotzuc, Xteppen y
Ticimul), además de parajes y ranchos. En
1940 Yaxcopoíl, que años antes pertenecía al
municipio de Abalá, aparece como la hacienda
más poblada de Umán, seguida por Dzibikak,
Tebec, Hotzuc, Xteppen y Ticimul.
Yaxcopoíl registró un decrecimiento
rápido en su población: en 1900, en pleno
régimen porfiriano, contó con 775 habitantes;
después del triunfo revolucionario, de acuerdo
al censo de 1921, Yaxcopoíl sólo cuenta con
142
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
536 pobladores; en 1940, al concluir la Reforma
Agraria cardenista, el número de personas se
redujo a 418.
Hasta hace algunos años laboraban
en Mérida, como albañiles, cargadores o
sirvientas, la mayoría de sus pobladores en
edad de trabajar. La propiedad de la hacienda
se trasmitió por herencia familiar hasta llegar a
la familia Cervera Cámara y a la administración
que está a cargo de Miguel Faller Cervera. Los
pobladores festejan en abril de cada año al
santo patrono que es San Jerónimo.
35. SAN ANTONIO MILLET, TIXKOKOB
San Antonio, apellidado antes como Peón,
hoy como Millet, fue una de las haciendas
más importantes de Tixkokob; además, la
arquitectura acastillada de sus edificios la
hace muy notable. Destacó entre las otras
haciendas del municipio y de otras poblaciones
vecinas. En 1916 tuvo una extensión de
1,680 Has., en 1925 se redujo a 1,566, pero
después de la Reforma Agraria cardenista que
benefició a miles de campesinos, la extensión
que beneficiaba a la dueña de San Antonio se
redujo a 252 Has.
En la jurisdicción municipal de Tixkokob,
situada a 25 kilómeros de Mérida en la región
centro-norte del estado y con más de 15 mil
habitantes, quedan comprendidas cuatro
localidades con más de 500 habitantes: Ekmul,
Euán, Nolo y Ruinas de Aké. Otras con menos
población son las haciendas: San Antonio,
Chacil, Kunkabchén, Santa Cruz, Katanchel
y Hubilá.
143
Pedro Echeverría V.
El primer dueño de San Antonio fue
Álvaro Peón de Regil, quien al morir en 1919
se la dejó a Dña. Candita Peón; esta señora
le encargó la administración de la misma
al Sr. Humberto Aranda. En 1950, después
de tenerla en propiedad más de 30 años, la
Sra. Peón trasladó el dominio al Sr. Rafael
Delgado Falcón quien a los pocos meses se
la vendió a Juan y Oswaldo Millet Rendón.
En 1955 además de Oswaldo, aparece como
propietario el Sr. Alonso Millet Cámara, quien
ocho años después trasladaría sus derechos
a su hermana Eugenia Millet Cámara. En
1980 la hacienda pasa a otro dueño: Gerardo
Millet Palomeque y desde 1996 figura como
propietario el Sr. Eduardo Bosco Calderón
Muñoz. En sus buenos tiempos se desfibraba
100,000 hojas al día.
36. TECHOH, TIXPEHUAL
La ex hacienda Techoh, ubicada a unos
seis kilómetros al oriente de la ciudad de
Mérida, por la carretera que va a Tixkokob,
originalmente no fue una hacienda importante.
En el censo de población de 1900 no aparece;
21 años después -cuando Tixpehual aún
es dependiente del municipio de Tixkokob-
Techoh registra 92 personas. En 1940 Techoh
contaba con 128 habitantes, pero pertenece
ya a Tixpehual que ha logrado ser municipio
libre.
Tixpehual, situada a 17 kilómetros al oriente
de la ciudad de Mérida y con una población
144
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
actual de unos 5,000 habitantes, al liberarse
de Tixkokob en los años treinta, se quedó con
las haciendas: Chochoh, Kilinché, Miraflores,
Cucá y Sahé.
La ex hacienda Techoh tiene al norte
terrenos de Chichí y Chochoh, así como a
Sitpach y a Cholul; hacia el sur a San Pedro
Nohpat, Teya y Kanasín; por el oriente a
Chochoh, Oncán y Tixpehual y hacia el
poniente a la ciudad de Mérida.
37. KOCHOL, MAXCANÚ
La ex hacienda Kochol forma parte de las
fincas importantes del municipio de Maxcanú.
Según el Registro Público en 1913 tenía una
superficie de 4.265 Has. Está limitada al norte
por Chunchucmil; al sur por las haciendas Ucú
y Dzidzibaché; al oriente por Santo Domingo y
al poniente por San Mateo.
En 1913 los propietarios de Kochol eran:
Emilia Lara de L., Felipe Lara y familia, Felipe
Lara Bolio y Alfonso Lara Bolio. Cinco años
después la propiedad ha quedado en manos de
Felipe A. Lara. En 1926 la única dueña es la
Sra. Mercedes Lara de O’Horán que, al parecer,
la divide en 1937 para evitar la afectación de
la Reforma Agraria cardenista; ese años la
propiedad aparece a nombre de Jorge Lara
Ferrer, Alfonso Lara Bolio, Mercedes Lara de
O’Horán, Carlos R. Rosado Sales y Esther
Ferrer Vda. de Aldana.
En 1943 se confirman a algunos de los
propietarios encabezados por Mercedes Lara
145
Pedro Echeverría V.
de O’Horán y tres años después la propiedad
se ha escriturado a favor de Mercedes Lara y
de Carlos René Rosado Sales. Habitada por
1000 personas su propietaria en los ochenta
es Lía O’Horán quien la heredó de su padre el
Sr. Eraclio O’Horán.
38. SANTA ROSA, MAXCANÚ
Situada a 61 kilómetros de Mérida, la ex
hacienda Santa Rosa de Lima pertenece al
municipio de Maxcanú. Entre las haciendas
ubicadas dentro del territorio de este municipio,
siguiendo al poniente una misma ruta, se
puede ennumerar a Granada, Santa Rosa,
Santo Domingo, Kochol y Chunchucmil.
Santa Rosa sufrió en los primeros
años del presente siglo un proceso de baja
en su población. En 1900, según censo de
aquel periodo de auge porfiriano, tenía 319
habitantes; en 1921, después de la Revolución
y del régimen de Alvarado, la hacienda registró
a 269 personas y en 1940, al concluir el
cardenismo, contaba con 279 pobladores.
En 1936, según puede verse en el Registro
Público, los propietarios eran Josefina García
Vda. de Domínguez, así como de los hermanos
José, Alfonso, Esther, Fernando, Enrique, Luis,
Arturo y Ernestina Vales García; pero también
de Carmen Vales de Bolio, de Esperanza Vales
de Castillo y de Matilde Morales. En 1953
la propiedad pasó nuevamente a nombre de
Josefina García Fajardo Vda. de Domínguez y
de Alfonso Vales García. Al siguiente año Santa
146
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Rosa estaba escriturada a favor de Enrique
Vales García y Josefina García Fajardo.
Al convertir en ejidos las dos terceras
partes de la gran propiedad de la hacienda, el
casco sólo se quedó con una extensión de 280
Has., pero en 1956 se habían reducido estas
a sólo 157 Has.
Antes que en 1960 dejara de funcionar,
en Santa Rosa se desfibraban 100,000
hojas diarias. El propietario actual es el Sr.
Enrique Vales Monforte. Los habitantes son
aproximadamente 580 y la mayoría trabaja en
Maxcanú, Mérida y en algo que se logra en la
misma hacienda. Festejan anualmente a su
santa patrona que es Santa Rosda de Lima.
39. SANTO DOMINGO, MAXCANÚ
Situada a 70 kilómetros de Mérida, la ex
hacienda Santo Domingo tiene actualmente
unos 1000 habitantes. Fue en 1967, a raíz
del inicio del derrumbe de la producción
henequenera en la entidad, cuando las
máquinas dejaron de desfibrar las 300,000
hojas semanales. Las haciendas de esta ruta:
Granada, Santa Rosa, Santo Domingo, Kochol
y Chunchucmil, no son coloniales, surgieron
en el último tercio del siglo pasado junto con
la producción henequenera. No se han logrado
datos en el Registro Público ni en el Archivo
del estado, pero se asegura que sus primeros
propietarios fueron Avelino Montes y su suegro
Olegario Molina.
La hacienda Santo Domingo se mantuvo
147
Pedro Echeverría V.
más o menos estable, en cuanto a su población,
durante los primeros cuarenta años del presente
siglo. En 1900 registró 330 habitantes, 21 años
después se informó que contaba con 374 y en
1940 tuvo 366 pobladores. (Registro público
no hay)
40. SAN IGNACIO, PROGRESO
San Ignacio fue una importante hacienda
henequenera porque además de pertenecer
al municipio de Progreso -el único puerto
de exportación- siempre funcionó como el
principal paradero del ferrocarril y de la
carretera entre Mérida y aquel puerto apenas
distante 36 kilómetros de la capital yucateca.
San Ignacio fue la única hacienda que, junto
con Chikxulub, Chelem y Chuburná, perteneció
al municipio de Progreso.
El puerto de Progreso, fundado en 1875
para ponerlo al servicio de la exportación
comercial del henequén y de los poderosos
propietarios de las haciendas, fue durante
décadas la segunda ciudad de la entidad, tanto
por su peso económico y como por el número
de sus habitantes. Es el puerto más cercano
a Mérida y el único con categoría de ciudad.
En 1970 registró 21,352 habitantes, diez años
después llegó a 30,183 y en 1990 obtuvo la
cifra de 37,806 pobladores.
San Ignacio registró en el censo
de población de 1900 la cantidad de 431
habitantes, pero 21 años después se redujo
ese número a casi la mitad, pues decreció a
sólo 245. En el censo de 1940 ya San Ignacio
148
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
está derrumbándose como hacienda pues
sólo le quedan 187 habitantes. El puerto de
Progreso acusa de 1921 a 1940 un crecimiento
de población que va de 9,912 a 11,990.
San Ignacio tiene como límites: al norte
planteles de Progreso; al sur planteles de
Tamanché y Dzidzilché; al poniente planteles
de Dzidzilché y al oriente la carretera Mérida-
Progreso
San Ignacio fue erigida como hacienda
por Alonso Regil Peón en la década de los
sesenta del S. XIX; después de construirla
este señor se la vendió a Antonio Bolio que
entonces era propietario de la Hda. Tamanché
y que al morir se la dejó como herencia a su
hijo Gustavo Bolio. Al triunfar la Revolución
Bolio se la vendió a Lidia Noemí Novelo y sus
herederos, entre ellos don Miguel Navarrete.
149
Pedro Echeverría V.
150
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
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Pedro Echeverría V.
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
153
Pedro Echeverría V.
IMÁGENES
Cortador de hojas de henequén.
Archivo Guerra
Mano de obra infantil, ayudando en las obras de recolección
y transporte del henequén.
H. Suaste
Corte de hojas y formación de rollo de henequén en un
plantel de la hacienda Ticopó.
H. Suaste.
Plataforma de rieles Decauville, trayendo rollos de
pencas para desfibrar. Hacienda Yaxcopoil.
H. Suaste.
El elevador en operación. Al fondo el tren de raspa.
Trabajador depositando rollos de pencas en elevador.
H. Suaste
Interior de la casa de máquinas mostrando el tren
de raspa, en un día normal de trabajo. En la foto se
observan los distintos tipos de trabajadores.
Archivo Guerra.
Motor Diesel en operación, conectado al eje principal
que mueve todas las máquinas en la hacienda Yaxcopoil.
H. Suaste
Prensa para formar las «pacas» de henequén en la hacienda
Xcanchacán.
H. Suaste
Vista general del proceso de desfibrado. En primer plano
un trabajador recibiendo el producto de desfibrado y formando
los cadebos de sosquil en la hacienda Ticopó.
H. Suaste
Tendederos de sosquil, fibra de henequén expuesta al
sol para su secado.
Tendedero de sosquil con los trabajadores iniciando su
recolección en la hacienda Yaxcopoil.
H. Suaste
Trabajador transportando la fibra seca (sosquil) del tendedero
a la bodega de la hacienda Tepich Carrillo.
H. Suaste
Sosquil seco llevándose del tendedero a la bodega en la
hacienda Xcanchacán.
H. Suaste
Operadores conduciendo las pacas a la bodega.
H. Suaste
Foto histórica donde se aprecia una bodega de pacas a
principio del siglo XX.
Archivo Guerra
Acceso principal al casco de la hacienda Oxtapacab, las
puertas giratorias impedían el escape del ganado.
Nuevo acceso al casco de la hacienda Eknakan, construido
en época porfiriana.
Arco de acceso de la hacienda Mucuyché, de medio punto
con ornamento superior similar al que se utilizó en la casa
principal de la hacienda, lo que proporciona unidad y armonía
en el conjunto original.
Archivo Depto. Audiovisual Fac. Arq. UADY
Arco de acceso a la explanada anterior de la casa principal
de la hacienda Dziná.
Arco de acceso al corral principal, hacienda Xcunyá.
Articulación volumétrica
entre la
casa de máquinas
(izquierda), y casa
principal (dere-cha)
hacienda Santa María
Acú.
Nuevo acceso al casco de la hacienda, construido en época
porfiriana, hacienda Eknakán.
Vista general de
la plaza desde
la arcada de la
casa de máquinas,
hacienda
Uayalceh.
Casa principal, hacienda Cheché de la torres, Temax.
Panorámica de la casa
de máquinas desde el
comedor de la casa principal
de la
hacienda Santa Rosa.
Vista de conjunto de la
casa de máquinas de la
hacienda San Antonio
Millet.
Pórtico central de la casa principal, hacienda Santa María
Acú.
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7. Poder y prensa en Yucatán (1982-
1995)Tesis de doctorado (inédita)
ENSAYOS DE COLABORACIÓN EN
LIBROS
1. En el libro Arquitectura de las
haciendas henequenera. UADY-Escala
Colombia, 1995.
2. Antología Yucatán en el siglo XX.
FCAUADY, 1990.
3. El azar y la memoria.APAUADY,
1993.
4. Procesos territoriales de Yucatán.
APAUADY, 1995.
5. Arquitectura y urbanismo virreinal.
FAUADY, 2000.
FOLLETOS
1. Notas de filosofía e historia. Edición
de alumnos del CCH-UNAM, 1979.
2. El papa en Yucatán. Ediciones
Autogestión, 1992.
3. Los partidos políticos: lo que dicen y
lo que hacen. Ediciones Autogestión,
1992.
4. Breves reflexiones sobre arquitec-tura.
Facultad de Arquitectura de la UADY ,
1995.
5. Reflexiones, investigación y redacción.
Facultad de Arquitectura de la UADY ,
1996.
6. Los albañiles y la industria de la
construcción. Facultad de Arquitectura
de la UADY , 1997.
7. Breve cronología política del siglo
XX (Yucatán y México) Ediciones
Autogestión, 1997.
8. Movimiento Estudiantil de 1968. ¿Qué
pasó en Yucatán? ¿Cómo lo interpretó la
prensa? Ediciones Autogestión, 1998.
9. El gobierno de Loret y el asesinato
del «charras». ¿Cómo pudo el gobernador
controlar a la prensa? Ediciones
Autogestión, 1999.
10. Folleto de la UADY que contiene mi
ensayo sobre la Universidad premiado
por la misma UADY.
REVISTAS
1. Revista Latina (digital)
2. Revista Rebelión (digital)
3. Revista El Reto de Ciudad Juárez,
Chihuahua (2001-2004)
4. Revista Recreo: UPN, 1996. (dos
artículos)
ARTICULOS EN PERIÓDICOS
En Excelsior (DF) (1977), Unomásuno
(DF) (1984), Diario de Yucatán (1985-
1995), Por Esto! (1992), El ancieroección
sureste (1996), El Mundo al Día (2000-
2003), Tribuna de Campeche (2004),
Trabajadores Organo central del Partido
del Trabajo (DF)(2000-2004), Machetearte
(DF) (2003-2004)
184
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
185
Pedro Echeverría V.
ÍNDICE
Introducción................................................................ 9
CAPÍTULO I
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
1.1 La herencia española.............................................13
1.2 Las encomiendas...................................................16
1.3 Las estancias.........................................................19
1.4 Las haciendas maicero-ganaderas.........................20
CAPÍTULO II
SIGLO XIX
2.1 La primera mitad...................................................25
2.2 La Guerra de Castas..............................................30
2.3 Henequén y hacienda............................................36
CAPÍTULO III
EL PORFIRIATO EN YUCATÁN
3.1 Política y economía...............................................41
3.2 Henequén y hacienda............................................44
3.3 Condición de los trabajadores...............................55
CAPÍTULO IV
LA REVOLUCIÓN MEXICANA
4.1 Las interpretaciones de un heho............................59
4.2 La revolución en Yucatán......................................63
4.3 Los violentos veinte..............................................72
186
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
CAPÍTULO V
EL DECLIVE DE LAS HACIENDAS
5.1 Callismo y «Reforma Agraria» cardenista.......... 75
5.2 Disolución de «Henequeneros de Yucatán»........ 80
5.3 Abandono de las haciendas henequeneras.......... 83
5.4 Las cordelerías.................................................... 88
A manera de conclusión.................................... 93
Anexo
Cuarenta ex haciendas henequeras.................... 95
Imágenes............................................................153
Referencias bibliográficas.................................173
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Pedro Echeverría V.
Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia
Esta edición consta de 1,000 ejemplares.
Páginas interiores impresas en papel
couché mate de 100 gr. y portada en
cartulina sulfatada de 14 pts .
Se terminó de imprimir en diciembre de 2005
en los talleres de IMPRESOS JORGERIK,
calle 40 No. 413 por 29 y 31
Colonia Jesús Carranza
Mérida, Yucatán. C.P. 97109
En su impresión participaron:
Jacobo Novelo Hernández
Pedro Casanova Paredes
David Dulá Salazar.
El cuidado de la edición estuvo a cargo de
Andrés Silva Piotrowsky.
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Las Haciendas Henequeneras a través de la Historia